Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Crimen sin castigo
La violencia criminal está a la vista. No tiene control. No tiene reposo. Nos agravia ya por hechos o porque por inseguridad tenemos miedo; miedo a salir a la calle; miedo a quien nos mira de forma extraña; miedo a quien camina junto a uno; al que está ahí; a los autos que pasan a un lado y sus tripulantes nos ven de forma ‘extraña’… La sociedad mexicana tiene miedo en sus calles y en su casa.
Y no es por inseguridad propia, sí porque la violencia criminal en la mayor parte de la República Mexicana ha aumentado de forma extraordinaria. En algunos casos alarmante a más no poder.
La mezcla entre narcotráfico-crimen organizado-violencia criminal-delincuencia-corrupción-impunidad, hace que, según información pública, los resultados de octubre en México son de récord: “nunca antes se había matado tanto en tan poco tiempo. Son 2,764 asesinatos en el peor mes desde que se tienen registros.”
‘Cada 18 minutos se asesina a un ciudadano en nuestro país. 2017 se ubica como el año más violento en la historia de México.’
Esto tiene consecuencias efectivas: disminuye el flujo turístico hacia el país, aunque el gobierno federal y los estatales insistan en que estamos recibiendo turistas extranjeros a granel. No es tan así. Con toda frecuencia, tan sólo en Estados Unidos, se lanzan advertencias de riesgo en México. En Europa se hacen recomendaciones, asimismo, por la criminalidad e inseguridad para el viajero.
Inversionistas extranjeros lo piensan seriamente antes de decidir invertir en México bajo riesgos de inseguridad y de corrupción en los procesos de investigación y ministeriales. Todo se contrae y genera una especie de pánico casi silencioso en el que autoridades y habitantes en México no se encuentran en la misma línea de entendimiento.
¿Qué fue lo que pasó aquí? ¿Por qué ese incremento desmesurado en unos cuantos años y, sobre todo, ese crecimiento criminal en unos cuantos meses?
Diversos factores contribuyen a esta situación. La primera de ellas radica en la impunidad y la corrupción que permite este panorama trágico. La segunda es la pobreza: la lucha cotidiana por el sustento con resultados insuficientes genera indignación y una forma de rebelión social de quienes se sienten excluidos…
… El desempleo; el empleo informal siempre a la deriva; la mala calidad en la educación; la burocratización de la vida pública; por supuesto y los salarios mínimos que no son mínimos, sino micro: 8.32 de incremento este año es no sólo ofensivo, sino indignante.
Por supuesto esto también cuenta, pero no se dice cuando se trata de revisar las razones de esa alza criminal que también cuenta con aliados: de un tiempo a esta parte, sobre todo en este sexenio de Enrique Peña Nieto y con la complacencia o indiferencia de gobernadores estatales y presidentes municipales, muchos mexicanos están siendo armados con armas que provienen, sobre todo, de los Estados Unidos de América…
…Ya porque se adquieren de forma personal o porque llegan remesas para nutrir no sólo al crimen organizado sino a ciudadanos que presumen que es para su defensa pero que, en muchos casos son para la ofensa a otros ciudadanos.
El temor de hoy es el saber o no si alguien tiene un arma para agraviar. Los asaltos cotidianos ahora no son del sutil que eran –y no por halago de esa extraña forma de delincuencia–. Antes los asaltantes no mataban a las víctimas que se oponían: acaso dos o tres mamporros y obtenían su beneficio maldito.
Hoy en las ciudades, en el campo, en el transporte, en los caminos, en la calle cualquiera tiene un arma. Y la usa si quien es sometido ‘se pone al brinco’. La consigna dolorosa es: “si te van a asaltar no opongas resistencia, entrega lo que piden, pero que no te maten”: esto que es una conseja, es una tragedia social e individual.
Pero sobre todo habla de un gobierno federal y estatales que han sido incapaces de solucionar estos incrementos. ¿No es esto ingobernabilidad?
Acaso porque sus protocolos de seguridad no son los apropiados, en eso de que hay que prevenir antes que perseguir, según la regla de hoy; no obstante esto genera seguridad en la delincuencia. Cometer el delito pues no será perseguido. Y si es encontrado en delito, la nueva Ley Acusatoria podrá ayudarlo “si resarce el bien sustraído” o si no hay pruebas contundentes de su delito o “se cometieron errores de procedimiento”…
Así que los mexicanos de la mayor parte del país estamos con el “¡Jesús! en la boca” en tanto que el gobierno mexicano insiste en que aquí no pasa nada más que “el nacimiento de las rosas”. Es una forma de ingobernabilidad que tiene formas de crueldad y de violencia social.