
Visión Financiera
Fidel Velázquez Sánchez murió a los 97 años y estuvo al frente de la Confederación
de Trabajadores de México (CTM) más de 50 años.
A propósito de los y las que en la actualidad no resisten la ostentación, que no pueden
ni quieren ser mesurados en su comportamiento, que prefieren que todos conozcan su
capacidad monetaria, que vacacionan en el primer mundo, que se hospedan en
hoteles de Gran Turismo, comen en restaurantes de cinco estrellas y compran en
tiendas de lujo, les vamos a contar sobre la austeridad de Don Fidel.
Tomen en cuenta que Fidel vivió la época en que era imposible encontrar un dirigente
obrero pobre. Todas las organizaciones prácticamente estaban alineadas al partido en
el poder y quienes las encabezaban disfrutaban los beneficios que les redituaba su
corporativismo.
Así que Fidel Velázquez Sánchez, siendo el líder más poderoso, que “destapaba”
hasta candidatos presidenciales, de haber querido, pudo haberse convertido en uno
de los más ricos de México.
No llegó a ser el más adinerado. Es muy probable que muchos otros dirigentes
acumularan mayor riqueza: casas, vehículos, joyas, obras de arte, hoteles,
restaurantes y otros negocios.
El mejor negocio eran las cuotas sindicales, no tenían que rendirle cuentas a ninguna
autoridad.
Había sindicatos muy poderosos, uno de los fuertes era el de los petroleros y bastaba
con ver como se transportaba el líder, traía una comitiva de gente y autos mayor o
igual en número a la del mismo presidente de México. Su seguridad impresionaba,
con armas de uso exclusivo de la milicia.
Llegaba a tal grado su poder que el día que visitó la sede del Senado, la antigua
casona de Xicoténcatl en el Centro Histórico de la Ciudad de México, para
entrevistarse con su amigo cetemista Emilio M. González, presidente de la Gran
Comisión, en la puerta de la oficina del legislador se colocaron dos guardaespaldas
con sacos en las manos que ocultaban las armas. Eran otros tiempos, a ningún medio
de comunicación le pareció un exceso el hecho y menos para darle difusión como se
haría en el presente.
Fidel Velázquez era distinto. Por su altura y corpulencia tenía predilección por los
coches amplios, de ocho cilindros. Su vehículo no era blindado y para su seguridad
era suficiente la compañía de una persona, que la conservó por muchos años.
Con más de cinco décadas en la dirección cetemista lo que más sobran son historias
y anécdotas de su vida.
Estaba a la vista de todos y todas que no era ostentoso en su vestimenta, no usaba
trajes de telas importadas ni relojes Rolex, tampoco zapatos italianos o franceses, ni
pulseras de oro o anillos con brillantes.
Lo relevante era su poder político, su estilo, su modo de hablar, sus frases. Le hicieron
miles y miles de caricaturas, a favor y en contra. Era uno de los personajes favoritos
de los dibujantes periodísticos.
Tuvo amigos en la presidencia de la República, aunque con algunos mandatarios llegó
a tener diferencias. Procuró siempre la buena relación.
Su estatus económico le permitía vivir a él y a su familia sin ningún apuro, pero no
hacían alarde de lo que tenían.
La casa del líder estaba en las Lomas de Chapultepec. No lo presumía ni era un
secreto. Jamás se ocupó de adquirir o comprar inmuebles en diversos estados o fuera
del país.
Nunca fue lo suyo amasar fortuna y competir con los millonarios de México o del
mundo.
Tuvo el poder para intentarlo.
El monto que dejó en su cuenta bancaria personal y que les consta a quienes
estuvieron cerca de los afectos del dirigente cetemista, prueba que su ambición no fue
desmedida.
Menos de un millón de pesos.
Y para quienes digan que eso era mucho dinero, únicamente hay que añadir que el
relevo de Fidel Velázquez dejó en el banco mil 600 millones de pesos.
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