Abanico
Por Bryan LeBarón
En febrero del 2006, el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador dio señales por primera vez de pretender regresar el Ejército a los cuarteles, aseguró que era “una institución que debemos cuidar todos… su encargo es defender la soberanía nacional… una nueva Policía Federal debe ser la que se haga cargo de la seguridad pública del país… No debe seguir exponiéndose al Ejército, ni socavarlo, regresarlo en la medida que se va profesionalizando la policía y eso nos llevará seis meses”.
Parecía que tenía un programa para atender la inseguridad del país, para frenar la violencia y regresar la paz a las comunidades a lo largo y ancho de México, y uno de los pasos era alejar de las calles al Ejército, así lo afirmaba y reiteraba en bastantes ocasiones.
En ese 2006, no pudo desarrollar su teoría sobre el lugar que debía ocupar el Ejército.
Siete años después, desde Coahuila, López Obrador pidió al que era titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, que los militares regresaran a los cuarteles, le exigió muy enfático «No continuar con la política coercitiva, pues no se resuelve nada con el uso del Ejército, Marina, policías, cárceles, amenazas de mano dura… «
Así que todo indicaba que el primer día que tomara posesión, se daría la instrucción de que el Ejército regresara a prepararse para proteger la soberanía nacional desde sus cuarteles; así como una profesionalización de las fuerzas federales, quienes desde la calle procurarían la paz y seguridad de todos los mexicanos.
Van tres años de mandato, comienza la segunda mitad y nada ha cambiado, al contrario, la inseguridad está a tope, y el número de elementos castrenses en las calles está en números sin precedentes.
Hoy de acuerdo a organizaciones y algunos medios, más de 80 mil elementos del Ejército están interviniendo en tareas de seguridad pública en apoyo a las policías locales. Esta cifra representa la más alta desde 2006, cuando señaló que no deberían estar en las calles, y desde que inició la guerra frontal contra el crimen.
Lo que evidencia que el hoy presidente, el otrora candidato, no tenían el diagnóstico correcto para el país, no tenía la forma de cómo atender sus conflictos, cómo atenuar la violencia y poder desprenderse del doble discurso para poder legitimarse.
Si la estrategia de mantenerlos y aumentar su presencia en las calles hubiera dado resultados, no habría voz capaz de criticar al presidente; sin embargo, los índices de violencia son históricos, hemos pasado por las jornadas más violentas desde que se tiene memoria, y el panorama no resulta promisorio.
Además, hace unos meses el Índice de Paz México 2021, que elabora el Instituto para la Economía y la Paz (IEP), señaló que el impacto de la inseguridad en la economía de México ascendió a 4.71 billones de pesos, lo que equivale al 22.5% de su PIB.
Tener este ambiente incontrolable le está costando mucho al país, no sólo económicamente, si no en pérdida de vidas humanas, que debería ser el centro y corazón de la función de cualquier gobierno.
Faltan tres años para que salga el presidente, y sin duda la historia lo juzgará y quedarán sus palabras cimentadas en la memoria de los mexicanos. Espero que en cualquier momento dé un vuelco impresionante y a todos los que criticamos, nos quedemos asombrados. Mientras, la presencia del Ejército en las calles crece, al mismo ritmo que los homicidios, el desplazamientos, y la violencia, y eso duele.
No defiendo ni ataco la presencia del Ejército en las calles, lo que critico es que es parte de una estrategia que aún no ha funcionado. Aunque si su visión era convertir a México en un gran cuartel, los soldados están en el lugar correcto.