
Historias Surrealistas
De ser un buen académico, abogado y maestro en Ciencia Política y Teoría General del Estado en la Facultad de Derechos de la UNAM, doctorado en Ciencias Administrativas en la ESCA del IPN, poco a poco se convirtió en político y luego hasta en Secretario de Estado, en el manejo y operatividad de las finanzas públicas durante el sexenio de Luis Echeverría Álvarez.
Poco después fue ungido candidato presidencial único y absoluto, pues sin oposición alguna de los órganos políticos, además del suyo el Partido Revolucionario Institucional (PRI), fue apoyado en cascada y casi unánimemente por los partidos Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y Popular Socialista (PPS), con la declinación frustrante de Acción Nacional que para dichos comicios no registró ningún aspirante.
El día que asumió la primera magistratura del país, cuando la reportera de Televisa Graciela Leal encaraba en proyección nacional a Luis Echeverría (antes de entregar la banda presidencial a su sucesor) por decretar la devaluación de nuestra moneda en detrimento de la economía de la mayoría de los mexicanos, como el César que entraba victorioso a Roma después de cruentas y laureadas conquistas, el primero de diciembre de 1976 José López Portillo ingresó a la Cámara de Diputados y emitió ante el H. Congreso de la Unión un conmovedor discurso que para muchos representaba –como era tradicional y de esperarse en casi todos los gobiernos priistas- la nueva esperanza.
Surgió el descubrimiento de importantes yacimientos petroleros, se iniciaba una -supuesta- época de bonanza y bienestar para el pueblo de México y el equipo presidencial y gabinete ampliado demostraban -al menos aparentemente- probada eficiencia para enfrentar un México nuevo y recuperar el liderazgo en América Latina y representatividad en el mundo.
Durante su mandato José Guillermo Abel López Portillo y Pacheco recorrió todas las entidades federativas hasta por cuatro veces, para encabezar semanalmente las reuniones estatales de Evaluación para el Desarrollo. También cada año presidió largas y extenuantes reuniones de la República (que aglutinaban desde secretarios de Estado, hasta gobernadores y presidentes municipales, entre otros funcionarios).
El ex secretario de Hacienda y Director General de la Comisión Federal de Electricidad del sexenio de Luis Echeverría, intimo amigo suyo desde la adolescencia, arengaba “díganme Pepe” con ánimo de confianza y cercanía al pueblo, ese que según él como Presidente de la República en la plenitud de su mandato exhortaba a prepararse para administrar la riqueza.
Entre sus grandes aciertos, según consignan hasta sus más recalcitrantes críticos y opositores, resalta el encomendar a su Jefe de Gabinete y secretario de Gobernación, don Jesús Reyes Heroles, la confección y operatividad de la Reforma Política que representó un parteaguas en la vida democrática del país.
En materia de política internacional, este servidor tuvo la oportunidad de atestiguar, como reportero de Canal 11 de Televisión del IPN, eventos de trascendencia mundial en los que participó el presidente López Portillo, entre ellos la firma de los Acuerdos Torrijos-Carter a través de los cuales Estados Unidos se comprometió a devolver la soberanía del Canal a Panamá a partir del año 2000, así como el Acuerdo de San José que fue suscrito en la capital costarricense en 1980 entre México y Venezuela para apoyar a los países antillanos que no contaban con recursos petroleros.
En 1977 restableció las relaciones diplomáticas con España y en enero de 1979 recibió en su primera visita a México al papa Juan Pablo II, luego de varias décadas de lejanía del Estado mexicano con el Vaticano.
Otros actos también de mayor o igual relevancia fue la Reunión Norte-Sur a finales de 1981 en Cancún, Quintana Roo, en la que se reunieron Ronald Reagan, Margaret Tatcher, Francois Mitterand, Pierre Trudeau, Indira Gandhi, Kurt Waldheim y José López Portillo, entre los 20 más importantes dignatarios del mundo para analizar y discutir las desigualdades hemisféricas entre los países de las regiones y acordar una cooperación internacional de los Estados poderosos con las naciones más pobres del orbe.
