
El legado de Pepe Mujica: un ejemplo de honestidad y congruencia
Noroña, Lilly y Andrea
Los tres senadores más populares son Gerardo Fernández Noroña, Lilly Téllez y
Andrea Chávez, al margen del partido que representan, de sus seguidores y de sus
críticos.
Independientemente de lo que se habla a su favor o en contra, de los calificativos y
hasta insultos, los tres son los que más llaman la atención de jóvenes y adultos que
visitan el Senado.
No hay necesidad de hacer ninguna encuesta para saberlo, sólo hay que sentarse en
la zona de galerías y observar a quienes desde las alturas los buscan y quieren
escucharlos.
Para la foto del recuerdo, se colocan de espaldas al presídium o mesa directiva con el
propósito de que al fondo de la selfi se vea Noroña.
Las senadoras Andrea Chávez y Lilly Téllez han llegado a subir a galerías para
saludar a los visitantes, hombres y mujeres. Las y los jóvenes las miran con
fascinación y con emoción evidente al tomarse la foto.
Seguramente regresarán a sus respectivos lugares de origen y presumirán con sus
compañeros y familiares la fotografía con los personajes más conocidos, en lo positivo
y negativo, nadie es perfecto.
¿Por qué este fenómeno mediático? ¿Por qué atraen a jóvenes universitarios y
también a los adultos?
Por la fama que cada uno ha conseguido a su manera en medios tradicionales y redes
sociales.
Noroña todos los días, incluyendo sábado y domingo, transmite una hora por
Facebook y YouTube sus “videocharlas” en las que habla de todo.
Además, es presidente de la mesa directiva del Senado (termina su ciclo en agosto) y
como tal modera las sesiones y acapara reflectores para poner orden cuando la
oposición eleva el tono de los debates.
Está convertido en cliente de comunicadores y medios tradicionales, que todo le
cuestionan.
La senadora Lilly Téllez, como se diría coloquialmente, no ha dejado títere con
cabeza, desde la presidenta para bajo. Es tal su rudeza verbal que se han tenido que
decretar recesos de sesiones plenarias, para recuperar la normalidad y reanudar los
trabajos.
Ha utilizado hasta megáfono para hacerse escuchar y no tiene límite en los
descalificativos, para nadie.
La única vez que admitió excederse y se disculpó, aunque lo atribuyó a que “estaba
distraída” fue cuando se quedó sentada en su escaño mientras todos y todas las
demás senadoras se habían levantado para tributarle un minuto de aplausos al
urbanista Roberto Eibenschutz Hartman, recién fallecido.
Por su conducta también ha tenido que aguantar descalificaciones que han
incursionado en su salud mental y vida privada.
Andrea Chávez, la senadora más joven, ha sufrido quizás la peor violencia política de
género en las redes sociales, raya en el escarnio, sin ningún respeto para su vida
personal. Contra toda lógica, los grupos feministas no se han volcado a defenderla.
La senadora se ha centrado en su aspiración de llegar a gobernar su estado
Chihuahua, aunque ha tenido que medirse ante la decisión de su partido de evitar
actos anticipados con ese propósito.
Cada uno o una tiene sus propios claros y oscuros. Ninguno, ninguna, por lo que se
ve, va a replegarse y mucho menos a modificar el estilo de hacer política que les ha
dado resultados.
Su presencia mediática es lo que cautiva a jóvenes universitarios y adultos, por eso
ese interés de verlos desde galerías y tomarse la foto con ellos si se presenta la
oportunidad.
Indiscutiblemente, son los y las famosas del Senado.
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