El presupuesto es un laberinto
Espías en acecho. El malware se instala en México
Fue desde el exterior, de The New York Times que nos enteramos del espionaje en varias ocasiones, contra el subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Secretaría de Gobernación, Alejandro Encinas. El espionaje, pues, sigue vigente en México. Y se ejerce también, desde el crimen organizado. En el caso de Encinas está de por medio el caso crucial de los 43, por el que ya el abogado de los padres, Vidulfo Rosales, grita que no hay interés en el gobierno y el caso quedará impune. Postura la suya que ha sido radical e injusta. Se le olvida al defensor que el crimen se cometió y ocultó en el gobierno pasado y se han hecho todos los esfuerzos para resolverlo en el actual. Y también pasa de largo el papel que ha jugado el Poder Judicial al dejar libres a decenas de involucrados. Por lo pronto, el procurador del caso, Jesús Murillo Káram, está en proceso y ha sido sentenciado José Luis Abarca el presidente municipal de Iguala, por un crimen vinculado. Por el contrario, el Grupo de investigadores de Expertos Independientes (GIEI), están pidiendo en apoyo a Encinas, que se investigue quien está detrás de esa agresión. Infinidad de espionajes hicieron los gobiernos pasados en México, pero dicen desconocer los verdaderos secretos y misterios que ellos ocultaron ¿Donde están los 43 de Ayotzinapa? ¿Quien ordenó el asesinato de Colosio?, ¿sabía De la Madrid que Manuel Buendía iba a ser asesinado? Solo unos ejemplos.
EL ESPIONAJE SE CONVIRTIÓ EN RAZÓN DE ESTADO DESDE SEXENIOS ATRÁS
En la última década, miles de víctimas de espionaje en el mundo, han comprobado las denuncias que hizo WikiLeads y uno de sus instrumentos ha sido el software israelí Pegasus, que funciona como malware de espionaje. La creadora de ese sistema, la empresa NSO, se inspiró tal vez en el mito griego del caballo Pegaso, hijo de la gorgona Medusa a quien el héroe Perseo decapitó en determinado momento. O en el caballo de Troya que penetra subrepticiamente. Las mitologías son un referente simbólico que lleva a la realidad y la empresa NSO ha utilizado no solo el nombre llamativo de un caballo sino lo que hay detrás de sus orígenes: la maldad o la sorpresa expresadas de muchas formas. Desde 2017 ya había estallado un escándalo en México cuando se descubrió la compra masiva del sistema Pegasus y su destino especial el espionaje. Como estaba destinado solo para instancias institucionales, no fueron pocos los que se surtieron del software para arriar, como caballos, la vida de personajes propensos a la invasión. Entre ellos estaban no solo políticos del mismo sistema y políticos opositores, sino periodistas, intelectuales, defensores de derechos humanos, partidos y todo lo que se atravesaba en el camino que pudiera convertirse en alguien con ideas propias. Varios gobiernos de entidades federativas adquirieron el sistema. Se habló de 15 mil teléfonos registrados en el sexenio del ex presidente Enrique Peña Nieto considerado, por la debilidad de su gobierno, en espía permanente con un instrumento que se convirtió en malware, sistema dañino según la definición.
VALE RECORDAR: SE ESPÍA PARA SABER, CONTROLAR, REPRIMIR Y OCULTAR
Considerada como actividad permanente, la del espionaje tiene diferentes motivos, pero el esencial es el control del poder. Y no hay distinción, sea institución, organismo privado o individuo. Hay quien dice que la confesión religiosa, es una forma de espionaje disfrazado para allegarse información, en ese caso la más íntima (¿habrá sido por eso que asesinaron al cardenal Posadas Ocampo?), pero espían los patrones, las personas celosas, los que buscan un interés que solo se puede conseguir subrepticiamente y así por el estilo. El espionaje oficial en México ha sido permanente y hay ejemplos de todo tipo, algunos definidos por desgracia trágicamente. Los ejemplos son muchos pero la llamada función de inteligencia que tanto le cuesta al pueblo y que se apoya entre otras funciones en el espionaje, no trasciende en beneficio social, sino que por lo general en México fue para reprimir y ocultar. Aunque se menciona que fue hasta 2016 cuando el gobierno mexicano tuvo acceso a la compra del software Pegasus, está claro por ejemplo, que Jesús Murillo Káram tuvo espías como procurador, que le estuvieron reportando los hechos de los 43 normalistas en septiembre de 2014, que duraron muchas horas, los que a su vez reportaba a la presidencia de la República. Negar eso, es negar la capacidad de control mínimo que tiene un estado. Es lo mismo que sucedió también con Peña Nieto como gobernador del Estado de México, en relación a los sucesos de Atenco que también duraron varias horas. En ambos casos, los espías, los informantes, los orejas, dieron sus reportes, pero las decisiones fueron de otros. Pegasus llegó después.
EL ESPIONAJE MALIGNO PUEDE ENTRAR EN LAS PRÓXIMAS ELECCIONES
El software Pegasus es un mecanismo que puede ser usado de muchas formas y proyectos. Los procesos electorales son uno de ellos, aunque no siempre se tiene la eficacia que sus promotores quisieran. Para las elecciones en el Edomex no es remoto que los sistemas de información oculta se vayan a aplicar. La desesperación del PRI rebasa cualquier límite y ya no tiene el apoyo que tuvo de Peña Nieto en el uso de recursos federales, secretarios presentes incluso, y el uso de la vista gorda de INE. En 2017 cuando se descubrió al público la compra masiva del software mencionado, ya se hablaba de malware, mecanismo maligno que tiene muchas expresiones, pero la que al parecer se aplica con más frecuencia con ánimo de espiar, es la del malware troyano, el llamado también caballo de Troya porque es el que penetra para obtener información. De ahí puede derivar el nombre Pegasus que tiene el sistema, aunque el nombre original proviene del caballo Pegaso que nació de la gorgona Medusa, la única de las tres gorgonas que era mortal, de tal manera que el héroe Perseo la decapitó para seguir usando su cabeza. Pero los ojos del monstruo femenino siguieron lapidando a los enemigos de Perseo (Diccionario de Mitología de Caudet Yarza, Madrid 2002) Y ahí siguen…