Escenario político
Martes 8
Las elecciones para la presidencia de los Estados Unidos se han convertido en un tema de seguridad nacional para todo el mundo… o casi. Y ese mundo ha seguido con azoro lo que ahí ocurrió a lo largo de los meses desde que a mediados de 2015 se decidieron precandidatos de cada uno de los partidos en pugna…
A lo largo de todo este tiempo, la mayoría fuera del país de Oz ha estado con el ‘¡Jesús!’ en la boca porque en gran medida lo que se ha visto en las campañas electorales ahí, semeja una tragedia griega en la que la autodestrucción es el clímax dramático y fatal. Los ciudadanos del día a día que habrán votado allá, construyen así su propia personalidad y definen su paso por la historia.
En el caso de México algunos insisten, aquí y allá, que de la misma manera nos irá tanto con la demócrata Hillary Clinton, como con el republicano Donald Trump: ninguno de los candidatos garantiza una mejor y más equilibrada relación, justa y con apoyo y respeto a los migrantes mexicanos y cada uno de los candidatos, a su manera, tienen su perspectiva muy particular de la relación que deben mantener con el país del sur que les es, asimismo, molesto, como necesario.
Y sin embargo, a diferencia que se quiere hacer del símil con el triunfo del republicano Ronald Reagan (1981-1989) o con el también republicano George W. Bush (2001-2009) que generaban pánico en México, lo de hoy es un asunto de personalidad. Aquellos presidentes respondían a sus intereses y al conservadurismo del partido Republicano; Trump no:
Trump responde a sus propias configuraciones mentales, a sus odios, a sus venganzas, a sus confrontaciones y a demostrar que él, por encima de su país, tiene la razón de un ultra conservadurismo inaudito para muchos en el mundo… y peligroso. Y tan dejó de ser republicano que ha confrontado, incluso, al propio partido que hoy se ha dado cuenta de que construyó a un monstruo que puede acabar, incluso, con él.
Los contendientes tanto la Demócrata, Hillary Rodham Clinton, como del partido Republicano, Donald Trump han tenido al mundo en vilo; y no porque su personalidad impacte o porque sus partidos generen polémica en base a sus principios o ideología… Sí porque son los candidatos más controvertidos que los estadounidenses pudieron encontrar en el camino de su democracia.
La señora Clinton es un personaje familiar para los estadounidenses. Digamos que ha vivido en el poder toda su vida profesional, ya como primera dama del gobierno de Arkansas (1983-1992) o como primera dama del país durante la gestión de su esposo Bill Clinton (1993-2001), ya como senadora demócrata (2001-2009) o como poderosísima secretaria de Estado de EUA…
Como primera mujer senadora de Nueva York, electa en 2000, luego del ataque terrorista en EUA del 11 de septiembre de 2001, respaldó las acciones militares en Afganistán; votó a favor de la resolución de la guerra en Irak, pero se opuso terminantemente a la administración de George Bush en el manejo de la guerra en Irak.
A su paso por el gobierno de EUA también ha dejado huella, y no precisamente por su transparencia, como ocurrió con el caso Whitewater cuando hubo una seria controversia por un conflicto de intereses del tipo legal. Al buscar los expedientes por los cuales se determinaba su participación, dijo que no sabía dónde estaban; dos años después fueron encontrados en el cuarto de libros de la Primera Dama.
O el caso de los correos electrónicos siendo ella secretaria de Estado, cuyo contenido extremadamente delicado a puerta abierta podrían causar daño a la seguridad nacional de su país; ella desmintió y muchos de éstos fueron borrados de forma sorpresiva; el FBI –dirigido por el republicano James Comey- ha insistido en encontrar delito a pesar de que la corte ya había dictaminado que no era el caso…
El caso de Trump es excepcional. Todavía en mayo de 2015 nadie daba un céntimo por él; era el chistosito de la fiesta. Un candidato empresario y millonario, sin ton ni son, al que los republicanos dejaron correr por sus dichos atrabiliarios e inconsistentes, aunque llenos de un profundo odio terrenal a lo que no fuera el tipo americano clásico: WASP – White Anglo-Saxon Protestant-.
Desde el inicio de su pre campaña en 2015 comenzó por lanzar diatribas y acusaciones a México y lo mexicano, particularmente a los indocumentados en EUA. Prometió construir un muro a lo largo de toda la frontera con el país del sur para detener esa ‘inmigración dañina’ y hacer que los mexicanos pagaran por la valla: ‘Violadores, violentos, peligrosos, dañinos…’ era lo menos que decía de los mexicanos que están allá y acá. Millones de sus seguidores aplaudían.
Luego acosaba ideas, gobiernos, estructuras, tanto internas como externas: dijo que ya estaba bien de que la OTAN se aprovechara de los estadounidenses y que los gobiernos europeos estaban atenidos a lo que hiciera Estados Unidos; que Obama ha sido el peor presidente de EUA en años. A los republicanos que se expresaron en contra de estas ideas los acusó de deslealtad y traición.
Pero más allá de todo este espectáculo trágico, en el fondo subyace un país en donde la mitad de sus ciudadanos repudian la inmigración latina, repudian la inmigración musulmana, quieren echar fuera lo que no sea ese mundo WASP. Un racismo y xenofobia insospechados a tal grado despertó en unos cuantos meses y exhibe a un país de profundas contradicciones y debilidades humanas.
En México la mayoría repudia a Trump por su odio a México y de los males el menos peor está en Hillary Clinton.
El tema aquí es que mientras los gobiernos mexicanos mantengan esa terrible debilidad estructural e institucional, con precariedad económica y financiera, con una población polarizada en lo económico y social…
… Con tal grado de pobreza y desahucio; con corrupción e impunidad que corre por las calles como agua sucia y su propia pusilanimidad frente a las intromisiones del gobierno de EUA en asuntos internos seguiremos siendo un país en donde las elecciones de EUA son la elección de nuestro propio futuro. Con Hillary o con Trump será, de otro modo, lo mismo.