Escenario político
Hasta este momento no sabemos a ciencia cierta, como nos llamamos los habitantes de la capital del país. Adiós, Madrid dice el malhablado Héctor Belascoarán Shayne detective de Paco Ignacio Taibo II, inspirado en una canción de Alfredo Zitarrosa, mientras suspira por volver al chilanguismo. En la misma medida en la que al revés, los habitantes de la Ciudad de México le dijimos adiós al México Distrito Federal de nuestro cronista musical Chava Flores, para dejar atrás el término chilango, que nos abruma. Se planteó en determinado momento un nombre apropiado a nuestro entorno, pero la cosa se ha detenido. Como nos llamaremos en el futuro en esta fracción del país, es algo que no parece preocupar a muchos, agarrados del término chilango, feo, provocador y desprestigiado. Porque después de todo ser señalado como “capitalino” en el que compartimos el apelativo con millones de capitalinos en el mundo o aquel distritofederalense, largo y feo, nunca nos preocupó. Tampoco otros epítetos. Algunos proponen mexicano o ciudadano de la CDMX. Pero el gentilicio mexicano lo es para todo el país.
Muchos gentilicios en México que no gustaron y han cambiado
Les preocupaba a los de Aguascalientes que se les llamara hidrocálidos o a aquellos habitantes lejanos de Óputo que clamaban por décadas el cambio de nombre de su municipio sonorense. Ahora son hidalguenses, nada original, pero menos abrumador. A los de Montemorelos les dicen ombligones, por aquello de las naranjas de ombligo, aunque parece que no les gusta. Igual les pasaba a los regiomontanos de Monterrey, cuando les decían monterreyenos o codomontanos. A los sonorenses que tenemos mucho tiempo viviendo en la capital nos dicen con jiribilla, sonoguachos, por aquello del guacherío que llegaba del sur a devastar. Así como llamaban a los soldados e invasores gringos -green go, ¡verde lárgate!-, desde la época de José Hernández y su Martín Fierro. Y seguiríamos largo y tendido.
Sigue en pie por breve y significativa, propuesta del gentilicio mexica
Si se aceptara el gentilicio mexica, como propuso la antropóloga Amalia Cardós de Méndez, yo me sentiría orgullosa de nombrarme sonomexica. Paco Ignacio Taibo II sostiene en su pequeña novela Adiós, Madrid que la expresión que maneja en el título, tiene un sentido no sólo de despedida de un lugar, sino de resignación, como si se dijera ni modo, no hay para donde hacerse. Pot eso debemos de decidir contra los términos que nos demeritan. La obra de Taibo, novena de su serie con el detective Héctor Belascoarán transcurre en un Madrid de principios de los noventa del siglo pasado con una alusión muy descarada a los amores de Gustavo Díaz Ordaz y la tigresa Irma Serrano, recientemente fallecida, a la que se dice que el ex presidente cedió joyas históricas y en este caso, el pectoral de Moctezuma. Belascoarán va en su búsqueda para concluir que muy al estilo chilango, se trató de una gran farsa para obtener una fortuna. Mientras está lejos, el detective suspira por ese chilanguismo, cosa que ya no podría hacer con un gentilicio diverso, apropiado. Cosa que esperamos.