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Inicia en Mixquic programa Territorios de paz e igualdad
CIUDAD DE MEXICO, 29 de septiembre de 2017.- Rosa Gutiérrez Serrato junto con sus hijos reparó hace un mes su domicilio, ubicado en la calle Pingüino, en la colonia Del Mar y se gastaron 50 mil pesos en poner un nuevo patio, arreglar la cocina y unas escaleras.
Pero el terremoto del 19 de septiembre abrió grietas que ahora hacen inhabitable la casa, dijo a Quadratín Norma Tinoco, hija de Gutiérrez Serrato. Amable, serena, ofreció un recorrido por el primero de los dos pisos de la construcción; mostró una fractura entre el primer y segundo nivel, en una parte de lo reparado, en la cocina señala una grieta en el suelo que resanaron luego del sismo porque aún no sabían que debían salir de ahí, y más adentro muestra, en medio del paso, una fractura más.
Ella y su familia sabían que la casa estaba mal, pero comenzaron a preocuparse cuando ingenieros civiles, que acudieron el 21 de septiembre como voluntarios a revisar las construcciones, pusieron una regla paralela en su fachada y notaron una inclinación de tres grados.
Dos días después fueron otros y les sugirieron que desalojaran porque ya no era habitable; como si hiciera falta una prueba más, el 26 de septiembre los ingenieros acompañados de profesores notaron que la inclinación había pasado de tres a ocho grados.
En labor hormiga han sacado sus propiedades, a una calle cuyo suelo está resquebrajado y en un segmento con un hundimiento como de 60 centímetros a lo largo de varios metros que hace imposible que pase cualquier vehículo.
Tinoco expresó su preocupación por la falta de seguridad, ya que en las noches han ocurrido algunos delitos, y esa es la razón por la que no se aleja de su casa, que aún tiene cosas de la familia y personales.
Recordó que la calle siembre ha tenido grietas e incluso hace dos años le solicitaron a la delegación impedir el paso de transporte pesado en las calles de Aleta y Sirena para no dañar la calle, pero la administración delegacional de Rigoberto Salgado los ignoró.
Algo similar a lo que les ha pasado en la situación posterior al sismo, en la que apenas fueron visitados por un funcionario de Protección Civil de nombre Antonio Rangel Lara, quien les hizo preguntas y en un documento plasmó que había inclinación notoria de la edificación o de un entrepiso; daño severo en muros no estructurales o escaleras; grietas, movimiento o deslizamiento de talud; y pretiles, balcones y otros objetos en peligro de caer.
Pero ya no regresó y ellas decidieron pedir ayuda a la delegación, un dictamen oficial para que puedan cobrar ayudas ofrecidas por el gobierno capitalino, como son los tres mil pesos de renta, pero en el edificio delegacional le dijeron que ya no hay delegado y otros funcionarios no la atendieron.
En tanto espera el documento oficial, platica con otras personas también damnificadas, pero que cuidan sus casas. Intercambian charlas, como que algunos ingenieros han metido varillas en la casa de enfrente –que también es de una familiar suya– y que introdujeron tres metros y no tocaron fondo, lo cual es un pésimo síntoma.
Como en otras zonas de la ciudad, la ayuda de la sociedad civil ahí también ha llegado, en menor proporción, y la que distribuyen voluntarios de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) se hace luego de que comprueban que quienes la piden realmente tienen dañadas sus casas. Ello debido a que había falsos damnificados que pedían ayuda pero no la necesitaban.
Norma también desliza algunos temores generados por rumores de la gente: que la grieta puede convertirse en socavón, que se extiende hasta Xochimilco o de allá viene, para el caso es igual, y las combina con preocupaciones cotidianas, como el hecho de no trabajar ante el paro obligado de las escuelas, ya que ella se dedica a tomar fotos para documentos oficiales.
Es un día en Tláhuac, donde a diferencia de otras zonas afectadas por el terremoto del 19 de septiembre, la presencia oficial escasea –tampoco hay marinos o soldados– y son los vecinos los que ayudan a los damnificados.