La nueva naturaleza del episcopado mexicano
El árbitro electoral sin árbitro.
Ya vimos el tono y la forma como se llevaron a cabo las elecciones del domingo 4 mexicano. Irregularidades, condicionamiento de programas sociales, regalitos-regalotes-regalazos, compra de votos, gasto-gasto-gasto federal, compromisos pendientes, facturas por pagar y todo para hacer ganar a quien no podía ganar: Alfredo del Mazo-Maza, en el Estado de México, por ejemplo…
… Naturalmente los cuantiosos recursos asignados para esto, los pagamos los contribuyentes porque esto, claro, no sale del bolsillo del dadivoso federal, pero si del sudor de la frente de millones de trabajadores…
Pero ahí no se agota la tragedia política que vivimos; en Coahuila las cosas se pusieron difíciles porque la indefinición del triunfante tiene que ver con una mala operación del Instituto Electoral Estatal, pero también del Instituto Nacional Electoral (INE) que juró y perjuró que garantizaría la transparencia y veracidad de estas elecciones.
De hecho, estos comicios ponían a prueba la probidad y el buen hacer democrático del INE y de los Consejos Electorales Estatales porque además de tener esta responsabilidad asumida voluntariamente por cada uno de integrantes responsables, también reciben salarios en extremo altos y beneficios insospechados: todo indignante porque los mexicanos, en un país empobrecido, tenemos que pagar muy cara la posibilidad de la transparencia electoral y el sueño de la consolidación democrática.
Por decir algo: al Instituto Nacional Electoral se le aprobó en 2016 un presupuesto para 2017 por ni más ni menos que $11,232 millones de pesos, los que se componen de rubros distintos, orientados a cumplir con su obligación incumplida:
Actualización de los Procesos Registrales Electorales $240,833,052; Desarrollo de los Valores Democráticos, Promoción de la Participación Ciudadana y la Educación Cívica $69,339,055 (¿Sic!); Innovación y Cambio Institucional $168,526,092; Mejoramiento operativo de oficinas $91,700,969; Presupuesto base $9,157,967,742; Proceso Electoral Federal 2018, $725,044,046
Procesos Locales Electorales 2017, $779,038,831; Proyectos $2,074,482,045: Suma los $11,232,449,787. Ni más, ni menos…
Y sin embargo estos rubros, que incluyen el inicio este año 2017 el proceso electoral de 2018 es apenas un atisbo de lo que seguramente solicitarán para organizar y cuidar las elecciones del año siguiente, que son convergentes porque se elegirá Presidente, gobernadores, legisladores y presidentes municipales…
Además de este presupuesto federal asignado, habría que sumar el costo de los Institutos Electorales Estatales que si bien dependen del INE también reciben recursos estatales para el desarrollo de sus tareas. Y a esta millonaria cantidad también hay que sumar lo que cuestan los Tribunales federales de lo electoral, así como los tribunales estatales: Todo un mundo para una democracia sin consolidar y, por lo que vimos este año, cada vez más lejos…
Y esto para nada, o casi nada. Esto es: a lo largo de los meses en que se llevaron a cabo las campañas electorales de los cuatro estados (Estado de México, Coahuila, Nayarit, Veracruz) estuvieron a la vista trampas, chanchullos, la famosa derrama millonaria de recursos, compra de votos anticipada, regalos y compromisos adquiridos. Todo estuvo ahí, como si no estuviera.
Pecados capitales en democracia ocurrieron en unos meses, semanas, días y aun la misma fecha de las elecciones. Y sin embargo el INE dice que el proceso fue ejemplar y que se llevó de forma “pacífica y ordenada en lo esencial” y bajo todas las reglas de la ley, según Lorenzo Córdova, presidente consejero… y
Eso dicen cada uno de quienes son cuota de poder de los distintos partidos políticos, porque son ellos y nada más que ellos, los partidos políticos, los que integran al árbitro que habrá de cuidar el proceso electoral de todo eso que sí ocurrió.
Y el consejero Ciro Murayama insiste en la defensa que ya tienen preparada: “Un fraude es un crimen electoral; por lo mismo, hay que tomarlo con mucha seriedad, ni desdeñar su dimensión sin más, ni darlas por buenas sin pruebas”…
Y decía hace tiempo un político marrullero-tramposo: “¿Pruebas? ¿Cuáles pruebas? Si yo estoy aquí por listo, no por pendejo…” Eso es: las pruebas que exigen los consejeros son invisibles, y lo saben, y lo sabían, y dejaban hacer, y dejaban pasar: omisión de omisiones.
Hoy comienzan a blindarse y a exigir pruebas. Hoy comienzan a decir que no se debe hablar de fraude.
Por supuesto que no hubo fraude: los votos están ahí; el problema no es de fraude, sino de procedimiento, porque la desviación de la democracia y de lo electoral ocurrió fuera de las casillas y tiempo atrás, a lo largo de meses, semanas, días, minutos… ¿Pruebas? ¡Vaya cara dura de estos señores!… y de los consejeros electorales estatales que, como en Coahuila, no sabían qué hacer y cómo hacerlo…
En fin, que el fracaso de estas elecciones es una enseñanza cruel, pero apenas un indicio de cómo se llevarán a cabo las elecciones de 2018 y con quién contamos para cuidar nuestro voto, nuestros fueros y privilegios: con nadie.