Abanico
En tanto el sureste del país se agita insurrecto, el resto de la nación se mantiene expectante e incierta.
El diálogo tan deseado ha iniciado y poco o nada ha arrojado, los resultados han sido pocos, dadas las posiciones encontradas e irreductibles. Las movilizaciones y bloqueos continúan y se extienden a Chiapas y Guerrero, con algunas replicas en Michoacán.
El gobierno federal, en voz de sus principales figuras: Enrique Peña Nieto, Miguel Ángel Osorio Chong y Aurelio Nuño se mantienen inflexibles: la Reforma Educativa es innegociable y es Ley. Los maestros aglutinados en la CNTE, por su parte, mantienen los bloqueos de carreteras en insisten en la abrogación de la citada y tan cuestionada reforma, para muchos meramente administrativa y laboral.
Otros se debaten en acusaciones mutuas sobre los violentos hechos de Nochixtlán. La Gendarmería continúa con su narrativa de que sus elementos iban desarmados y pidieron refuerzos para repeler el fuego proveniente de los manifestantes. A su vez, los manifestantes, que mantenían cerrada la carretera, acusan a los federales de disparar primero, no sólo gases lacrimógenos sino balas de grueso calibre.
Videos, fotografías y testimonios de los pobladores de aquel apartado lugar de Oaxaca relatan que los disparos salieron de las armas largas de los federales y policías estatales que intentaron romper el bloqueo. Un espléndido trabajo reporteril del portal periodístico Animal Político, que dirige Daniel Moreno, recoge una serie de entrevistas testimoniales que tiran por el suelo el insistente discurso de los policías que se dicen agredidos.
Lo de Nochixtlán nunca debió ocurrir si los servicios de inteligencia hubieran hecho bien su trabajo y advertir sobre la gran cantidad de organizaciones sociales contestarías que ahí actúan. Para nadie es un secreto que la zona tiene presencia de guerrilla y grupos radicalizados. Aun así, se efectuó un operativo a todas luces equívoco que terminó en una fuerte batalla, y hoy debemos lamentar la pérdida de la vida de ocho personas y un buen número de heridos.
El diálogo que debería ser en pro de una reforma educativa que contemple la calidad y la cobertura universal de la educación primaria y secundaria, comenzó con la exigencia de la distención de la zona, la investigación exhaustiva de los hechos de Nochixtlán y la indemnización de los familiares de los fallecidos, así como el cese de los bloqueos que ahorca a la economía de Oaxaca. Y, sin embargo, nada de nada ha pasado.
Para muchos de los ciudadanos el hecho que nos ha llevado a la polarización del conflicto, se explica en la incapacidad de la clase política y los funcionarios del gobierno federal, por no saber hacer política en el contexto de un sistema democrático. Una democracia inflexible es, en sí, autoritarismo. Peña Nieto y sus alfiles Osorio Chong y Nuño se han montado en su macho de que la Reforma Educativa es ya ley y que ninguna ley se negocia. Así entonces, muchos se preguntan para que una mesa de diálogo si el principal punto –la reforma educativa– no se quiere poner a discusión.
Los maestros aglutinados en la CNTE, a su vez, insisten en la abrogación total de dicha reforma educativa –y no optan por la abrogación de algunos artículos y el consenso de otros– y se niegan a ser evaluados. Así, el asunto se traba y parecería imposible desnudarlo como si fuese un nudo gordiano y que sólo de tajo podría romperse. Pero no. Algunas voces sensatas, lúcidas, han hecho ver qué sólo a través de un diálogo real, con base en una verdadera voluntad política, se podrá llegar a consensos y acuerdos. Sólo que ha faltado esa voluntad o se ha carecido de habilidad y talento político para hacerlo.
En un contexto futbolero –tema que parecería no viene al caso–, algunos mexicanos han señalado que, si entrenadores, jugadores y algunos directivos no han renunciado al fracasar en sus propósitos de ser campeones de la Copa América o la Eurocopa, como ya lo hicieron el argentino Messi o el español Del Bosque, mostrando dignidad, honor y orgullo, por qué no renuncian o se hacen a un lado, los políticos o funcionarios que no han podido resolver éste conflicto, que no es de ahora sino de mucho tiempo atrás.
Nos debatimos también entre la aplicación de la ley y el uso de la fuerza para quitar los bloqueos que agobian a Oaxaca por la falta de suministros alimenticios y energéticos, y exigimos, a la vez, que sea en el marco del respeto a los derechos humanos. Algunos claman por el uso de la fuerza y que acaben el levantamiento magisterial a toletazos. Incluso hay quienes se inclinan por la violencia. Otros defienden con cierres, movilizaciones y acciones extremas la insurgencia magisterial. Pocos, los más sensatos, insisten en el diálogo, aunque sea el camino más largo y de resultados poco espectaculares. No hay más, pues de otra manera nos polarizaremos más, nos dividiremos y ensancharemos las brechas, en un país de por sí desigual, pobre e inequitativo.
Valdría la pena y el tiempo releer o leer con atención lo dicho por el ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Juan Ramón De la Fuente, en reciente artículo del cual retomo el que para mí es el punto a discutir por quienes están y deben seguir en la mesa: “La pregunta no es si México requiere o no una reforma educativa porque la respuesta es obvia. Más oportuno parecería preguntarnos si se requiere la misma reforma en un país tan diverso en lo cultural multiétnico, pero, sobre todo, tan desigual”.
De la Fuente hace ver que en el diálogo deben abrirse espacios para debatir las diversas variaciones y usos costumbres para la aplicación de la evaluación de los maestros. Se debe, pues, tomar en cuenta las especificaciones de cada lugar del país, más aún en el sureste del país, donde se concentra el mayor número de nuestra población indígena y rural, así como de condiciones de pobreza y atraso.
Políticos hagan caso a las voces lúcidas o retírense si no pueden. Los mismos representantes de la Iglesia Católica os lo piden, la sociedad se los reclamará.