La nueva naturaleza del episcopado mexicano
No existe duda sobre que las mujeres son el pilar de nuestra sociedad. Son quienes mantienen unidas a las familias, las que a diario demuestran la determinación para conquistar nuevos espacios en todos los terrenos, para mejorar sus condiciones, y al final, luchar por sus derechos.
De acuerdo a las conclusiones de investigadores y a autoridades, quienes están fallando en la mayor parte de los casos de violencia contra las mujeres, son los presentes en su entorno familiar, en su entorno más cercano, como son los amigos, los conocidos. Casi siempre ellos son los abusadores, por ello, cuando se investiga un feminicidio o violación, es el primer círculo donde inicia las averiguaciones.
De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas, aproximadamente de 87 mil mujeres son asesinadas en todo el mundo, unas 50 mil, es decir, el 58 por ciento, es a manos de sus parejas o familiares. Esto equivale a que seis mujeres son asesinadas cada hora por personas que conocen.
En México la cosa no es diferente, durante el año 2021 fueron asesinadas tres mil 462 mujeres, o sea representa un promedio de aproximadamente 10 al día. De esta cifra, dos mil 540 fueron víctimas de homicidio doloso, mientras que 922 sufrieron feminicidio por razón de su género, o sea, los conocidos como “feminicidios”.
Pero aunque suena grave esta situación, viene algo mucho más alarmante, de acuerdo al Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW), “el problema más hiriente, es el altísimo margen de impunidad”. Se estima que los delitos sin resolver superan el 95 por ciento y tan solo una de cada 10 mujeres denuncia a su agresor. Hablamos que es mucho más terrorífico lo que aun no se cuenta, lo que vive escondido.
Frente a este panorama, recuerdo una fructífera plática que tuve con la Dra. Ana Laura Magaloni, una abogada destacada, quien fuera propuesta para ocupar un lugar en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y con quien coincido en que es posible alcanzar un México con justicia, nos comentaba que la mayor parte de las agresiones contra mujeres proviene de su entorno cercano, ya sean familia, amigos, o conocidos; así que de aquí debería partir un análisis para desentrañar un problema tan arraigado.
Esta afirmación tiene un serio sustento, tan es así que México es el primer país del mundo en abuso sexual de menores, tal como lo documenta la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). De esas violaciones, el 90 por ciento perpetrado contra las niñas se produce en el interior de los hogares y en el entorno familiar, esto lo ha denunciado la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim).
No hablo de la violencia desmedida que sufrió mi familia, donde en la masacre del 4 de noviembre de 2019 asesinaron a tres mujeres y dos niñas, sino hablo de la violencia que avanza lento, escondida, y que todos los días nos sacude como sociedad.
Ante este escenario, una posible ruta para mejorar la situación de las mujeres, es prestando especial atención en resolver el tema de los feminicidios y violencia contra ellas, ya que relativamente sería sencillo porque en la mayoría de casos, es el entorno cercano y familiar, el culpable.
Entonces, el gobierno podría destinar recursos y sus capacidades, para dar prioridad a la atención de la violencia de género, reaccionar en tiempo real y dar el mensaje al mundo de que México se toma en serio la seguridad de las mujeres.
Si se puede combatir la impunidad con ese grupo, que sería el fruto más alcanzable, podríamos hacer frente a la impunidad en todos los delitos, con base en ese éxito. Con mujeres más seguras se puede alcanzar un cambio social, mejores relaciones con las familias y mejores oportunidades para todos, sería una victoria para el gobierno en materia de seguridad, y vaya que les hace falta mostrar resultados ya que hasta el momento han sido casi nulos.
Protegiendo a las mujeres, velaríamos por la mitad de la población y la otra, estaríamos respaldando incondicionalmente.