Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Dos veintes se engarzan en nuestro destino con el nuevo año y habremos de iniciar una nueva década con pronósticos que se mueven hacia arriba y hacia abajo, depende de quien los mencione. Veinte años en el tercer milenio, en un mundo convulso que no desapareció como lo auguraban sectas catastrofistas en el año dos mil. Pero en el que la catástrofe comenzó para nosotros, con el inicio del ciclo de los panistas, con un enorme fraude posterior que incubó el primero de ellos, Vicente Fox, para el segundo, Felipe Calderón, al que le donó una presidencia que tiñó de sangre al país. Veinte años después (1845), fue la segunda novela de la trilogía de Alejandro Dumas después de su exitosa Los tres mosqueteros (1844) anterior a su menos conocida El vizconde de Bragelonne (1847). Veinte años después los mexicanos no podemos hablar de éxito en las dos décadas que han pasado, como no sea el triunfo masivo de AMLO que aún no consolida un triunfo real a solo un año y un mes de gobierno. Más de veinte canciones desesperadas hemos escuchado en estos tiempos, sin los veinte poemas que nos dejó Pablo Neruda, en esa debacle que precipitó al país. Y que también precipitó al PRI. Enrique Peña Nieto le dio la puntilla, en la que además entraron los demás partidos, agarrados algunos a cualquier desfase para echarse sobre el nuevo gobierno. Lo que no pudieron ganar en las urnas, lo lloriquean a diario con sus entuertos. Veinte años después, entramos a la tercera década de un milenio que todavía no nos enseña su cara sonriente.
El veinte es tan usado, que hasta los albureros gritan: ¡A veinte!
El número veinte es una cifra que tiene cierto imán. Se ha usado en infinidad de títulos y en la edad de las personas fija un tiempo crucial en la que entran -como ahora nosotros como país-, a la verdadera etapa de la juventud y del tiempo signado. Veinte poemas para ser leídos en tranvía, escribió el argentino Oliverio Girondo y fueron publicados por primera vez en 1922. La UNAM los recomienda en sus clases de poesía. Y con Veinte años no es nada (Editorial Algalda 2011) la escritora española contemporánea María Rivera de la Cruz, recordó el triste Volver del tango gardelista. ¿Será magia, encanto, hechizo, sortilegio, prodigio, alucine, maleficio?, pero el veinte atrae para incorporarlo a nuestras vidas. La primera novela romántica que leí, en la secundaria, se llamó Veinte años y una ilusión. Yo tenía trece. Y a los ocho, junto con una niña llamada Griselda que era mi vecina, protagonizamos un episodio nunca aclarado Encontramos tantos veintes en la calle, a medida que bajábamos las banquetas, que ya no podíamos con ellos. Me han dicho que algún vendedor había pasado por ahí y tirado sin querer su morralla ¿entonces por qué en la tienda a la que llegamos a comprar algo con una moneda de las que encontramos, el dependiente nos regresó veinte monedas de a veinte, aunque nos opusimos? Increíble. Yo solo recuerdo monedas de cobre, con una pirámide impresa. La librería guatemalteca Sophos celebra en estos momentos, sus veinte años con 20 libros editados. Y Las viñas de la ira de John Steinbeck recién mencionado aquí, es el número veinte dentro de los cien libros más famosos del mundo. Esa lista la encabeza Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, que reúne cinco veintes en su título. Si viviera, a José José, le sentaría bien un año 20 y 20 y cantaría dos y uno su canción: Cuarenta, y veinte.
Veinte años y un día, escribió el escritor español Jorge Semprún
Jorge Semprún escribió la novela Veinte años y un día (Austral 2016) a partir de sucesos ocurridos en 1956, veinte años después de haber estallado el conflicto entre republicanos y franquistas. Esa y su autobiografía Federico Sánchez ( Austral 2015), fueron de las pocas que escribió en español, ya que la gran mayoría de su obra fue escrita en francés. Vivía en París. Fue un español controvertido en ciertos momentos de su vida. Escritor, guionista, gestor cultural en muchos niveles, fue ministro de cultura en el gobierno de Felipe González. Republicano y comunista, estuvo en un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial en Buchenwald, del que logró escapar. En medio de un escándalo, fue expulsado del partido comunista, entre otras cosas según se dijo, porque no estaba de acuerdo con su línea. Su novela recrea una extraña ceremonia que realizan los familiares de un joven asesinado 20 años antes, en momentos en que la policía franquista investiga y busca a un tal Federico Sánchez -seudónimo de su autobiografía-, por su participación con los republicanos. La novela ganó premios. Para algunos críticos es una obra que pretendía la reconciliación en España después de la guerra fratricida, hecho que propugnó el gobierno de González.