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Teléfono rojo
La Revolución que ya no es
A la Revolución Mexicana como que ya le hicieron el feo. Por lo menos en lo que se refiere a festejos, celebraciones y días de exaltación nacional desde las instituciones de gobierno los 20 de noviembre de cada año.
Desde hace mucho como que el ánimo por llevar la fiesta revolucionaria en paz se ha transformado en un asunto del tono colegial, con micro desfiles y bandas sonoras de niños bien portados que marchan en los ámbitos escolares. Para muchos más en México es el festejo por un puente laboral maravilloso… Y hasta ahí.
Gobiernos emanados del partido político que exudaba revolución por cada poro decidieron dar por terminado el concepto y proeza que les dio sentido, por lo menos desde que llegó Miguel de la Madrid a la presidencia (1982-1988); así que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) el mismo que institucionalizó a la Revolución Mexicana y que por años no se les caía de la boca el ser representantes de aquellos que murieron por darnos patria, tierra, libertad, justicia, igualdad, educación, salud y pan que comer, pues ya no: a otra cosa, mariposa.
Los dos gobiernos del partido conservador de México (PAN) todavía más en silencio revolucionario.
Con todo, durante mucho tiempo los mexicanos nos debatíamos por celebrar dos gestas grandes y heroicas que nuestros maestros, mensajeros del pasado y arquitectos de nuestro futuro, y los libros de historia patria nos enseñaban: la gesta por la independencia de México que comenzó el 16 de septiembre de 1810 y la Revolución Mexicana que se supone que arrancó el 20 de noviembre de 1910: cien años después…
Ambas celebraciones estaban en el calendario cívico nacional como fechas intocables e inmarcesibles.
Nos tocaba el corazón la sola idea de aquellos hombres que daban su vida para que nosotros, los del futuro, tuviéramos patria y todo cumplido para todos. Era emocionante pensar en aquellos buenos y grandes hombres que lucharon en contra de la maldad de muchos otros, maloras seres humanos que nos querían quitar patria y libertad. La Historia de Bronce –que dijera don Luis González y González- se encontraba a sus anchas en estos espacios del nacionalismo mexicano.
En ambos casos, de buenas o de malas, los gobiernos revolucionarios llevaban a cabo la ceremonia del Grito la noche del 15 de septiembre por caprichos de don Porfirio Díaz que ese día cumplía años, así que el 16 era el gran desfile militar en donde la gallardía, la valentía, el honor y la dignidad militar estaban puestas a disposición de los mexicanos: “… un soldado en cada hijo te dio”.
Pero como que de pronto a los gobiernos del neoliberalismo les dio porque la Revolución había terminado, que ya estaba fuera de tiempo y hasta ‘demodé’. Y la bajaron al tono de los festejos de gobierno y poco a poco la redujeron al ámbito de lo escolar en donde los niños desfilan con uniformes impecables, con una bandera a toda asta, algunos vestidos y caracterizados como Zapata, Villa, Madero o como Patria: “impecable y diamantina”… y párenle de contar.
La Revolución Mexicana duró casi diez años y murieron aproximadamente un millón de mexicanos y un millón de otros mexicanos salieron del país, hacia el norte, hacia Estados Unidos en donde hoy son malqueridos por republicanos personalizados en Donald Trump.
Ganaron la batalla los constitucionalistas, no el grupo de agraristas o los de aquellos que querían cambiar y, por lo mismo, hicieron una Revolución. De todos modos se hizo una Constitución, la del 17 hoy tan rehecha en foto shop. Y en esa Constitución se plasmaron los ideales de ser una nación, libre, soberana, independiente y justa.
A lo largo de los años ese ideal de justicia para todos se fue transformando hasta llegar al modelo de la justicia selectiva y al modelo de una dictadura de partidos. En el país hay millones de mexicanos que viven en la precariedad absoluta, en la miseria y en el quebranto.
Casi sesenta millones de mexicanos son pobres-pobres; quince millones de estos están con el “¡Jesús!” en la boca porque no tienen ni para hoy ni para mañana, ni para ellos ni para su familia…
Y por todo eso que ya sabemos que ocurre aquí, entre violencia criminal, crimen organizado, complicidades, corrupción de gobierno y maltrato social, es probable que el gobierno emanado de la Revolución Institucional haya decidido mejor no dar la cara y dejar que estos días de reproche pasen de lado. La Revolución Mexicana concluyó y su saldo es negativo…
Un saldo negativo y no por culpa de todos los mexicanos, si en particular de unos que se adueñaron del gobierno, que se hicieron partidos políticos, todos ellos prometiendo justicia, y que al final de cuentas han construido a una nación con instituciones débiles así como con gobiernos débiles y fracasados.
Los hombres de la Revolución, aquellos de alforjas, de cananas, de pólvora en los dedos y de mirada expectante y esperanzada se morirían de la vergüenza por lo que hicieron con su Revolución. Y nosotros también.