Le dan 100 años de cárcel por crimen de 5 de una familia en Acapulco
CIUDAD DE MÉXICO, 16 de julio de 2017.- La sangre corre en el sistema penitenciario a causa de la descomposición y la obsolescencia de políticas penitenciarias, cuyo objetivo principal queda lejos de cumplirse, advirtió la Arquidiócesis de México.
A través de su editorial Desde la fe, titulada este domingo: Descomposición del sistema penitenciaria, la Iglesia católica lamentó que, en las últimas semanas, la opinión pública ha sido impactada por las noticias de los hechos ocurridos al interior de algunos centros de readaptación social, donde los motines han tenido trágicos desenlaces.
Al recordar que la batalla por el control del centro de reinserción social Las Cruces, en el municipio de Acapulco, dejó un saldo de 28 muertos, criticó que este motín se suma a muchos otros ocurridos en el país, como el de la penitenciaría de Reynosa, a principios de junio, cuyo saldo fue de siete personas asesinadas, entre custodios e internos.
«Las noticias no son nuevas cuando reiteradamente vuelven a darse los mismos hechos sucedidos en el pasado. El narco se adueña de las cárceles, grupos delincuenciales operan desde los centros de readaptación, en colusión con los trabajadores y responsables de los reclusorios y centros de reinserción social. Y, por otro lado, está la degradación de ese mismo sistema, que se ha visto rebasado por la realidad, pues a pesar de una cantada reforma penal no se ha logrado resolver el gran problema que subsiste en las cárceles del país», abundó.
Subrayó que, en 2016, el informe del Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) dio cuenta de las graves deficiencias que observó durante su visita a centros de readaptación del ámbito estatal y federal.
La CNDH informó del hacinamiento en áreas que rebasan de manera importante su capacidad. En dormitorios donde deben convivir cuatro personas, se encuentran amontonadas hasta 30. Abunda la enfermedad ante la carencia de materiales médicos suficientes y atención profesional para los internos, además de la proliferación de las drogas, la expansión de las adicciones y el abuso de los grupos vinculados al narcotráfico.
«Pero tales irregularidades no se dan simplemente como fruto del azar. Arriba hay responsables que, al final, son el eslabón que cierra esta cadena siniestra de corrupción. Reos y procesados son peones de esos patrones del crimen, y ahí están directores y funcionarios de alto nivel, quienes encumbren el estado de descomposición que los enriquece. Echar la vista hacia otro lado, sería iluso e irresponsable», advirtió.