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CIUDAD DE MÉXICO, 4 de diciembre (Quadratín México).- Ximena era una jovencita de 19 años que vivía con su familia en la zona residencial de Santa Fe. Su padre era un prominente empresario. Su mamá pese a que tenía una profesión, como toda ama de casa, siempre se dedicó al cuidado del hogar. Ximena recuerda que nunca les faltó nada; su educación la tuvo en las mejores escuelas privadas; viajaban de dos a tres veces por año a Estados Unidos o a Europa.
Su vida la transitó sin sobresaltos económicos, hasta que un día se acabaron las vacaciones, las escuelas particulares, los carros, la ropa de marca, el enorme y lujoso departamento en Santa Fe, las casas en la playa, las empresas y el patrimonio de ella y su hermano.
De momento su apacible vida se convirtió en llanto y gritos; la desesperación de su padre por verse en la ruina a consecuencia de las deudas de juego, lo sumió en una depresión que lo consumió llevándolo a la muerte, dejando como herencia deudas sobre deudas.
Hasta la muerte de su padre, ella y su hermano se enteraron que era un jugador empedernido.
Ximena ahora vive con su madre y su hermano en un pequeño departamento de un añejo edificio de la colonia Roma, pues además de que perdieron todos sus bienes, la familia y sus “amistades” les dieron la espalda.
A duras penas pueden sobrevivir con el trabajo de secretaria de su mamá y el de ella como promotora de teléfonos celulares. Ximena tuvo que abandonar sus estudios para apoyar a su madre con los gastos.
Historias como estas hay infinidad, en las que el juego patológico es la causa de familias desintegradas y en banca rota.
Hasta hace unas décadas la ludopatía era considerada como un vicio contraído por personas irresponsables y de voluntad muy débil. No obstante, hoy se sabe que es mucho más que eso.
Estudios realizados en algunos países demuestran que el juego patológico es una enfermedad crónica y progresiva que consiste en la falta de control de los impulsos y un deseo irreprimible de participar en juegos de apuestas.
El libro “Consideraciones Generales hacia la Prevención y la Atención del Juego Patológico en México”, editado por la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic), señala que al igual que un consumidor de drogas, los jugadores sociales, profesionales y problema, eventualmente pueden convertirse en jugadores patológicos.
El documento indica que de acuerdo a la versión más reciente del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, el juego patológico se integra en la clasificación de adicciones, por las similitudes tanto en su expresión clínica, etiológica, comorbilidad física y tratamiento con las adicciones a sustancias psicoactivas.
El juego patológico o ludopatía se refiere a las actividades en las que se realizan apuestas; incluye todos los juegos de azar, máquinas tragamonedas, bingos, casinos, loterías, cartas, ruletas, dados, dominó, pelea de gallos, entre otros, y más recientemente las apuestas por Internet.
El juego patológico se caracteriza por la preocupación por el juego, planificar el próximo juego o pensar en formas de conseguir dinero con el que jugar; necesidad de jugar grandes cantidades de dinero para conseguir el grado de excitación deseado.
Otro síntoma de este juego calificado como un comportamiento de juego desadaptativo, persistente y recurrente es la inquietud o la irritabilidad cuando se intenta interrumpir o detener el juego.
Otra señal del juego patológico es cuando éste se utiliza como estrategia para escapar de los problemas o para aliviar el sentimiento de desesperanza, culpa, ansiedad o depresión.
Cuando se pierde dinero en el juego, se vuelve otro día para intentar recuperarlo; se engaña al terapeuta o a la familia para ocultar el grado de implicación en éste; se cometen actos ilegales: falsificación, fraude, robo o abuso de confianza para financiar el juego.
El libro en el que también participó el Centro Nacional para la Prevención y Control de las Adicciones (Cenadic), dice que los jugadores se clasifican en sociales, profesionales, problema y patológicos o ludópatas.
El social juega por placer con amigos y compañeros, dedica una cantidad de dinero asumible como un límite de tiempo. Inicia y finaliza el juego cuando lo desea sin crearle malestar el interrumpirlo o no jugar. Su práctica no le produce problemas económicos, personales, laborales o sociales.
El profesional se dedica a él para ganar dinero; no tiene implicación emocional en las apuestas. Suele jugar en casinos.
El jugador problema generalmente tiene problemas económicos por esta causa; tiene menor control de la conducta del juego que el jugador socia, pero sin ser tan excesiva que el patológico, por lo que tiene el riesgo de convertirse en ludópata.
El jugador patológico se caracteriza por una dependencia emocional al juego, una pérdida de control respecto a éste y una interferencia con el funcionamiento normal de la vida cotidiana.
En promedio la duración para la instauración del juego patológico como tal es de entre cinco a 10 años, inicia con una etapa de ganancia y termina en una etapa de abandono o desesperanza.
La fase de desesperación inicia cuando el jugador patológico comienza a presentar conductas de fraude, robo, invención de negocios ficticios.
El libro califica ese momento como “cruzar la línea”, es decir, cuando se ven trasgredidos los valores propios del jugador patológico. Su capacidad para controlar el juego lo lleva a cometer actos delictivos para obtener más dinero, continuar jugando y ocultar su problema.
Dado los factores de riesgo, el juego patológico constituye actualmente un problema de salud mental al que se asocia un gran número de complicaciones personales, familiares y sociales, y aun cuando no hay datos de prevalencia, se ha emprendido una serie de acciones dirigidas a la atención de este trastorno.
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