Libros de ayer y hoy
La Reforma de la discordia
El viaje reciente del presidente Enrique Peña Nieto a Canadá resultó en un verdadero fracaso. No porque hubiera regresado con las manos vacías, como son esos poco más de cinco acuerdos firmados con el país socio del TLCAN –¿a quién benefician? — o porque se anunció que los mexicanos no necesitarán visa para ir al país de la hoja de maple, aunque aquel gobierno ha impuesto una serie de filtros de acceso que equivalen, de otro modo, a la visa exigida.
Aparte, una serie de inconvenientes de imagen hicieron que la figura presidencial fuera objeto de críticas y aun mofas: lo de la imagen de tres presidentes menos uno viendo los edificios de Canadá y en donde el Ejecutivo mexicano parecía ser el invitado no deseado; o cuando el presidente Obama replicó al mexicano sobre ‘su populismo’ (ahora los defensores de Peña Nieto dicen que es cuestión de semántica) o lo del magisterio y el maestro Trudeau y tal: un fracaso de imagen.
El presidente Enrique Peña Nieto ha perdido el favor de millones de mexicanos. La manera cómo se hizo escarnio de esos detalles tiene el sentido del desahogo y el enojo. Si él fuera un Ejecutivo querido, respetado y cuya gestión estuviera rubricada por el cumplimiento de promesas de campaña, nulas contradicciones, y poca alfombra roja en donde predomina un sentido empresarial de la presidencia y un sentido monárquico y frívolo familiar.
Si el presidente fuera un presidente cuya imagen estuviera sostenida por obra y gracia de su esfuerzo en favor de todos aquí, con sentido de lo social definido y favorable; con sentido democrático y de transparencia en cada uno de sus actos, los mexicanos hubieran brincado, indignados en su defensa por la manera en la que –de grado o por casualidad– fue tratado allá.
Los mexicanos al grito de guerra hubieran recriminado esas acciones a cada mandatario extranjero y hubieran sacado el pecho para exaltar a su Ejecutivo y su representación nacional. No fue así. Y esto debe preguntárselo el mismo presidente y sus cientos de asesores y ad lateres…
Y ya en tierra mexicana, por estos días el asunto del narcotráfico, el crimen organizado, la violencia extrema y todo ese espectro terrible mexicano que llenaba planas y espacios en medios de información y digitales, pasó a segundo plano aunque el problema sigue al día de forma trágica.
Y como si fuera cosa de brincar la tablita “yo ya la brinqué”, ya en el país se debate lo de hoy: la confrontación entre los dirigentes de la CNTE básicamente en el sureste mexicano, y la debilidad del gobierno federal y los estatales para encontrar la ruta de solución.
Ya se ha dicho que la posición de los líderes de la CNTE es intransigente: derogar la Reforma Educativa del presidente Enrique Peña Nieto y recuperar viejos privilegios obtenidos por la venta de favores políticos al mejor postor. Los maestros de aula, como los ciudadanos de a pie en Oaxaca, son cautivos de estos intereses interminables de la dirigencia magisterial-CNTE.
En tanto, el gobierno federal es intransigente en revisar su ley educativa que es más laboral y administrativa que pro-calidad educativa; y con esto pone en riesgo la gobernabilidad del país.
Ya se sabe que la Reforma fue aprobada en el Congreso y en la mayoría de los congresos estatales; pero también se sabe que nuestros legisladores, pro-hombres del día a día, actúan más por consigna que por convicción, más por garantizar su futuro político que el futuro de los ciudadanos a quienes dicen representar, aunque nadie se los pidió; así que…
Hoy el queso está hecho bolas. Prácticamente se ha anulado a Aurelio Nuño Mayer, secretario de Educación, en el intento de diálogo entre representantes de la CNTE y el gobierno federal, encarnado en el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, que cada día se posiciona más fuerte para la pelea por la candidatura priista a la presidencia de la República en 2018.
Con todo, pagan justos por pecadores; y Oaxaca y Chiapas son el caso; sobre todo, el primer estado, que es el santuario en donde ha nacido-crecido-reproducido el liderazgo de la CNTE-S 22.
Mediante paros y bloqueos en los diversos accesos a la entidad, y dentro de ella, los dirigentes magisteriales, como en el pasado, han decidido presionar, aunque esto signifique el repudio de millones de oaxaqueños que se encuentran en condición de rehenes. Y extienden sus movilizaciones a la Ciudad de México consiguiendo el repudio de los capitalinos que sufren el caos por tránsito de por sí complicado con las medidas de gobierno local.
¿Por qué ese afán de los dirigentes de la CNTE por confrontar a la sociedad civil? ¿Por qué dañar la vida de muchos en favor de una causa que merece altura de miras, en tono de Estado y no en tono de confrontación? La democracia se nutre de muchas posibilidades y soluciones, pero parece que ninguna de las dos partes está dispuesta a ceder.
Y aun así, de pronto surgen defensores “de los maestros” en este movimiento; defensores que se asumen como justos y en favor de la libertad de expresión y en contra de la violencia, aunque esta violencia no mire a la que se asesta a 1.3 millones de niños tan sólo en Oaxaca o a millones de oaxaqueños que están impedidos en su libertad de tránsito y expresión.
Espejo de contradicciones hoy en México; quizá no acostumbrados a lo democrático se actúa más en tono defensivo que por razones de estado y de justicia para todos, con razón.
A un gobierno con una sociedad proclive a su favor le resultaría más fácil; un sindicalismo en defensa de los derechos justos y transparentes de sus agremiados tendría el apoyo asimismo justo de millones. Mientras tanto, y a riesgo de una caída, cada parte sigue brincando la tablita de uno a otro lado. Aunque una caída ahí, puede ser fatal para todos.