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CIUDAD DE MÉXICO, 12 de agosto de 2017.- Al subrayar que es imposible separar racismo de clasismo, pues asociamos piel morena con pobreza, y tez blanca con belleza y éxito, el profesor Federico Navarrete, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, expuso que México es un país racista y seguirá siéndolo mientras se crea mestizo, pues el origen de su propensión a discriminar surge de la idea de que nos debemos mezclar e inicia en casi todas las familia.
“Este concepto, pretendidamente incluyente, en realidad excluye, pues define quién puede ser integrado y quién no, y deja de lado a grupos poblacionales importantes como los indígenas, a las personas de origen africano o asiático, o a los inmigrantes judíos y a otros grupos supuestamente incapaces de asimilarse”, agregó.
Deseamos el blanqueamiento de los indígenas, pero jamás la indigenización de los blancos, aseveró Federico Navarrete.
Para el también escritor, el mestizaje es una idea racista pues, aunque enarbola la combinación genética de sujetos con características distintas, argumenta que la porción europea es preferible a la americana. “Deseamos el blanqueamiento de los indígenas, pero jamás la indigenización de los blancos”.
A decir de Navarrete Linares, en este rubro se busca mayor blancura y europeización, y así lidiamos con una ideología parecida a las imperantes en Sudáfrica, Estados Unidos o Alemania en la primera mitad del siglo XX, con la única variante de que la segregación aquí se practica por la mezcla y no por la separación.
No obstante, pese a haber encontrado similitudes entre la manera de discriminar en territorio nacional y la ejercida en otros países, el académico pidió no generalizar, pues la nuestra es muy particular.
“Subrayar que el racismo mexicano es diferente al de EU es una invitación a entender sus características, pues el nuestro es un caso nacional dentro de un fenómeno internacional y en ese sentido tiene elementos en común con otras manifestaciones, pero es distinto”.
Racismo y clasismo, dos caras de la misma moneda
Al aseverar que México es un país racista, siempre alguien lo niega espetando el mismo argumento: “¡Eso no!, lo que somos es clasistas, que no es igual”, lo que para Federico Navarrete sólo reafirma lo primero, pues ambos conceptos son dos caras de la misma moneda.
“Hacer esta distinción es fútil porque en México, desde el siglo XVI, el privilegio está vinculado a la procedencia. Desde el régimen colonial español las mejores posiciones sociales se han reservado a gente de origen europeo y eso hizo que las diferencias en la sociedad novohispana fueran de casta y no de clase”, refirió.
Dichas condiciones se mantienen y por ello en México las divisiones de clase y la estratificación social y económica se ligan a elementos de origen continental, es decir, a quién es europeo y quién indígena o de procedencia africana o asiática, y al lenguaje, pues el país siempre se ha puesto a los hispanoparlantes muy por encima de los hablantes de las 68 lenguas originarias que tenemos.
“Es imposible separar racismo de clasismo, tanto a nivel histórico como en la práctica social, pues en el último ámbito tendemos a leer la posición de las personas a partir de prejuicios y asociamos a las de piel morena con pobreza y menor educación, y a los de tez blanca con privilegios, sofisticación, belleza y éxito”.
Además, el argumento de que la discriminación por raza o por clase son dos cosas distintas tiene una falla moral, pues parece un intento por hacer ilegítima a la primera y darle carta de aceptación a la segunda, cuando ésta también debería ser combatida, explicó.