Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
¿Por qué el odio contra los pobres?
La definición por los pobres de parte del Gobierno federal en esta emergencia, al causar revuelo entre los opositores, exhibió no solo el despecho por no estar incluidos en el informe del pasado 5 de abril, sino la oposición a que esos sectores marginados del país, sean reivindicados. Si los pobres son el substratum en el que se apoyan instituciones religiosas, organizaciones sociales, mecenas, benefactores del desamparo, etcétera, ¿por qué en realidad los odian? La explicación sería que sin pobres no pueden vivir porque son los asideros en los que se apoyan algunos para impulsar sus fortunas; otros, para acallar sus conciencias, y los demás, los religiosos, para extender su estela de caridad en aras de intereses más profundos como es el poder. Y en el fondo, esa dependencia les molesta pero no pueden sustraerse a ella. Las iglesias instaladas sostienen que pobres siempre va a haber porque así lo sostiene el Evangelio. Interpretación utilitaria porque le da el sentido a su existencia. Siempre que no afecte su verdadero interés. La pregunta lógica es ¿por qué debe haber siempre pobres? La iglesia católica por ejemplo, se había pronunciado a favor de los pobres en y durante el Concilio Vaticano II, –encabezado en parte por un humanista como Juan 23–, pero después otro papado varió su concepción y puso a los pobres como preferencia junto con otros sectores. La tesis marxistas sobre la lucha de clases que conceptúa la pobreza a partir de la explotación de grandes sectores, mientras unos pocos se enriquecen a partir de la plusvalía que generan aquellos, levantó ámpula entre los privilegiados de ese trabajo devastador y Carlos Marx se convirtió en el malo de la historia para los capitalistas. ¿Qué diría el judío alemán si viviera, que mientras millones vivían en la más absoluta miseria en México, teníamos, orgullosamente para muchos, al hombre más rico del mundo, hombre que se da el lujo junto con los otros más ricos del mundo, de perder billones en esta crisis, mientras el gobierno tiene que extender poco más de cinco mil pesos en forma individual, para que miles de ancianos puedan sobrevivir cuatro meses.
Los pobres aumentan en América Latina y bajan en la UE
Erradicar la pobreza y conducir a un desarrollo equilibrado se ha visto en buena parte de los llamados países escandinavos y nórdicos. Suecia por ejemplo, solo tiene un millón seiscientos mil pobres o sea alrededor del 14.5 por ciento de su población, frente a México que según la CEPAL es del 34 por ciento pero que si se atiende el número de 70 millones de pobres que dio ese organismo para nuestro país en 2019, en realidad estaríamos en más del 50 por ciento. México si bien no tiene las mismas condiciones ni los recursos, toma la iniciativa que tomó la Unión Europea en 1999 al crear el Tratado de Ámsterdam, que se ha ido revalorizando en leyes y acuerdos permanentes en el actual milenio, al grado de que ya se habla de más de ocho millones de personas pobres que han dejado de serlo. La CEPAL coloca a México junto con Honduras y Venezuela, entre los países más pobres de América Latina. En todo el continente latino el número subió a 191 millones de pobres y 68 en pobreza extrema. Todos los datos son aproximados, porque van fluctuado en forma rápida. Pero las cifras tienden a subir desde el 2014. Otros datos de organismos estadounidenses consideran a Guatemala, Belice, Honduras y Venezuela como los más pobres, pero curiosamente dejan fuera a Haití. La decisión de la UE a fines del siglo pasado tenía como intención equilibrar la población y crear un esquema solidario, eliminando la exclusión social. La reticencia que expresan aquí los sectores empresariales, apoyados por sus vocingleros de los medios, no llega a entender eso. Según lo planteado por este gobierno será un proceso que no se terminará en este sexenio dadas las condiciones extremas en las que está el país, pero si se siguen los programas como lo planteó la UE en su momento, el problema irá disminuyendo.
Pobres y ricos, “en el fondo de la fosa, llevaremos la misma vestidura”
Cantaba Julio Jaramillo con voz muy sentida, la canción Ódiame en la que la verdad de nuestro destino, está inserta en nuestro propio final. La reflexión que viene a cuento es que la similitud en la que estamos todos en este momento, en el que un mal difuso no tiene preferencia por pobres ni por ricos, aplica el mismo rasero. Esa realidad de que vamos en el mismo barco aunque muchos digan que no, se expresa de diversas maneras: el primer ministro Boris Johnson del Reino Unido está en terapia intensiva como muchos pobres del mundo y en esa situación hay decenas de altos funcionarios en todas partes. La situación debería de dar para la humildad, la solidaridad y mostrar el humanismo que debe expresarse en estos tiempos climáticos. Sobre los pobres, repetiré las palabras de Raúl Macín , un religioso comprometido, que en su libro Lectura revolucionaria de la biblia. Editorial Diógenes 1979, envía un mensaje que hoy puede ser aplicado a los creyentes de las alturas económicas para que sepan que los grandes maestros a los que ellos tienen fe, eran pobres, inmensamente pobres: “Cristo fue pobre, no únicamente porque nació en un pesebre, sino porque toda su vida perteneció a la clase explotada en su tiempo, ya que fue un trabajador, un obrero que sintió intensamente el rigor de la injusticia y de la explotación… nadie tiene derecho de adorar a Dios en tanto hubiera unos pocos que dormían en camas de marfil, en tanto que muchos no temían en donde dormir. Los fariseos no lo odiaban únicamente porque lo consideraban blasfemo y enemigo de la religión hecha negocio y estructura opresiva, sino porque él pertenecía a una clase considerada ‘baja’.