Cerramos la etapa del institucionalismo neoliberal, considera Monreal
MORELIA, Mich., 15 de marzo de 2020.- Federico Berrueto, director del Gabinete de Comunicación Estratégica, juzga que Andrés Manuel López Obrador se asume en Francisco I Madero y teme que su Presidencia sea trágica, de ahí su descalificación a la crítica periodística independiente.
Ve al Presidente con oídos solo para quienes le dan por su lado, y cada vez más lejos del sentimiento popular.
ACTITUD DESTRUCTIVA
—¿Qué le pasa al presidente López Obrador, según tu colaboración de este domingo en Milenio?
—No sé, pero es evidente que ha perdido sentido no sólo de la realidad, sino del sentimiento popular, una de sus mayores fortalezas. El Presidente sólo escucha a los que le dan por su lado, especialmente su percepción de que una amenaza se cierne sobre su administración y están al acecho permanente para buscar su fracaso…
—Disculpa que te interrumpa: ¿no crees que el Presidente en realidad sabe de sus fortalezas y seguramente utiliza la amenaza más que todo para anular a la oposición?
—No. Cuando el Presidente habla de los conservadores y de la amenaza que representan es su convicción íntima sobre el poder, la historia y la política. Él se asume Madero y ve en su breve y trágica Presidencia que le puede ocurrir algo semejante, especialmente la embestida de los medios, calificados en la época como la prensa fifí. Por eso es recurrente su descalificación a la crítica periodística y a cualquier forma de expresión mediática independiente. Veo una actitud defensiva/ofensiva. Por cierto, decir que la mayoría de los medios le son críticos no es verdad, más bien lo contrario. La oposición formal está muy disminuida porque no tiene fuerza en el Congreso y la elección los dejó divididos. El Presidente es muy fuerte, pero está perdiendo sensibilidad social. Su actitud hacia el movimiento feminista fue deplorable y claramente destructiva.
—Dices que la línea dura en su círculo cercano se ha impuesto. ¿No crees que es más bien el Presidente y que sus colaboradores actúan conforme él les dice?
—Es lo mismo, esto es, si el Presidente es el de la línea dura, entonces serán los duros en su equipo los que prevalezcan. Los otros mantendrán una postura cuidada para no perder interlocución. Es evidente que en comunicación, en materia económica, particularmente en el sector de energía, así como en el tema de salud, incluyendo la pandemia del coronavirus, los duros son los que llevan la iniciativa, desde luego, empezando por él.
—Le cargas mucho la mano al subsecretario Hugo López Gatell a quien le dices no tiene escrúpulos; ¿le haces alguna concesión?
—Sí se la hago: es un excelente comunicador como propagandista de la 4T. Lo que necesitaba y quería el Presidente. Nadie hay en su gobierno con semejante capacidad. La cuestión es que es un hombre que ha perdido su condición de experto o de profesional para entrar en la puja política y lo hace sin pena, sin reservas, sin escrúpulos. Aludir al cariño que la gente le tiene al Presidente y que hace imposible que deje de recibir abrazos, no sólo es un acto de vergonzoso servilismo, sino un mensaje que va al Presidente, es un ejercicio de ostensible manipulación muy bien ejecutado por el momento, el lugar y la circunstancia. Sin duda, es un hombre muy hábil, al que creo lo debilitará al igual que al Presidente el irresponsable manejo de la amenaza del brote del coronavirus.
—Eso de que los empresarios le dan al Presidente lo que él quiere, pero no lo que necesita… ¿qué no es lo mismo?
—No. No es lo mismo. El quiere reconocimiento, aceptación por quienes antes fustigó y descalificó. Le gusta mucho al Presidente juntarse con los empresarios y así es porque obtiene eso, aplauso, reconocimiento, no de todos, sí de muchos y especialmente de Carlos Salazar del CCE. Lo que el Presidente necesita de los empresarios es inversión, no aplausos. Y los empresarios no están dispuestos, al menos en el gran volumen, porque el Presidente no ofrece confianza ni certeza. Y la confianza es muy fácil perderla y muy, pero muy difícil recuperarla.
—¿No crees que es una afirmación muy fatalista?
—Puede serlo en el sentido de que no hay remedio. El estilo de gobernar, su visión del poder y de la economía pertenecen a otro tiempo. Al presidencialismo autoritario lo enterró el fracaso de López Portillo. El Presidente no lo entiende.
ECONOMÍA DESASTROSA
—El gobierno ha sido cuidadoso con las finanzas públicas y hasta hoy ha habido un comportamiento responsable en el manejo de la economía y en el respeto al Banco de México, a grado tal que hay quien dice que es un gobierno neoliberal con vocación social. ¿No crees que los empresarios sí ven mejores condiciones que con el gobierno de Enrique Peña?
—Sí ha habido acciones para mantener el equilibrio financiero y la baja inflación, sin embargo, la orientación del gasto es un desastre y es claramente asistencialista. La inversión en infraestructura es un absurdo, especialmente en la refinería Dos Bocas, el sistema aeroportuario del Valle de México y el Tren Maya. Se dispuso de recursos que sirven para situaciones de contingencia que ahora se presentan. Hay muchos temas que no construyen confianza. El Presidente se muestra desinformado, caprichoso y particularmente sin sentido de la legalidad. Utilizar a la UIF para amedrentar adversarios le ha dado resultado, todos quietos, pero ha pagado un elevado costo en términos de confianza. La política de abrazos y no balazos al crimen organizado despierta la más elevada de las preocupaciones y no solo entre los empresarios. Su postura de no juzgar al pasado, especialmente al gobierno de Peña Nieto es totalmente contradictorio con la lucha contra la impunidad y el compromiso con la legalidad. Afortunadamente esta decisión no está en sus manos sino en la Fiscalía General de la República.
La imagen de venalidad del gobierno de Peña Nieto lo hace imposible de defender. Allí el presidente López Obrador gana y no solo con los empresarios.
—Finalmente, ¿crees que la amenaza del coronavirus, así como el movimiento feminista le haya quitado la iniciativa al presidente López Obrador?
—No sólo le quitó la iniciativa, le quitó la autoridad moral y lo mostró como un hombre autoritario, sin capacidad para entender al otro, intolerante y francamente manipulador. El problema que plantea el cornonavirus es considerablemente superior a todo lo ocurrido, sin hacer menos las demandas de las mujeres y del movimiento feminista o de las víctimas de la violencia. El Presidente es el único mandatario en el mundo, que yo conozca, que le de por minimizar la amenaza COVID19. Todos los presidentes o gobernantes del mundo, de centro, derecha o izquierda hacen lo contrario y así es por dos razones: porque la amenaza es real y porque requieren movilizar a la población para actuar responsablemente ante el problema. Si fuera el caso, muy probable aunque indeseable, que en las próximas semanas estemos en una circunstancia semejante a la de los países de Europa, la sociedad percibirá que el presidente actuó con negligencia y que no preparó al país para lo que podría ser una calamidad de proporciones mayores. No estamos hablando de que si el Presidente pierde estima social y capacidad de conducción. Es algo mucho más serio, más grave y con consecuencias lamentables no para el gobierno, sino para el país, para la sociedad mexicana. Es regresar a la conclusión al término de la presidencia de López Portillo, el presidencialismo autoritario no sólo es disfuncional a la democracia, sino una amenaza al país y al bienestar de los mexicanos.
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