Libros de ayer y hoy
En la página del Gobierno federal, que señala la estadística de homicidios, se eliminó un apartado que contenía información valiosa para valorar la dimensión de la violencia y evitar que las autoridades oculten datos.
En http://www.informeseguridad.cns.gob.mx se encuentran los reportes a los que me refiero en el párrafo anterior; sin embargo, en el sexenio anterior se incluía en una columna el número de homicidios que se reportaban en lo que se denominaban fuentes abiertas, en esencia periódicos.
Antes de avanzar, tengo que reconocer una diferencia entre el actual Gobierno federal y el anterior: hoy se habla de la inseguridad, se manifiesta repulsa al crimen, se busca coordinación con los estados y hay acciones contra los delincuentes. Quedaron atrás los días en los que policías o militares, por órdenes superiores, tenían que soportar vejaciones.
Preocupa que no se logre la paz y que esto suceda por condiciones estructurales heredadas. La mayoría de los gobernadores se acostumbraron a no participar en las tareas de seguridad y los estados y municipios no tienen recursos; hay un asfixiante centralismo presupuestal que los tiene en la inopia. La inacción del pasado tiene amplios territorios en manos del crimen y son los capos los que deciden sobre la vida política, económica y social de pueblos y ciudades. Ellos dicen quién vive o muere; sobre ellos gravita la posibilidad de un conflicto y la libertad de las personas.
En Sonora, reportan los diarios, que el 4 de enero fueron abatidos ocho “delincuentes” y el día 9 se encontraron ocho osamentas. En la estadística oficial no es posible identificar el reporte de esos homicidios; se difunden otros números y al revisar la prensa de la entidad hay noticias de homicidios distintos e incluso del hallazgo de más restos. Lo mismo sucede con doce cuerpos encontrados a inicio de mes en Zapopan y Tlaquepaque; la estadística no los consigna.
Hace años me tocó enfrentar la inseguridad en Coahuila. A los pocos días de Gobierno descubrí la importancia de una buena estadística. Sin ella es imposible avanzar. También percibí la facilidad con la cual los mismos acontecimientos se pueden registrar e interpretar de distintas maneras.
Alguna vez, en relación con el delito de extorsión, un subalterno me recriminó que el alza del mismo se debía a una campaña que se emprendió para invitar a los ciudadanos a denunciar. “Subimos en la estadística y nos vemos mal”. Sé de gobernantes que optan por la inacción. Prefieren la cifra negra que enfrentar la realidad. Esa actitud se refuerza cuando opinólogos, que por cierto abundan, ignorantes o de mala fe, usan la estadística para criticar sin objetividad.
Morena quiere un nuevo régimen, por cierto, condenado al fracaso. En el modelo se esconde información y se busca una narrativa de éxito donde lo malo se barre bajo la alfombra.