Escenario político
¡Cuidado, ataca Fox!
No hay nada de casual en que el ex presidente Vicente Fox se haya sumado a la batida que el oficialismo y la derecha han emprendido contra Andrés Manuel López Obrador. Desde la Presidencia, él fue el instigador y padre de la primera campaña puesta en marcha en el 2005 contra el ahora líder de Morena, cuyo producto fue el desafuero del entonces jefe del gobierno del Distrito Federal. También encabezó la guerra que su gobierno y el PAN desarrollaron para impedir que el candidato presidencial del PRD obtuviera la victoria en el 2006, entre otros recursos sucios con aquella frase derogatoria que acusaba a López Obrador de ser un “peligro para México”.
Una vez que logró llevar a Felipe Calderón a Los Pinos, Fox no resistió su propia personalidad y cayó en la tentación de proclamar él mismo su hazaña (y también para recordarle a su sucesor a quién le debía el puesto). Sin disimulo, exultante, orgulloso de sus acciones, el ex presidente relató en una presentación realizada el 12 de febrero de 2007 en Washington que en el caso del desafuero perdió –pues López Obrador regresó a su cargo tres semanas después de su virtual destitución y finalmente participó como candidato en el 2006–, pero se vengó en la elección presidencial. “Pagué el costo político pero 18 meses más tarde yo tuve la victoria. El día de la elección, el candidato de mi partido ganó», dijo Fox en aquella ocasión, reconociendo su intervención en el triunfo del candidato del PAN. El foro en el que Fox dijo que en el 2006 “yo tuve la victoria” era sobre la democracia, precisamente.
Con un cinismo semejante al de 2007 se expresó Fox en esta nueva ocasión. «Si no el pueblo de México, yo me voy a encargar, yo personalmente, de que ese cuate no llegue, que no queremos otra Venezuela aquí», dijo el ex presidente en referencia a López Obrador. “Tengo mis mañas, con estrategia, con denuncias, desnudando al falso profeta, hablándole a los mexicanos del riesgo que corremos”, expuso en una conferencia de prensa realizada el viernes pasado junto a otros ex presidentes de América Latina para hablar sobre la democracia en Venezuela.
No era necesario que Fox admitiera hace diez años haber utilizado el poder de su gobierno para hacer ganar a Felipe Calderón en 2006, con lo que hizo trizas las reglas de las elecciones, pues fue un hecho público que no requería ninguna comprobación adicional. Pero con su confesión desnudó la manipulación a que fueron sometidas las instituciones electorales en el proceso de aquel año, que se mostraron incapaces de ejercer la imparcialidad y la integridad que las circunstancias requerían frente a la guerra sucia emprendida desde el poder político y económico con el objetivo de impedir a toda costa la victoria del candidato de la izquierda.
Pero el nuevo y aparente impromptu de Fox está muy lejos de ser una improvisación. Confirma la existencia de una nueva estrategia para enfrentar y obstaculizar a López Obrador desde el poder, en la que se congregan otra vez los mismos partidos y los mismos personajes que han combatido a la izquierda desde que el PRI se fracturó en 1988 y creó las circunstancias para la implantación de la pluralidad política. La peligrosa fanfarronada de Fox sugiere que la campaña antilopezobradorista crece en sistematización y recursos conforme se acerca la fecha para que comience formalmente el proceso electoral del próximo año, en septiembre próximo. Aunque en realidad esa campaña la puso en marcha el presidente Enrique Peña Nieto desde hace dos años, cuando incorporó a sus discursos recurrentes críticas al “populismo” para contrarrestar la creciente popularidad de López Obrador reflejada en las encuestas.
Las elecciones del pasado 4 de junio en el estado de México no modificaron las condiciones en que se prevé se desarrollará la disputa presidencial en el 2018, con López Obrador como candidato puntero seguido de los del PAN y del PRI, en ese orden. Al contrario, las confirmaron, exhibieron la nueva realidad política del país y comprobaron el rechazo del PRI en el ánimo de la población. Ese es el significado de que la candidata de Morena haya quedado oficialmente menos de tres puntos porcentuales abajo del candidato triunfante del PRI. De no ser por la intervención del gobierno federal, que en los meses previos repartió apoyos por miles de millones de pesos para fortalecer al aspirante priista –compra de votos, en el lenguaje común–, y el juego sucio contra Morena y el PAN, sin duda alguna el PRI habría perdido la gubernatura.
La exigua victoria del PRI en el estado natal de Peña Nieto parece haber reactivado los planes para dinamitar la candidatura de López Obrador, escenario en el que Vicente Fox se asignó, o le asignaron, el papel de francotirador en el que se ha especializado. La discusión y las exploraciones sobre la adopción de la segunda vuelta electoral tienen el mismo propósito de poner obstáculos a López Obrador, lo mismo que las tentativas de una alianza entre el PRD y el PAN, que en los cálculos de unos y otros aseguraría el triunfo del candidato de este último partido mediante la división del voto por la izquierda. El factor común a todas estas maniobras es que su origen se localiza en el poder. Es decir, como sucedió en el estado de México, de lo que se trata es de impedir que gane Morena, por las buenas o por las malas, como dijo Fox. Eso sí, muy democrática e institucionalmente y con el arropamiento del INE.