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Itinerario político
Le pegaron de tiros. Murió muy cerca de lo que hoy es la Cámara de Diputados. En su pensamiento pesaba la buena fe, su concepción de hacendado, la formación en el extranjero y una extraña afición por hablar con los muertos. El magnicidio fue justo detrás de Lecumberri. Francisco Cárdenas, un gato de Huerta, asesinó a un patriota.
Madero cometió un buen número de errores; su concepto de Revolución tenía limitaciones y él carecía de formación política. Se dice que las dificultades con Díaz nacieron por una dotación de aguas que no le favoreció a su familia. Lo acusaron de tener cercanía con Limantour y, como prueba de ello, se menciona la comunicación que su padre sostenía con el poderoso ministro porfirista. Su ultimo y mortal yerro fue renunciar y, con ello, pensar que salvaría la vida.
Desató al tigre y cambió el rumbo del país. Su homicidio confirmó la incompatibilidad del antiguo régimen con el México que quería nacer. Madero llenó de porfiristas y familiares su gabinete. Mantuvo intacto al Ejército Federal y licenció las tropas leales. Para colmo, mandó de embajador a Washington a un tipo que se sometió a los intereses de nuestros vecinos.
Allende no renunció y decidió morir en La Moneda. Quiero pensar que conocía la historia de Madero y sabía que el chacal Pinochet, tan parecido a Huerta, lo mataría a traición. Pereció con un fusil en las manos. Documentos desclasificados por el gobierno estadounidense confirman que Nixon operó para derrocar al presidente socialista.
La suerte del coahuilense estaba echada. Su esposa fue ante el embajador Wilson a pedir su intervención para salvarlo. “¿y qué es lo que quiere que yo haga? -Quiero que usted emplee su influencia para salvar la vida de mi esposo. -Esa es una responsabilidad -contestó el embajador- que no puedo echarme encima, ni en mi nombre ni en el de mi Gobierno. Seré franco con usted, señora. La caída de su esposo se debe a que nunca quiso consultarme”.
Madero, eso pensaba, derrocó a Porfirio por encabezar una lucha en contra de la reelección. La injusticia del régimen fue el verdadero detonante de la guerra, y prueba de ello es que Zapata nunca dejó las armas. Por cierto, el Apóstol de la Democracia no consideraba la no reelección de diputados. Esta llegó cuando Calles, en pleno maximato, se propuso eliminar de las cámaras a figuras incómodas, pero diestras en las tareas parlamentarias. Una treta para concentrar el poder.
En su momento, el oriundo de Parras fue acusado de nepotismo: tres secretarios de estado eran tíos o primos. Dos hermanos diputados y uno más, jefe de operaciones en Torreón. Madero y varios de sus familiares perdieron la vida en una asonada que se fraguó en la embajada norteamericana.
Un poco de historia nunca sobra.