Lilia E. Cárdenas Treviño, líder social y promotora cultural
CIUDAD DE MÉXICO, 24 de diciembre de 2018.- El presbítero Sergio G. Román describió al semanario católico de la Arquidiócesis Desde la Fe, la tradición del nacimiento del Niño Jesús o Belenes que llegaron de España.
El tema del nacimiento de Jesús, por la ternura que entraña, ha sido privilegiado por los pintores y escultores sacros. En nuestra Catedral de México, en el altar de los Reyes, lucimos precisamente una pintura de la adoración de los Reyes.
¿Cuándo pasó el nacimiento del recinto sacro al hogar de los cristianos?
La tradición nos lleva a san Francisco de Asís, en el S. XI, cuando en la población de Greccio, en Italia, con una gran devoción y con una gran alegría, representó el nacimiento de Jesús ¡en vivo!
Desde ese momento, comienza a extenderse por el mundo cristiano la costumbre de representar el nacimiento de Jesús con figuras fabricadas en diferentes materiales, pero siempre con esas dos constantes: devoción y alegría.
Cuando comenzó el protestantismo se trató de sustituir la costumbre del nacimiento con el árbol de Navidad porque los protestantes y evangélicos tienen prohibido hacer imágenes, y de allí viene el auge del árbol navideño que los católicos hemos asumido sin mayor problema.
El nacimiento en México
A nuestra patria nos llegó la costumbre, como toda nuestra fe, desde España donde todavía existe muy arraigada la tradición de los “Belenes”, que así llaman a los nacimientos.
En la sacristía de la antigua Basílica, cuando yo era niño, me gustaba contemplar un nacimiento con figuras talladas en marfil, de las cuales todavía se conservan algunas en el Museo. Estas figuras se hacían en las Filipinas y eran traídas a Acapulco en la famosa Nao de China, en tiempos de la Colonia.
Casi todos los estados de la República fabrican sus nacimientos tradicionales y los hay en todos los materiales: en barro, en cera, en hojas de maíz, en madera, en lámina policromada, en vidrio…
En Navidad suelen exhibirse algunos nacimientos que se han hecho notables por su belleza, en los museos y en las galerías de exposiciones. También es frecuente ver concursos de nacimientos que premian la creatividad y la belleza.
¿Qué es un nacimiento?
En muchos de nuestros hogares se acostumbra tener un rinconcito en el que ponemos nuestras imágenes favoritas y ante ellas oramos. Decimos que ese rinconcito es nuestro “altar”. Bueno; eso es precisamente un nacimiento: un altar ante el que hacemos oración y meditamos en el maravilloso acontecimiento del amor de Dios que nos regala a los humanos a su Hijo unigénito para que, hermanado con nosotros, nos haga hijos de Dios también. El nacimiento no es un juguete, aunque nos encanta y nos divierte porque va directo a nuestra fantasía. En palabras de hoy, diríamos que es un auxiliar didáctico que ilumina nuestra fe y le da cauce a nuestra devoción.
Un acontecimiento familiar
Poner el nacimiento es un acontecimiento familiar. Participamos todos desde el momento en que elegimos el lugar para ponerlo hasta el momento en que, con unción, colocamos la imagen del Niño Dios en el pesebre en la Noche Buena.
Ojalá que no nos limitemos a poner el nacimiento sólo para adornar nuestra casa y para presumirlo a nuestras amigos. Ojalá que nos reunamos a hacer oración en familia ante este altar que evoca el amor de Dios. Les sugiero la lectura en familia de los Evangelios de san Lucas y de san Mateo en los capítulos que nos hablan del nacimiento de Jesús.
El rezo devoto del Santo Rosario frente al Nacimiento, nos ayudará también a preparar la fiesta del nacimiento de Jesús.
Para que llegue al corazón de los niños
Cuentan que el gran Napoleón, soldado endurecido por mil batallas, lloraba ante la contemplación de un nacimiento. Le recordaba su infancia.
Los nacimientos encanta a los niños; les permite plasmar en imágenes concretas lo que han escuchado y, con esa facultad infantil de dar vida a las cosas inanimadas, les permite dejar aflorar sus sentimientos de tierno amor, limpio y sencillo. En un hogar con niños no debe faltar el nacimiento.
Un matrimonio joven, amigo mío, me invitó lleno de orgullo a conocer su nacimiento. Faltaban unos días para la Navidad y en el pesebre vacío noté que en lugar de la tradicional paja había tiritas de papel de diversos colores. “Nuestros hijos hacen buenas obras para preparar la Navidad, las escriben en una tirita de papel y la ponen en el pesebre para que el Niño Jesús esté calientito cuando nazca” me explicaron estos sabios papas.
Conocí otra familia con muchos, muchos hijos. Una de esas familias que llegan de provincia y que nos enriquecen con su espiritualidad. Habían puesto un gran nacimiento en el que había muchos borreguitos, cada uno con el nombre visible de cada hijo. “Cuando ponemos el nacimiento mis hijos escogen un borrego y le ponen su nombre; van camino a Belén y tienen que llegar al pesebre para la Noche Buena. Cada acción buena les permite avanzar un poquito y si, por desgracia, se portan mal, ellos mismos retrasan su borreguito. En este tiempo todos se portan bien” me explicaba la mamá de estos niños que en Navidad se convertían en mansos corderos.
Poner el nacimiento es una impresión imborrable para los niños que formará ese tesoro del que echarán mano el resto de sus días. Ayudemos a que se enriquezcan.