El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Maradona, Infante, Valentino y la exaltación masiva del adiós
Exaltarse, es dejar que la pasión te arrebate, dice el diccionario. Suicidios, desmayos, llantos y destrucción, produjeron las muertes sorpresivas de Diego Armando Maradona y Pedro Infante y la anunciada de Rodolfo Valentino. Quizás esas sean unas de las formas de la pasión. A lo largo de épocas, muchos más han generado esa exaltación en poblaciones tomadas de sorpresa por la muerte. Un poeta incluso, el nayarita Amado Nervo, pudo reunir en su despido a grupos numerosos que elevaban al aire sus poemas. Hubo otros muertos en sepelios menos concurridos pero que se hicieron clásicos por las expresiones inusitadas de algunos personajes. Fue el caso de Arturo de Córdova en plena destrucción dolorosa ante el cadáver de Ramón Gay, recién asesinado. En el caso de Maradona, y ya se ha dicho, la multitud que arremetía entre lamentos para ver su cadáver, pegados sus cuerpos entre ellos, olvidaron que su muerte también podía ser inmediata. El virus no perdona a muchos. En los casos de masas empujadas por sentimientos de dolor, la seguridad propia está de más. Con la llegada del cadáver de Infante al aeropuerto de la Ciudad de México, la gente rebasó los límites y hubo golpeados y caídos y la policía tuvo que intervenir. Con Maradona hubo heridos. Y con el italiano Valentino, se pactó el traslado del cadáver a otro estado, tras la avalancha que invadió la funeraria con violencia.
¿Qué produce la exaltación en el ser humano para rebasar límites?
Los tres casos mencionados en el título, tienen características muy similares: eran de tres personas de diferentes épocas que provenían de orígenes similares: la pobreza. Tres personajes que brincaron barreras por sus propios talentos especiales, el deportivo en el caso Maradona, la música en el segundo con Pedro Infante y la actuación y la poesía en el tercero. Los tres tenían algo que no todos tienen, el don, el ángel como decía Lorca o el carisma. Eso es lo que exaltaba la pasión hacia ellos. De Valentino es famoso su libro From day dreams. De la traducción de Mariela Cordero, este verso del gran seductor italiano:
Mañana, ¿Que despertar
encontraremos nosotros,
nuestro tapiz,
en ventura jirones
o suavizado-glorificado
por la reflexión del amor?
Yo pregunto.
Valentino y la muerte absurda del primer sex symbol y latin lover
Sin que existieran las oportunas redes, el mundo se estremeció con la noticia, en aquel 23 de agosto de 1926, con la muerte de Rodolfo Valentino. Una enfermedad que pudo ser controlada a tiempo, convertida en una peritonitis, le robó la existencia en pleno triunfo. Hombres y mujeres apelaron al suicidio, al llanto incontrolable y muchos hicieron viajes ex profeso desde sitios lejanos de Estados Unidos, cuya nacionalidad había optado, para despedirse del cadáver. Rodolfo nació en Italia, de una familia con carencias permanentes que lo obligaron a buscar oficios desde muy joven, a la par que se alejaba por falta de interés, de las escuelas. A los 18 años, cansado de recorrer un mundo mal pagado, emigró a los Estados Unidos, en donde comenzó como cualquier migrante su trabajo de mil usos. La relación con una millonaria chilena y el asesinato por ella, de su marido del que se estaba divorciando, pusieron los ojos sobre él, que nada tuvo que ver con el problema. Al parecer, ella amaba a una mujer. Hermoso con un tipo latino que no estaba de moda frente a los rubios y de ojos azules, se fue imponiendo hasta llegar al pináculo de la fama y crear al primer sex symbol y al latin lover. Sus muchas películas sobre todo, El Sehik, y Sangre en la arena, fueron de apoteosis para un mundo de mujeres exaltadas que acentuaron esa emoción cuando murió de una vulgar dolencia en un hospital gringo. Las multitudes en su entierro se contaron por miles.
Pedro Infante, el Ebanista de Guamúchil le decían algunos, para elevarlo
De carpintero en Guamúchil, el pueblo donde se creció aunque había nacido en Mazatlán, como en el caso de Valentino, pocos se pueden explicar cómo un hombre sencillo que nunca perdió el acento norteño, pudo desenvolverse en un mundo de intrigas como el del espectáculo y llegar a ser uno de sus más grandes exponentes. Se mencionan 60 películas en las que participó, buena parte como protagonista y más de 300 canciones grabadas. Todavía, con un aire de nostalgia uno escucha al pasar, su doliente o bromista voz lanzando al aire una canción. Su muerte, en medio de escándalos por sus muchos amores, fue un caso igual de absurda como la de Valentino: el mal estado de la nave C-87 Liberator Express en la que viajaba como piloto, que ya había sido desechada por expertos. Su arribo en ataúd a la Ciudad de México, fue apoteósico con el desbarre de las plañideras, gritos, llantos y alaridos de fans y suicidios. Yo, de niña, estaba de vacaciones en la pequeña hacienda de mi abuelo en Estación Bamoa, Sinaloa, cerca de Guamúchil, y hasta ahí llegaban las noticias de los muchos suicidios y desgarres que se acumulaban. A los 39 años mientras miles de exaltados se desgañitaban, él ya había arribado a la gloria.
Diego Armando y el gol postrero en el amor de sus fans
Poco podríamos escribir sobre ese joven pobrecito que fue Maradona en sus primeros tiempos y que se elevó al más alto pináculo, por sus condiciones físicas y talentosas indiscutibles. Todo lo dijeron los medios el pasado 25 de noviembre. Uno de los más grandes del mundo reconocen los expertos. Ahora, solo queda seguir la historia que vendrá de sus herederos y la triste secuencia de los intereses que ensombrece a los ídolos muertos. El vivió, hizo lo que quiso y murió relativamente joven. Su pasado lo espera.
Dedico esta canción, en la voz de mi ebanista, a los tres que provocaban el exaltar de la pasión:
FLOR SIN RETOÑO
Sembré una flor sin interés,
yo la sembré para ver si era formal
A los tres días que la dejé de regar,
al volver ya estaba seca,
ya no quiso retoñar
Yo la regaba, con agua que cae del cielo.
Y la regaba, con lágrimas de mis ojos.
mis amigos me dijeron ya no riegues esa flor,
esa flor ya no retoña, tiene muerto el corazón.
Esa flor ya no retoña, tiene muerto el corazón.