Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
El principio del fin de ciertos plásticos y el regreso del cucurucho
Muy ingenuas, las autoridades de la CDMX han aconsejado volver al cucurucho, a la servilletita de las tortillas o al recipiente de fibra para sustituir el plástico en la vida diaria. Hacen de lado, en lo que era una previsible medida, que el monstruo que fue creado durante décadas invade la actividad cotidiana como una larga enfermedad difícil de erradicar. Su aplicación lo convirtió en eso. Es cierto que se anunció desde hace tiempo la medida –antes del 25 de junio de 2019 cuando se emitió el decreto que reformó la Ley de Residuos Sólidos–, para eliminar por lo pronto, las bolsas de plástico. Se pudieron en este lapso, ofrecer muchas alternativas para la sustitución. La medida está en aplicación en otros países desde hace varios años, aunque en esos países se dieron soluciones prácticas. Si bien todo mundo hizo su guardadito de bolsas, la pregunta es si se aceptará el uso diario todavía, si la venta clandestina no enfrentará la medida y si una vez terminado el embuche, la realidad no nos dará un infeliz desencuentro con el bote de basura desnudo, oliendo mal y listo para utilizar un bien más precioso, el agua. En este momento –con cambios permanentes por el movimiento de sus congresos–, hay más de treinta países en el mundo que ya aplican la disposición de eliminar parcialmente el plástico, Alemania y Austria entre ellos ; hay otros, menos, que ya la aplican totalmente, entre ellos China y Francia; en América, Chile y Panamá. Los estados mexicanos en su gran mayoría, ya tienen leyes vigentes.
Medida urgente y necesaria, pero hay que prevenir consecuencias
México se suma con la medida que entró en vigor el primero de enero, a la eliminación paulatina de cierto tipo de plástico que por su crecimiento y uso ilimitado, ocasiona problemas ecológicos vitales denunciados desde hace tiempo. El sector vivo más afectado es el de ríos y mares al que van a parar 10 por ciento de las bolsas y diversos recipientes de plástico, 70 por ciento de los cuales según informes, quedan en el fondo del mar y nunca se degradarán. En algunas zonas va a parar a ríos y mares, la basura que se elimina diariamente. Millones de especies han muerto y otras han desaparecido por consumir en su alimentación diaria, los desechos de plástico. La cantidad puede determinarse si se toma en cuenta que solo en Estados Unidos, se utilizan cien mil millones de bolsas al año y cada minuto se están usando en el mundo un millón de bolsas. La misma inercia, el abuso, la inconsciencia, la falta de respeto del ser humano ha obligado a aplicar la medida. Aunque no existiera ese desdén humano, el plástico de ese tipo se tendría que eliminar ya que su proceso de degradación es largo. Hay quienes lo sitúan en cien años, otros en veinte de acuerdo al entorno. Al inicio de la solución del problema en nuestro país, -faltan muchas formas de plástico que se irán eliminando, algunas a partir de 2021-, deben de tomarse en cuenta las cuestiones higiénicas, las enfermedades que surgirán por la contaminación sobre todo de la basura. El contacto directo de la persona al ingresar la basura en botes ocupados, –más en grandes zonas habitacionales- en donde se mezclan basura orgánica con heces de animales, toallas sanitarias, pañales sucios y otros desechos, pueden generar enfermedades graves, epidemias incluso. La vida diaria ha demostrado que hay poca solidaridad en los vecindarios a la hora de eliminar sus propios desechos. Otra medida que deben tomar las autoridades, el de hacer una campaña de concientización para advertir de esos peligros.
Buenas noticias para la vaquita marina y el lindo pescadito
Organismos internacionales han calculado que cada año mueren alrededor de cien mil especies marinas por culpa del plástico ingerido. La catástrofe ha advertido no solo por esas muertes entre las que se encuentran además, especies que transitan playas, sino la salud que se afecta de mares y ríos y la contaminación del medio ambiente. Medida como la eliminación de plásticos primarios de un solo uso que son los que llegan a la basura marina, representa un cambio en la vida de estos seres vivientes. Quizá no está en esa circunstancia la vaquita marina porque su depredación proviene de la llamada ‘cocaína del mar’, la cruzada delictiva del crimen organizado para obtener la totoaba y venderla a precio de oro a demandantes extranjeros. La vaquita va inserta en las redes de la totoaba y es devuelta al mar ya muerta. No obstante, un mar limpio facilita la protección de otras especies. Hasta agosto del año anterior, se calculaba en 19 el número de esa especie, en peligro de extinción, que aun sobrevivían. En la literatura el plástico es visto como un vehículo inerte, banal, de superficie, cuando no debería de ser así, ya que es un elemento de gran importancia en la vida del ser humano y de la industria. El problema ha sido la forma como se usa y se consume. No he leído ninguna de las novelas que tratan el tema, pero entre otras, menciono a dos que han sido consideradas exitosas: Alma de plástico, de Noel Aguilar (2019) acerca de un hombre que se enamora de una máquina hecha de plástico y los conflictos que ello acarrea y Un frío corazón de plástico (Editores independientes, octubre 2017) sobre un joven que al suicidarse deja al descubierto que todo lo que había dicho de su vida era superfluo e irreal. El plástico, como un elemento que ha formado parte de la humanidad desde fines del siglo 19 y consolidado a principios del siglo 20, seguirá dando de que hablar en mucho tiempo, porque su vigencia aun se antoja larga. Pero las especies marinas pueden recobrar su hábitat. Como el lindo pescadito de la canción infantil, cuyo entono es el agua:
Lindo pescadito ¿no quieres salir?,
a jugar conmigo, vamos al jardín.
Yo vivo en el agua, no puedo salir
porque si me salgo me puedo morir.