Poder y dinero
El tigre de AMLO
Desde hace algunos años, Andrés Manuel López Obrador, candidato de Morena a la Presidencia de la República, ideó la frase «la mafia del poder», para denominar a la clase política que hoy dirige el destino del país, que encierra todo lo malo de la misma, desde abusos, corrupción, incapacidad, torpeza, mentira, cinismo y otras catilinarias por el estilo.
Pero desde hace algunos meses o desde que comenzó a sentirse cada día más seguro de que su popularidad había crecido a linderos que lo colocan ahora como el más aventajado aspirante, inició una nueva cruzada, con la oferta de posiciones que cualquier político ambicionaría, a gente que los mexicanos califican de indeseables, por su pasado enredado con la justicia. Algunos tuvieron que dejar el país, para evitar la cárcel.
También arreció el uso de la frase, que aparece casi en todos sus discursos y en todas las entrevistas que ha concedido. La mafia del poder se hizo parte preferida de su vocabulario y la dice con tanta frecuencia, que ya hasta caló en el ánimo de la gente.
La seguridad que tiene de llegar indiscutiblemente a la Presidencia, lo hace cometer pifias garrafales; verbigracia, cobijar a personas en entredicho con la sociedad, como a la guerrerense Nestora Salgado, a quien los mismos habitantes de Olinalá, pueblo en donde se erigió como ‘comandanta’ de la policía comunitaria, señalaron y señalan como la encargada de imponer cobros a supuestos delincuentes.
Construyó un remedo de cárcel en donde encerraba a presuntos delincuentes y a quienes exigía la entrega de diversas cantidades de dinero para dejarlos en libertad. En una ocasión, agentes federales liberaron a varios encarcelados, hacinados en un cuartucho, en donde apenas eran medio alimentados, con el agua racionada para saciar la sed. Será senadora.
El líder minero Napoleón Gómez Urrutia, también será senador, gracias a la oferta del Peje. Desde 2006 fue girada una orden de aprehensión en su contra, por el desvío de 55 millones de dólares. Huyó a Canadá y ahí consiguió la ciudadanía, mediante un documento firmado por el primer ministro, Stephen Harper. Su abogado, Marco Antonio del Toro, dice que por el momento no puede ser detenido. Para ello, es necesario un procedimiento demasiado largo.
Está con AMLO Lino Korrodi, quien fuera operador financiero de la campaña de Vicente Fox, con un pasado oscuro que tuvo que ver con la recaudación de dinero de procedencia dudosa, con un grupo que denominó Amigos de Fox. Su proceder fue visto como «lavado de dinero» y la PGR inició una averiguación en su contra que jamás prosperó.
Está con él Cuauhtémoc Blanco, el afortunado futbolista que ha ido de las canchas futboleras a las telenovelas, a la literatura mediática (escribía una columna periodística prácticamente sin saber leer) y a la política. Un chiripazo lo convirtió en alcalde de Cuernavaca, Morelos. Con tan amplio currículum político, ahora tiene la bendición de Morena para llegar a la gubernatura.
Hay muchos nombres más por el estilo de los anteriores, que pueblan el flamante rebaño del presidenciable y que están convertidos en seria amenaza de asumir cargos de poder, para desgracia de un país que no puede salir del marasmo en que está inmerso desde tiempo inmemorial.
AMLO pues, parece dispuesto a disputar al gobierno actual, el apodo que él mismo le puso: «la mafia del poder». Sólo falta decir en uno de sus discursos: ¿por qué ellos sí y yo no? Aunque luego se desdiga y ofrezca disculpas, como ya también es habitual en él.
Seguramente es el tigre que puede soltarse, del que indudablemente será pieza fundamental la delincuencia amnistiada.