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CIUDAD DE MÉXICO, 14 de abril de 2017.- El principal objetivo de los Nazarenos que cargan su cruz por los ocho barrios de Iztapalapa, es pagar una manda, por algún favor recibido, o bien porque esperan que se les conceda un milagro, sin embargo, los diferentes motivos que tienen, son un verdadero secreto que guardan como el tesoro más preciado y solo lo comparten, en la mayor privacidad de sus pensamientos y corazones en comunicación con Dios, así de grande es su fe.
Pero así como hay quienes guardan con enorme recelo el motivo de sus mandas y promesas, existen quienes lo expresan con la alegría en sus rostros puesto que la mayoría tiene que ver con la salud recobrada, el trabajo adquirido o un milagro que trajo bienestar a la familia.
Ese es el caso de Christian, quien con apenas 9 años ya tiene 7 cargando su pequeña cruz aproximadamente 12 kilos, esto en agradecimiento por haber sanado de un soplo en el corazón, el cual «así de la nada», se le desapareció, relata la señora Rocío Peralta madre del pequeño y quien lo acompaña en su recorrido por los ocho barrios que realizan.
«Lleva siete años saliendo de nazareno, mientras Dios lo permita aquí seguirá. En un inicio fue por seguir la tradición de la familia, mi hermano lleva 21 años saliendo. Después le detectaron un soplo en el corazón y se lo encomendamos a Dios. Los doctores le prohibieron hacer ejercicio fuerte, pero de la nada se le desapareció el soplo, entonces si antes veníamos con fe, ahora vinimos con muchísima más fe», enfatizó.
Mientras que el pequeño Christhian aseguró que él lo hace porque le gusta y lo seguirá haciendo hasta que sea grande porque quiere hacer algún día el papel de Jesús en esta representación.
Este acto de fe convertida en tradición, pasa de padres a hijos, a nietos, quienes desde temprana edad comienzan a cargar su propia cruz. Acompañados por sus madres tres pequeños de 11, 9 y 7 años llevan emocionados sus cruces, solo por el hecho de seguir una tradición que su padres y familiares les inculcaron.
«Traigo a mis tres niños, el grande tiene como 10 años saliendo de nazareno y el más chico cinco; su papá les inculcó la tradición porque toda su familia siempre sale de nazarenos, y mis niños seguirán hasta que a ellos les guste y quieran, ahora lo hacen por tradición y por seguir al papá», señala la señora Luisa, quien asegura que se siente orgullosa y satisfecha de lo que hacen sus hijos por conservar las tradiciones.
A veces sin ninguna manda o necesidad en especial, simplemente como agradecimiento de lo que se tiene, de corazón como dice José Manuel Ledezma de 18 años y que a los 9 empezó a ser Nazareno y ahora carga una cruz de 70 kilos por los ocho barrios, y lo seguirá haciendo «hasta que aguante».
«Llevo nueve años haciéndola de Nazareno, cargando la cruz, nada más de corazón, de coraza, agradecimiento a Dios y solo le pido que le dé salud a mi hijo (…) Pienso hacerlo hasta que aguante, mi padre me lo inculcó y lo hacemos todos en la familia», señala.
Esa es la fe que se carga en Iztapalapa, que pasa de generación en generación, agradeciendo, pidiendo, pagando, pero siempre con el común denominador de la fe, el amor y como piedra angular, la familia que ayudan a sus nazarenos que cargar su cruz y a no permitir que muera la tradición después de 174 años.