Visión financiera/Georgina Howard
“¿Sabes con quien estás hablando?”
Dicen las autoridades del Gobierno de la Ciudad de México que en la capital del país no pasa nada; que todos los que aquí viven o llegan a ella, están bajo resguardo y con tales garantías de seguridad que “ni Obama las tiene”. Y afirman con la mano en el pecho, que la “delincuencia va a menos comparada con…” porque esta ciudad sigue siendo “Rehilete que engaña la vista al girar…”
Sí, de engañoso colorido, porque cada vez que ocurre un tema espeluznante de violencia o crimen organizado, el mismo Miguel Ángel Mancera sale a decir que es un caso de excepción. Pero la gente que vive en este alto valle metafísico vive “con el ¡Jesús! en la boca”, está encrespada y a punto de estallar enloquecida, por neurosis.
No ayuda a solucionar el problema de indignación colectiva el Nuevo Reglamento de Tránsito, al mismo tiempo incomprensible como persecutorio y recaudatorio: todo junto. Y peor el “Hoy No Circula” ocurrencial. Cada día el tránsito de la CdMx está más que complicado y sin solución aparente.
Todo mundo se salta las trancas y la anarquía se convierte en ese infierno del “todos contra todos”, mientras que la policía urbana que se debe encargar de cuidar y garantizar la armonía colectiva, está más atenta a encontrar fallas o errores de los conductores para obtener un ingreso adicional –con lo que de forma autorizada se sustituye el no aumento de salario– que en hacer su trabajo público… O se hace ojo de hormiga para hacer cumplir el Reglamento.
La policía, la seguridad pública, existen porque tienen que garantizar la convivencia social y el resguardo de cada uno y de todos: al mismo tiempo. El policía es el primer contacto ciudadano con su gobierno y si ese contacto es inicialmente ríspido así es la solución final.
Si hay muchos policías que cumplen con su trabajo público y hasta a veces sonríen y ayudan al ciudadano, pero por lo general es el cuerpo policial uno de los menos apreciados en la escala nacional de “los malqueridos” empleados públicos por su permanente mano estirada.
Miles de los policías de la ciudad de México –y de muchas otras capitales del país– son ese veneno para los ojos de millones de personas. Y por lo mismo no queridos ni obedecidos y mucho menos respetados.
En contraposición, se ha incrementado el número de ciudadanos neuróticos que quieren hacer que las cosas funcionen bajo sus propias individuales y corajudas reglas, ya por indignación o por el uso de bebidas espirituosas u otros productos de consumo internacional. De pronto, desde 2011 aparecen en el panorama los famosos ‘Lords’ y ‘Ladys’ transgresores del orden, que irrumpen con excesos y prepotencias de un poder propio que ellos mismos suponen.
“¿Sabe usted con quien está hablando?” es su grito de guerra. Con él anuncian su poder y sus relaciones, con las cuales son capaces de destruir autoridad, orden, leyes y reglamentos.
Hace uso días un muchachito de 21 años decidió escapar al tránsito infernal metiendo su coche ‘Audi’ en zona exclusiva para ciclistas. Un ciclista avanzaba en la zona confinada para bicicletas, pero el conductor indignado decidió que tenían que darle el paso, aunque fuera prohibido.
Y este muchachito de 21 años, le pegó a la bicicleta, pero al ver que aun así no podía pasar, se bajó de su carro, quitó la bicicleta al ciclista, la tiró a un lado, luego al llegar un policía bancario para parar el agravio, también fue agraviado e insultado, vejado, humillado y ofendido… etc…
El joven iracundo hasta la locura gritaba al policía: “¡llámale a mi papá!”; se subió a su carro mentando madres y lo echó a andar a toda velocidad llevándose la bicicleta por delante.
El caso es uno entre miles que ocurren cada día en la Ciudad de México y no se conocen. La confrontación de unos con otros es cruelmente cierta y recurrente en todos lugares en todo momento bajo cualquier circunstancia: la lucha del poderoso físico contra otros. El agravio, el abuso, el empujón, la mentada, el golpe… el desahogo. Todo así en una ciudad de más de diez millones de habitantes que están al borde de la locura colectiva.
Y en esa locura surgen esos personajes abusivos y transgresores de la ley: el tono chusco, el tono en broma, en burla, en amarga verdad se les llama así: ‘Lord’ o ‘Lady’. Y por alguna razón se convierten en figuras de oprobio, pero también de admiración: la contradicción humana.
Ocurrió con la ‘Lady cien pesos’ aquella joven que en Guadalajara, presuntamente ebria, quería que el policía que la detuvo por poner en peligro a otros recibiera sus cien pesos para que la dejara ir, porque ‘ya se sabe que así se arreglan las cosas aquí’… Luego muchos le pedían autógrafos.
Hubo las Ladies de Polanco que ebrias le gritaron a los policías: “Asalariados de Mierda (…) Por putos como ustedes este país se lo está cargando la verga”. O aquel Lord que golpeo al cuidador del edificio en el que vive porque éste no le cambio la llanta a su camioneta.
O… tantos: cada día más. Y cada día más nerviosismo, más agresiones entre unos y otros, en Ciudad de México como en otros estados del país:
Jalisco, Monterrey, Oaxaca: todo ahí, en un momento en el que el país se debate en crisis de gobierno y confrontación sindical o de crimen organizado, surgen ya los ciudadanos violentos y exacerbados que enfrentan de forma brutal a la sociedad, y sus reglas, que por corrupción, también, ya dan muestras de cansancio y hartazgo, pero también de enfermedad mental. Un peligro en cierne, pero un peligro para todos, al final de cuentas. Lamentable. ¿Y los funcionarios gubernamentales? bien, gracias, para ellos en la capital no pasa nada.