No podría escapar a nuestra memoria la histórica visita de Estado que realizó el presidente José López Portillo a finales de enero de 1981 a la India como invitado de honor por la primera ministra Indira Gandhi (a quien tuvimos la fortuna de entrevistar en Nueva Delhi en exclusiva para el Canal del Politécnico, misma que atestiguó en su columna Sin Gafete, de El Sol de México, la compañera periodista Isabel Arvide) para celebrar una año más de la Independencia de aquel país con 800 millones de habitantes, autónomo sí, pero con mucha pobreza y sin ninguna justa distribución de la riqueza, y en la que predominaba el idioma inglés, pero se hablaban 81 lenguas nacionales y más de un centenar de dialectos.
Tuvo entre sus más inseparables e incondicionales el que fuera su amigo desde la infancia y compañero de grado en la Escuela Primaria “Benito Juárez” y luego su jefe de policía del Distrito Federal, el tristemente ilustre General de División y hasta Doctor Honoris Causa, Arturo Durazo Moreno. Parte del dominio público es que el niño Arturo, muy bueno con los puños según afirman, defendía a su camarada José cuando los alumnos más grandes querían abusar de él y golpearlo. El “negro”, como don José le decía cariñosamente, “siempre salía al quite y nunca permitió que me tocaran”, comentó en plática informal con algunos compañeros reporteros de la fuente.
Otro de sus muy grandes amigos fue el ex gobernador de Baja California, Roberto de la Madrid a quien refería con afecto “mi querido Bob” y que con quien (en sus frecuentes viajes en su yate Quetzalcóatl para llegar a La joya, California, a visitar a su hija Paulina casada con el nieto de otro ex presidente de México, Pascual Ortiz Rubio) jugaba largas sesiones de tenis.
Fuera del caso de la revista Proceso a quién en 1977 le retiró la publicidad oficial por el contenido de los trabajos periodísticos críticos del semanario y que al respecto dijo: “no pago para que me peguen”, además de las revelaciones que manejaba Alfonso Diez en su revista Quehacer Político, publicación de la cual fue subdirector, de acuerdo con nuestra apreciación muy personal don José tuvo una cercanía amena y cordial con los representantes de los medios que cubrían la fuente presidencial. Entre sus reporteros predilectos figuraban, Joaquín López Dóriga, de Televisa; Enrique Ahmed, de Canal 13 (q.e.p.d.) y Perla Xochitl Orozco, de Radio Mil. Siempre mostró un trato respetuoso y amable con la prensa.
El primero de septiembre de 1981, cuando rindió su quinto informe de gobierno, se estrenó el Recinto Legislativo de San Lázaro. Un año después, el presidente López Portillo, en su último Informe, nacionalizó la banca y estableció el control de cambios ante la grave situación económica del país, además de manifestar su “instinto canino” por preservar y defender el “valor devaluado” del peso. Tres meses después entregó el poder a Miguel de la Madrid Hurtado, quien fuera su alumno en la Facultad de Derecho de la Máxima Casa de Estudios.
El presidente López Portillo de buen porte, un hombre fuerte, deportista (jugaba tenis y nadaba) alto de estatura, caballero de fuerte personalidad y de hablar franco y firme, amante de la bohemia y de la buena música (su abuelo fue el autor de la canción La Barca de Guaymas), asímismo contaba con el don de atracción al sexo femenino que sucumbía ante sus galanterías y atributos.
Del dominio público es que don José, siendo presidente de la República, tuvo relaciones, más que de carácter oficial, con la subsecretaria de Programación, Rosa Luz Alegría. Luego de separase de doña Carmen Romano, López Portillo se unió a la actriz de origen yugoslavo (nacida en Bari, Itlaia) Sasha Montenegro, cuyo nombre verdadero es Alexandra Acimovic Popovic, con la que después se casó, tuvo dos hijos (Nabila y Alejandro) y finalmente se divorció en medio de un gran escándalo que le costó quedarse casi en la miseria.
El 17 de febrero de 2004, Carmen Beatriz dijo a los medios durante el velorio de su padre, que la herencia de don José consistía en “varios libros, un sillón, una videocasetera y algo de ropa”. Reconoció también que el ex mandatario de México tuvo una hija fuera de sus dos matrimonios: Refugio López Portillo, quien asimismo asistió al sepelio del ex presidente.
El hombre más fuerte y poderoso de México entre 1976 y 1982, vivió y disfrutó los manjares de la vida pero también pagó con creces su excentricidad, despilfarro, nepotismo y excesos con el triste ocaso de su existencia.