Teléfono rojo/José Ureña
Periodistas. Fechas cruciales deben impulsar organización.
Cuando se conmemoran fechas cruciales en la historia de los informadores, como es el caso de Manuel Buendía, asesinado por miembros del propio estado, uno se pregunta hasta qué punto a la sociedad le importa que un periodista sea eliminado ¿Impactará a esos que organizan marchas para defender a la Corte, el que un periodista sea asesinado? Quizá solo para echarse encima de su rival político, cuando están ellos muy ocupados en desacreditar y poner contra la pared al rival electoral. La muerte es tan común ya en México y se da en todos los sectores, que un comunicador más no tiene importancia. Más si se da en algunos estados como Guanajuato por ejemplo, en donde el horror pone de relieve hasta donde ha llegado. Un periodista que muere, es uno más de los que mueren a diario y se suma a la lista ya enorme de muertos, y a los agredidos a todos los niveles que venimos arrastrando. El respeto a la vida y a los derechos de los demás, que es lo que genera la paz, como diría el gran Benemérito, no es un axioma que caló en aquellos gobiernos, menos en los engendros creados por ellos para defender presuntamente a los periodistas. El archivo se fue agrandando. Lo que más sorprende es la poca cohesión que se capta en el medio periodístico, que ha dado al traste con la organización, que solo aparece de vez en cuando en organismos que premian con un diploma, en actos en donde se desgrana como antaño el respeto a la libertad de expresión y el derecho a la información y quizá, de repaso, el número de muertos en el gremio.
CON ORGANIZACIONES DE PERIODISTAS, SE NECESITAN CENTROS DE DEFENSA
Llama la atención la poca presencia que esgrimen los organismos internacionales y sus llamados representantes en el país, casi siempre personas que no son del oficio. Algo hacen. A veces exponer al gobierno actual en el extranjero. Pero la opinión pública no tiene información o reportes periódicos. Muchos vienen de espías, como Artículo 19. Y están Reporteros sin Fronteras, la defensoría de periodistas de Nueva York, que brillan por su ausencia en muchos casos, como no sea para hacer una declaración cada vez que un periodista es asesinado. Además de la Subsecretaria de Derechos Humanos, Población y Migración, hace falta un organismo como fue en su momento el Centro Nacional de Comunicación Social (CENCOS), organismo creado en 1964, que contra viento y marea luchó para defender derechos humanos, y tenía en el centro, la defensa de los periodistas. En uno de los Cuadernos de Comunicación Crítica de la Universidad Autónoma de Puebla 1987, se aborda uno de aquellos impresionantes foros de defensa de la libertad de expresión que organizaba esa casa de estudios con un sin fin de organizaciones sociales y centenares de comunicadores y líderes sociales. Eran tiempos para esos menesteres, pero ahora el gremio está prácticamente paralizado. O solo quieren la organización como no sea para la búsqueda de intereses. En el número cuatro, Comunicación y Organizaciones Sociales, se da voz en primer término a CENCOS por su actividad tan prolija y singular a favor de los medios y periodistas críticos. El que habla es su creador José Álvarez Icaza Manero, quien junto con su esposa Luz María Longoria Gama, instaló en la ya famosa Medellín 33, las oficinas que han servido de sede para denuncias a miles y miles de personas y organizaciones. Vale recordar con respeto a ese gran luchador social que nació el 21 de marzo, como el Benemérito. El murió en noviembre de 2010. Don Pepe abandonó el conservadurismo que lo ataba a la jerarquía católica porque vio su poca sensibilidad en los sucesos del 68. A partir de ahí fue un gran promotor de los derechos humanos y participó con el obispo Sergio Méndez Arceo, él en calidad de laico, en el Concilio Vaticano II en 1964. En el librito de la UAP, en forma de cuaderno, Álvarez Icaza habla de la gran red informativa que llegó a tener, sus muchos contactos en el país, América y el resto del mundo y su posición abierta y documentada. Motivo de acoso y agresiones, no cejó en sus décadas de actividad y aunque como asociación civil sus recursos no alcanzaban para enfrentar directamente los crímenes a periodistas -obligación que debe ser del estado-, CENCOS fue un baluarte para el periodista acosado, censurado y perseguido.