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Escenario político
Cárceles: ¿Exterminio premeditado?
A las 3:55 de la madrugada del jueves 6 de julio comenzó la masacre en el Centro Penitenciario de Las Cruces, en la zona suburbana de Acapulco. La parte oficial dice que fue una riña entre dos grupos de distintos módulos. Los reclusos, del Módulo de seguridad para reos federales, salieron con armas punzocortantes para agredir –dicen- a reos del Módulo tres.
Pero también se sabe que los hechos ocurrieron con armas de fuego y que hubo complicidad de custodios. “Los presos fueron ejecutados en medio de un ritual de la Santa Muerte y habría sido comandado, de acuerdo a las primeras pesquisas, por Manuel García, “El Meño”, y Óscar Silva, del Cártel Independiente de Acapulco”, según fuentes investigadoras estatales y federales.
Los hechos duraron seis horas y nadie hizo nada para contener la locura mortal de reos. Desde antes los guardias y las autoridades del penal sabían de la concentración de violencia y odio que se acumuló meses y semanas antes por el control del lugar y por la exhibición de fortaleza y violencia. Se cita principalmente a al Cártel Independiente de Acapulco y los de Beltrán Leyva.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos advirtió meses antes al gobierno de Guerrero como a las autoridades de este penal lo que podría ocurrir ahí: No se hizo nada.
Ese día por la mañana se encontró a 28 muertos. Dispersos. Algunos en el módulo de seguridad, en el bloque 1, dentro y fuera de la cocina, en el patio 3 y uno en el área de visitas conyugales. La autoridad fue prácticamente inexistente ahí y se investiga su complicidad.
Hoy se sabe que en casi la mitad de los 420 Centros de Readaptación Social municipales, estatales o federales o prisiones militares en México, los presos tienen el control: el de Las Cruces uno más.
Según la ‘filosofía’ de la readaptación y reinserción social: “El propósito central del tratamiento integral es el de proporcionar al individuo las herramientas necesarias para asimilar las normas y valores universalmente aceptados, así como la adquisición de hábitos, conocimientos y habilidades necesarias para el desarrollo de sus capacidades y con ello reinsertarse positivamente a su núcleo social y familiar…”.
Resulta que los reclusorios del país son cada vez más peligrosos para la convivencia ahí; son peligrosos por la carga explosiva de quienes ingresan, los grupos que se conforman, la exigencia de territorialidad, autoridad y predominio, por encima de otros, el famoso hacinamiento mortal en cárceles sobrepobladas; la personalidad delictiva y violenta de muchos reos y, por supuesto la complicidad de la autoridad carcelaria como también su ‘dejar hacer, dejar pasar’.
Las cárceles en todo el mundo son, en su mayoría, violentas y proclives a la confrontación; pero corresponde a la autoridad tener el control de estos espacios de penalidad para evitar hechos como la tragedia que ocurrió el jueves 6 de julio en Acapulco y como ya ha ocurrido en muchas ocasiones, más ocasiones de las que normalmente o lógicamente debieran ocurrir…
Por ejemplo: Tijuana en septiembre de 2008 cuando murieron en un motín 19 presos; en octubre de ese mismo año fallecieron 15 internos en un penal de Reynosa, Tamaulipas; en noviembre de 2008 también murieron ocho presos en una cárcel de Durango; cuatro días después seis reclusos murieron en un tiroteo dentro del penal de Mazatlán, en Sinaloa…
En Marzo de 2009 en un penal de Durango murieron siete reos; en agosto de ese año 20 reos murieron en el penal municipal de Gómez Palacio, Durango; luego 23 muertos en enero de 2010 también en Durango; en enero de 2011 murieron 11 internos en el mismo penal de Gómez Palacio; otros 9 también en Durango en mayo de 2011… y más; pasando por el 11 de febrero de 2016 cuando hubo 60 muertos en el motín de Topo Chico, en Monterrey…
Han ocurrido muchos más motines, muertes, enfrentamientos y descuidos, negligencia, abandono, y nulo sentido de la reinserción y rehabilitación de los reos: ya se ha dicho hasta el cansancio el famosísimo lugar común, que las cárceles en México son la gran escuela del crimen y la violencia…
¿Hasta cuándo? Es cierto: quienes están ahí, internos, en muchos casos son culpables por los delitos investigados y juzgados y deben purgar condena. Como también en muchos casos hay inocentes que son castigados por delitos no cometidos: todos ahí, hacinados y empequeñecidos en su condición humana.
Los reclusorios son la pesadilla mortal de la humanidad. Y por lo mismo debe ser el ejemplo de lo que no debe acometer cualquier ser humano en perjuicio de otros en su persona o sus bienes. Pero también es cierto que estos que delinquieron están ahí para aprender que la vida puede transformarse y prepararse ellos para recuperar el tiempo perdido en bien suyo y de su familia.
Ni una parte ni otra parecen estar de acuerdo en esta filosofía. Unos porque están dispuestos a ejercer la fuerza, la violencia y su patología mortal; otros porque están inmersos en un mundo de la lucha con el más fuerte, otros dominados por el extremo humano y la corrupción que vive ahí.
Todo un panorama mortal, peligroso y ajeno a los derechos humanos. ¿Qué va a hacer la autoridad del país, municipal, estatal o federal para solucionar esta tragedia permanente?
La solución está afuera, sin duda. La ética social urge. Como urge una autoridad que vele por la paz y la armonía social y no sólo interesada en su enriquecimiento.
Son causas de todo esto la pobreza, la marginalidad, el abandono, el desempleo, el abuso de gobierno, la corrupción. ¿Quién se hace cargo de eso? ¿Hasta cuándo? ¿Cuántos muertos más en cárceles mexicanas? ¿Es una forma de exterminio premeditado?