Abanico
Las revoluciones y la presión derechista por el retroceso
El neoporfirismo en México, no es solo una alusión. Lo hemos vivido de muchas maneras en las últimas décadas. Las confesiones que se esperan de Emilio Lozoya Austin confirmarán toda la corrupción que llevaba a grupos políticos a una vida de gran bonanza, acompañada con mandatos dictatoriales y el refunde de grandes mayorías a condiciones similares a las de los peones de haciendas. Este mes algunos países recordaron sus revoluciones y sus gestas y están como México: en medio de conflictos y luchas por el poder. El caso de Cuba difiere un poco aunque tiene una oposición beligerante; está golpeada por un bloqueo absurdo e inhumano, que un país poderoso se cree con derecho a imponerlo. El mes de julio ha sido pródigo en revoluciones. El 14 se conmemoró, la Toma de la Bastilla que fue el símbolo del inicio de la Revolución Francesa en 1789. El 19 reciente, se recordó el triunfo de la Revolución Sandinista con la llegada ese día de 1979, del triunfante Ejército Sandinista, a Managua. Y el 26, con el Asalto al Cuartel Moncada en 1953, la Cuba actual celebra su Revolución que fue consolidada el primero de enero de 1959. Semanas antes, el 4 del mismo mes, Estados Unidos celebró su liberación del dominio inglés en 1776, fecha que conmemora su Independencia. Las denominaciones marcan la diferencia de una lucha. Las primeras, guerras internas para deponer a un poder dictatorial y las segundas, como sucedió con México el 15 de septiembre de 1810, para liberarse de un país invasor y Estados Unidos en la fecha mencionada arriba, para liberarse de un país colonialista.
Los avatares revolucionarios se reproducen actualmente
Cuestionadas, las revoluciones siguen vigentes como una forma de liberación. Sus problemas han surgido de la traición, de un mal manejo, de un ataque externo para frenarlas o del desarrollo de sectores internos agazapados, que van medrando para eliminar lo obtenido. Eso ha pasado en México. Muchos cambios y avances han aportado las revoluciones; como sucedió con la de Octubre en Rusia en 1917, con el fin del feudalismo y del zarismo. Con anterioridad los franceses ya hablaban del fin de ese sistema feudal que atenazaba a los pobres convertidos en siervos. Aunque algunos teóricos señalan que en México no hubo un feudalismo propiamente dicho, los peones vivían como tales y no hubo mucha diferencia en ese campesinado posterior a la Revolución, en manos de caciques y de acaparadores de tierras. La revolución más joven en América, la de Nicaragua, se topó como Cuba, con la agresión de Estados Unidos que apoyó a los somocistas desde países externos como Honduras, a través de los llamados Contras. La presión permanente del país del norte para evitar que surgiera otra Cuba, fue debilitando el proyecto sandinista; cayeron sus preferencias, hubo otros gobiernos, algunos con tintes somocistas y en fechas recientes recuperó el poder a través de Daniel Ortega, sometido a controversias en los últimos tiempos. Los que estuvimos a principios del triunfo y años después, vimos pocos cambios en ese país, uno de los países más pobres de Centroamérica.
“Faltaba el piano” y los efectos de la Revolución Mexicana
A unas semanas de que se celebren los 110 años de nuestra Revolución y cuando, contra viento y marea, se lucha por recuperar aquellos ideales, toco un tema personal sobre los efectos trastocados de aquella lucha que causó más de un millón de muertos. Crecí en el Valle del Yaqui y viví en Ciudad Obregón, ciudad a la que se le cambió el nombre indígena José María Leyva, Cajeme, para ponerle el del revolucionario. El indio yaqui, miembro de la etnia que habitaba y habita aquel entorno, fue un luchador que creó una serie de medidas en defensa de su medio indígena, pero estorbaba al naciente desarrollo de aquella prometedora zona y fue traicionado en 1887, por los gobierno locales de los Pesqueira. Estos tuvieron el apoyo del gobierno central y fue fusilado el 22 de abril de ese año. El municipio todavía lleva su nombre. Cuando aún no cumplía los 16 años, escribí el cuento Faltaba el piano (La falda corta Anónimo Teatro 2005 y reedición Groppe, 2017), que refleja cual fue el efecto contradictorio en millones de mexicanos, de una Revolución que fue traicionada. Se desarrolla en ese lugar donde todavía viven descendientes de los revolucionarios Calles y Obregón, a algunos de cuyos bisnietos les di clases. El cuento gira en torno de una familia que desprende de un árbol los pobres cartones de lo que había sido su vivienda durante la zafra, muy cerca del Río Yaqui. Iban a refugiarse de arrimados en la casa de una familia de la ciudad. Pero la madre descubrió cuando se echó a andar la carreta que los conducía, que faltaba el piano. Sorprendido el viejo cochero no pudo creer que aquellos pobres tuvieran un piano y empezó a recordar el día que, como cargador, llevó un hermoso piano a la casa del general en el Náinari. Y vislumbró su madera lisa, su cola brillante, lustrosa. Y el sonido que hizo al ser depositado en el suelo, “agudo, penetrante, como una voz estrangulada”. Los bien vestidos nietos del general que iban a tocar el bello instrumento, salieron a recibirlo. El había estado en el lugar donde lo pusieron, en una sala ancha con una araña iluminada, en una de cuyas paredes había “armas que se cruzaban pendiendo de un cuero crudo” Sus recuerdos fueron interrumpidos cuando el campesino regresó acompañado de un pequeño niño.
“Aquí está –dijo el padre–. Es Cipriano nuestro hijo menor, El Piano. Se había quedado en la tienda vecina”.
El viejo, desde luego un lumpen, “resopló algo que los demás no oyeron. Y con el trote lento que después fue adormeciendo a los miembros de la familia, siguió pensando: el del general, ése si era un gran piano”.