
Reivindicar la izquierda social y progresista
El pueblo vigilará a la Corte
No es un novato ni un improvisado, tampoco un desconocido, Hugo Aguilar Ortiz tiene
su historia como jurista y está orgulloso de su origen que hasta quiere vestirse con el
traje tradicional de su comunidad para presidir las sesiones de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación.
La ropa es lo de menos, aunque la sola idea de considerar esa posibilidad ha
levantado cejas de conservadores. No se preocupen porque el mismo Hugo ha dicho
que primero revisaría las disposiciones legales. Respetuoso de la ley no haría nada
que fuera en contra de la norma.
Tendría que proponer el cambio y ser aprobado por sus compañeros y compañeras.
Si se requiere, por los legisladores. La mayoría no tendría ningún inconveniente en
hacerlo y acabar con la obligatoriedad de la toga.
Por protocolo que es aplicado en instituciones judiciales del mundo es probable que
termine aceptando ponerse la ceremoniosa y pomposa vestimenta.
Sobre los resultados de la elección, los suspicaces todavía no dan crédito a que haya
obtenido más de seis millones de votos.
Desconfían porque no se exhibió en su campaña de dos meses en los medios
masivos o convencionales.
Si no era conocido, cómo la gente o el pueblo iba a votar por él para llevarlo a la
presidencia de la Corte, se preguntan los incrédulos, en particular los que suponen
que, si no fue entrevistado por su programa de radio o televisión ni apareció en la
primera plana de su periódico, entonces sólo sería famoso en su casa o entre sus
familiares.
Se equivocan, porque hoy la sociedad tiene otras formas de enterarse. Las redes
sociales son una de ellas. Hugo, como hicieron la mayoría de los aspirantes, difundió
su imagen en X, Facebook, Instagram y YouTube. También su perfil estuvo en el
micrositio del INE y hubo medios que encontraron la forma de abrir plataformas
digitales para todas y todos.
Además, en la lista de contendientes no había decenas y decenas de candidatos o
candidatas indígenas.
¡Claro! Todas y todos podrían decir que tienen raíces o sangre de alguna de las etnias
de nuestro país.
Indígenas puros es otra cosa.
Hugo Aguilar Ortiz es mixteco, distinguido oaxaqueño, indígena como lo fueron Benito
Juárez e Ignacio Manuel Altamirano.
Desde el primer momento, por la calidad de su origen llamó la atención. También por
su desarrollo profesional, por la vocación de servicio, por la defensa de su cultura. Es
egresado de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y tiene estudios de
maestría en Derecho Constitucional.
Se ha desempeñado como coordinador general de derechos indígenas en el Instituto
Nacional de los Pueblos Indígenas, consultor de la oficina del Alto Comisionado sobre
los Derechos Humanos en México, subsecretario de Derechos Indígenas de Oaxaca y
parte del cuerpo asesor zapatista.
No ha sido juez ni magistrado, que para nada es requisito para convertirse en
miembro de la Corte, y mucho menos garantía de imparcialidad e independencia en
sus actos. Baste ver la contribución de ministros y ministras a la putrefacción del
actual poder judicial.
Y quienes ahora advierten que se acabó con la división de poderes, admiten que era
necesario y urgente sanear el sistema de justicia, pero nada hicieron por mejorarlo
cuando estuvieron en el poder.
Por supuesto que Aguilar Ortiz no debe ser perfecto, es humano y no se escapará,
porque es lo que sucede cuando alguien asume cargo de alto nivel, de falacias e
imputaciones perversas.
El reto del nuevo presidente de la Corte es mayúsculo, ya no únicamente debe velar
porque se haga justicia a los indígenas, sino a todos los mexicanos y mexicanas que
ha sido víctimas del poder podrido.
Los más de seis millones que le dieron su voto, el pueblo, estarán vigilantes de su
desempeño.
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