El presupuesto es un laberinto
La maldición del clero, jerarcas enloquecidos
Algunos clérigos mexicanos que pretenden ser guías morales de algún sector ciudadano, se quedaron enclavados en aquellos tiempos de mitos y leyendas y piensan que las diez plagas o la amenaza a Sodoma y Gomorra se pueden actualizar para hacer temblar a la población. Arcaicos, sin la belleza de esos libros tan ilustrativos y poéticos, lanzan palabras torpes, como lo hizo el ex cardenal dimisionario, anciano jubilado Juan Sandoval Iñíguez, para tratar de amedrentarnos con la maldición de los sismos.
Ahora resulta que los terremotos se producen por causa de nuestros pecados. Si así fuera, la iglesia católica hubiera desaparecido tiempos ha, desde la nefasta Inquisición y si algo quedara, fenecería por causa de la pederastia. No andaría errado el ex arzobispo si “nuestros pecados”, fueran -como lo son-, la destrucción del entorno, la abulia por cuidar la tierra, la apatía ante nuestra salud; pero no, el viejo cura se refiere a las fallas que atañen a sus creencias, al pecado ante su dios. Y reincidente, como ya lo ha sido en otras ocasiones, incluso cuando agrede a las mujeres y a la comunidad gay, lanza una maldición ante las que abortan y compara su acto, con los crímenes del narco.
Ellos y todos nosotros, estamos malditos ante la propia naturaleza, la que enviará su flagelo terrible mediante terremotos y castigos brutales. Apocalipsis Now. Que nos durarán las 10 plagas, los incendios de las ciudades pecadoras y las estatuas de sal, que estaban incluidas. Lo preocupante en todo caso, no es la euforia extraviada de alguien que trastocó su naturaleza, sino un hecho que se dio el día de su última declaración: la autoflagelación de creyentes, a partir de heridas y golpes sangrientos.
La autoflagelación si es voluntaria no está sancionada; el que la aplica más bien necesita atención médica y psiquiátrica. El problema es que personajes de la catadura de Sandoval Iñíguez, influyan y promuevan ese tipo de eventos. En Estados Unidos y otros países ha habido casos fatales ante la presión moral de los líderes religiosos, incluso suicidios masivos.
Las autoridades no suelen considerar declaraciones como las del sacerdote, pero sería una responsabilidad de las que están vinculadas a esos hechos, no tomar en cuenta tan graves situaciones. La gente suele justificar el mito de que las ciudades de Sodoma y Gomorra, pertenecientes al Pentápolis, extendidas en una llanura donde brillaba el lago Sidim, muy cerca del Mar Muerto, fueran destruidas -no con sismos-, sino con fuego.
El dios vengativo, Jehová, el del dedo flamígero, simplemente lo extendió y las convirtió en cenizas. En ese maremagnum de culpas en donde el pecado es el centro, ¿que deben entonces, lo pueblos santos para ser destruidos? Los pueblos santos de Carlos Montemayor, aparece como uno de los relatos fantásticos de Las llaves de Urgell y otras historias (Editorial Diana S.A., de C.V. 1990)), en donde se habla de la destrucción inevitable de aquellos pueblos cuyos hombres y mujeres pelearon tres generaciones con armas de sangre y cinco se necesitaron para cerrar el círculo de la muerte.
Terminaron destruidos, quemados, “en tres meses y cuatro días”, después de 70 años de lucha. Un gran sacerdote (que desde luego no es Sandoval Iñíguez), recibe la visita de un viejo demonio que le entrega una llave en la que hay diversas inscripciones. El prelado sabe que es su sentencia de muerte y la de los pueblos que ha bendecido.
En ese recorrer fantástico de su literatura, el escritor, activista, luchador social por las mejores causas, quien falleció en febrero del 2010, relata los sueños terribles de aquel religioso, la forma cómo ve el fuego extendiéndose por las llanuras, las casas, los lagos para destruir a aquellos pueblos que tanto habían luchado. Fueron destruidos,-dice- por las tropas contrarias ¿Donde estaba su dios para defenderlos? ¿Hubo ahí un dedo flamígero de ese dios en que creían o “fue voluntad de dios” como ellos justifican cualquier evento? ¿Qué diferencia hay, entonces, entre esos pueblos santificados y Sodoma y Gomorra tan llenas de alegre pecado? Montemayor ganó el premio Xavier Villaurrutia con este libro, que contiene 23 relatos.
Si bien nos hemos metido en cosas de fantasía, no lo es la influencia y las declaraciones perniciosas de un hombre que viola el laicismo constitucional y a quien demandó por esa causa el ex gobernante de la CDMX Marcelo Ebrard. Pero su boca sigue vociferando.