La nueva naturaleza del episcopado mexicano
En medio de un proceso electoral que debería ser un faro de esperanza para la democracia mexicana, nos encontramos inmersos en una oscuridad inquietante.
Este proceso electoral se está desarrollando en un clima de violencia sin precedentes, y no podemos ignorar el papel que ha desempeñado el partido en el poder, Morena, en la creación de estas condiciones peligrosas.
Ser el partido en el poder no solo implica el ejercicio del gobierno, sino también una gran responsabilidad frente a la sociedad. La principal es fortalecer la democracia y garantizar que la voluntad popular se exprese de manera libre y segura en las urnas.
Sin embargo, lamentablemente, en lugar de fortalecer la democracia, Morena parece haber sembrado las semillas de la violencia y la intimidación en el proceso electoral actual.
Las campañas han sido marcadas por una serie de incidentes violentos, que van desde amenazas y agresiones contra opositores y funcionarios electorales hasta el asesinato de candidatos, líderes comunitarios y activistas políticos.
Estas acciones no solo atentan contra la integridad de los candidatos y funcionarios, sino que también socavan la confianza en el proceso electoral y amenazan con debilitar los cimientos mismos de nuestra democracia.
Morena, como partido en el poder, tiene una responsabilidad particular en la prevención de la violencia política.
Como la fuerza dominante en el gobierno, tiene el deber de garantizar la seguridad de todos los actores políticos y de trabajar activamente para prevenir y castigar cualquier acto de violencia o
intimidación.
Sin embargo, en lugar de cumplir con esta responsabilidad, hemos visto una serie de acciones y omisiones por parte de Morena que han contribuido al clima de violencia actual.
Desde la tolerancia hacia los grupos delincuenciales hasta la retórica incendiaria que estigmatiza a los opositores políticos y periodistas, el partido en el poder ha creado un ambiente propicio para el surgimiento y la proliferación de la violencia política.
Cuando la violencia se impone a la voluntad popular, la legitimidad del gobierno y de las instituciones democráticas se ve seriamente comprometida.
La democracia requiere un entorno en el que toda la ciudadanía pueda participar libremente en el proceso político sin temor a represalias o intimidación.
Es urgente que Morena asuma su responsabilidad y tome medidas concretas para prevenir y castigar la violencia política. Esto incluye garantizar la seguridad de todos los actores políticos, promover un clima de respeto y tolerancia en el debate político y trabajar en estrecha colaboración con las autoridades para investigar y castigar cualquier acto de violencia o intimidación.
En última instancia, el futuro de nuestra democracia depende de nuestra capacidad para defenderla de aquellos que buscan socavarla mediante la violencia y la intimidación.
Es hora de que Morena reconozca la gravedad de la situación y tome medidas decisivas para restaurar la paz y la seguridad en el proceso electoral. La democracia mexicana no merece nada menos.