Cae El Cholo Palacios, presunto jefe de plaza de Guerreros Unidos
MORELIA, Mich., 11 de mayo de 2017.- Mireles acabó minado. Lo abatió la cárcel, le enfermó la celda. Pero, el viacrucis terminó, al menos momentáneamente.
Seguirá enfrentado su proceso penal, ese que le endilgaron por no seguir la ruta del Gobierno federal, por no someterse al lineamiento castillista, por alentar la intromisión de criminales embozados en autodefensas, pese a ser identificados como agresores y transgresores de los terracalenteños.
Esta no es una victoria pírrica. Es una victoria justa, apegada a derecho, humana, quizá ajustada a la presión social. Apenas unas horas antes de la determinación del juez quinto, la Permanente del Senado de la República había aprobado el punto de acuerdo para aterrizar el tema de la Ley de Amnistía que empujó la michoacana, Luisa Maria Calderon Hinojosa.
Mireles Valverde fue detenido en junio de 2014, junto a decenas de sus leales seguidores. Emprendido avance y ofensiva; rescate de espacios, pese a las advertencias de Castillo. Él, el representante presidencial, se afianzó, por su parte, en el G250, un grupo de gatilleros, muchos de ellos “perdonados” del poderoso Cártel de los Caballeros Templarios, encabezados El Amaricano, para proseguir la limpia de los criminales que huyeron hacia las zonas serranas. Eran la avanzada. Eran los de choque.
Pero no se compartió la estrategia con Mireles, tampoco con Hipólito Mora, otro similar a Mireles y que se mantiene en la raya, aunque con pocos alfiles. A todos los opositores a Castillo les fue mal. Fueron abandonados a su suerte, salvo a Papá Pitufo, quien está integrado en las fueras convencionales.
En diciembre de 2015, las trincheras Hipólito Mora fueron violentadas por los gatilleros de Simón, el Americano. Eso fijó la caída de la estrategia federal en el combate a los grupos delictivos, que se acentuó en enero de 2015, cuando la Policía Federal abatió a media docena de civiles en las calles de Apatzingán, presuntamente vinculados al grupo criminal de Los Viagra.
Castillo Cervantes no concluyó su misión por el acuerdo multipartista, que antecedió un proceso electoral en un estado aún incendiado por la criminalidad.
En enero de 2015, Miguel Ángel Osorio Chong, el titular de la Segob, agradeció la labor del mexiquense y anunció su salida de Michoacán, pese a la tarea inconclusa y a no gestar plenamente a las fuerzas policiales estatales, de las que prometía sería una policía de primer mundo.
La crisis y diferendos entre Mireles y Castillo entraron a los medios, donde las diferencias en la estrategia fueron abismales.
Acusaciones mutuas, advertencias y amenazas, llenaron páginas periodísticas. El poder se impuso y el desacato de Mireles concluyó con su detención y la de cientos de autodefensas, muchos de ellos que actuaban al margen de la ley y se ampararon en las armas entregadas por el gobierno para el saqueo y la rapiña.
Mireles ya tiene el pie derecho afuera de la prisión. Ya no quiere pedos. El corazón que en su momento entregó por Michoacán, ahora debe ser atendido. Pero, según su familia, su corazón sigue en Michoacán, por Michoacán, los michoacanos, y la búsqueda de la justicia y la legalidad.
¡Mireles ya está libre!