
Cónclave de 3 batallas: geopolítica, sinodalidad y resistencia
Más allá de las lecturas superficiales, el meme del presidente Donald J. Trump revestido de pontífice católico con sotana papal, mitra y crucifijo pectoral ha sido una auténtica bola de demolición en el contexto de las conversaciones cardenalicias frente al cónclave para la elección del próximo Papa. Aunque algunos personajes han aligerado el suceso calificándolo de una broma –de grado psiquiátrico, agregaría yo–; las implicaciones son más profundas de las que se desean admitir.
Fuera del lenguaje memético, la imagen del mandatario en ropajes pontificios desnuda una persistente ilusión en la que ciertos creyentes fanatizados suelen caer: el hábito hace al monje. La provocación de Trump ha sido un auténtico búmeran que ha golpeado precisamente a los defensores de los estilos tradicionales y mayestáticos de la religión, a los “guardianes” no de la ortodoxia sino de la “imagen que provee una pretendida ortodoxia”. Un tema que ha sido especialmente tenso para la decena de cardenales norteamericanos y al cardenal nuncio en Washington.
Una de las principales desviaciones de grupos maniqueos y radicalizados es su convicción de que la política se debe deificar a través de los recursos de sus símbolos palatinos, imperiales o fastuosos; pero no a través de su servicio con los desposeídos y las víctimas del abuso del poder. Para estos grupos, la religión es poder pero no servicio.
Han sido los creyentes de a pie los que, sin acusar a Trump con agresividad –como él lo ha hecho contra inúmeras condiciones humanas–, cuestionaron con agudeza la decisión del norteamericano de pensarse pontífice en el trono regio pero no lavando los pies de migrantes o hincándose frente a los líderes africanos para suplicarles la paz como realmente lo hizo el Papa Francisco.
El meme del Papa-Trump por supuesto habría quedado en una anécdota menor en el contexto infinito de imágenes de esta naturaleza creados con herramientas digitales modernas; sin embargo, el que él mismo como presidente de los Estados Unidos y la Casa Blanca, sede del poder político norteamericano, con todo el aparato de difusión y propaganda que eso conlleva, hayan publicado y divulgado el meme dinamitó incluso los acuerdos de intermediación entre las dos perspectivas que se identifican antagónicas en el cónclave para la elección del sucesor de San Pedro y el sucesor de Francisco: el próximo Papa tendrá frente a sí el grave dilema de la fetichización de los símbolos religiosos como legitimadores de grupos y actos políticos.
Explico: De todos es conocida la orientación de algunos cardenales (especialmente de algunos norteamericanos) hacia la restauración de símbolos mayestáticos del Príncipe de los Apóstoles bajo el principio de que “para ser, primero hay que parecer”; no obstante, en un contexto político tan exótico, el “parecer” del próximo pontífice sin duda afectará los estilos de legitimidad, representación, democracia y función política por lo menos para uno de los más importantes líderes del planeta. Para Trump, parecer Papa ha sido guasa; pero para el cónclave, que el Papa parezca Trump sería absolutamente devastador.
Algunos cardenales han sido categóricos, consideran que el acto del mandatario norteamericano más que una bufonada ha sido un gesto directo de desprecio y escarnio a la identidad católica; otros, moderando las pasiones, como el cardenal Dolan de Nueva York, sólo ha declarado que Trump “no ha estado bien y ha hecho la brutta figura”. En todo caso, el episodio ha lastimado profundamente las conversaciones cardenalicias y virado algunos de los consensos iniciales que se habían alcanzado en las congregaciones generales previas. Por ello, el cónclave se avizora sumamente interesante.
*Director VCNoticias.com | Enviado especial siete24.mx a Roma