
La mediación administrativa: justicia sin conflicto
¿Prohibir los narcocorridos nos acerca a la paz? La respuesta es no. Hacer solo eso nos deja en el mismo sitio. En los últimos días se ha construido un falso debate sobre el tema. Creo que algunas autoridades tomaron la decisión por pensar en lo que se conoce como “políticamente correcto” y otras para desviar la atención de lo que se esconde tras esas manifestaciones musicales.
Coahuila recuperó la paz en el sexenio 2011–2017. Se prohibieron narcocorridos, carreras de caballos, combates de gallos y los casinos. ¿Estas restricciones, por sí solas, lograron los buenos resultados? Claro que no. Lograr la paz demanda un amplio programa que se debe estructurar desde las causas y no a partir de los síntomas.
Al final, los narcocorridos se interpretan en palenques o ferias, en las cuales se desplazan productos prohibidos o se lava dinero. Lo anterior sin contar el gusto de criminales por estas prácticas y el espacio que tienen para aumentar su fortuna mediante el tráfico de apuestas. Incluso, es sabido que un buen número de ellos son propietarios de partidas de gallos o caballos de carreras. En pueblos y ciudades, las ferias son operadas por los delincuentes y la autoridad local no puede o no quiere evitarlo.
Días atrás, el Colegio de México, en su Seminario para la Paz, presentó un estudio que revela la producción y venta ilegal de cigarrillos. Uno de cada cinco proviene del crimen y, por lo tanto, representa ingresos, números más, números menos, de un veinte por ciento de lo que se genera por estas mercancías.
Y qué decir de las grandes cadenas de tiendas de conveniencia y la industria del alcohol, es evidente que han construido acuerdos con los criminales. Solo así, en algunas regiones, se explica la exclusividad en las ventas de determinados productos.
Prohibir por prohibir tiene poco sentido. Para cambiar la realidad, se requiere de una comprensión profunda de la misma. En el caso del crimen organizado, en especial el que tuvo su origen en el tráfico de droga, la reflexión va desde las condiciones geográficas hasta los factores económicos, sociales y morales de las comunidades que padecen la violencia. Solo entonces, las decisiones cobran sentido y son de utilidad.
Sin embargo, lo inicial es la voluntad para combatir al crimen; sin eso no hay buenos resultados. Los pocos éxitos en el país se deben a la acción de los gobernadores y la coordinación con la autoridad federal.
Hay que someter a los criminales, impedir que intervengan en la economía lícita, romper sus flujos financieros y llevarlos a la cárcel. Mientras tanto, si no es posible evitar que intervengan en palenques y ferias, es mejor cancelarlos. Tan sencillo: el dinero que se genera matará personas y las epopeyas de los bandoleros se cantarán como himnos en los narcocorridos.