Itinerario Político
Es admirable la forma en la que las madres resisten la pérdida de sus vástagos. El dolor es tan grande que ni siquiera tiene un nombre. A quien pierde a sus progenitores se le llama huérfano, si la esposa fallece se es viudo, pero ante la pérdida de un hijo no existe ni siquiera una forma de llamar al padre, a la madre, al hermano. Sin embargo, dentro de ese inmenso dolor existe un consuelo: el tener un lugar en donde poder ir a llorar esa partida, o a recordar todos los ratos amables, los felices; se hacen llegar a la mente anécdotas, travesuras, regaños, peleas, expulsiones de las escuelas, en fin, se tiene un lugar para recordar y eso es ya un pequeño alivio.
Uno con el que no cuentan aquellos a quienes los hijos les son arrebatados en vida, los que “se pierden”, de los que se desconoce paradero, rumbo, la situación en la que se encuentran y cuando uno se percata de todo lo que existe en torno a esas desapariciones el terror se apodera de las familias y es esta otra de esas situaciones inenarrables en las que tampoco podemos explicarnos o definir que clase de madera es con la que se hace a las madres que se sobreponen y empiezan a deambular por calles, avenidas, ciudades, en busca de los seres que ya no las acompañan.
La lista de niños desaparecidos suma miles y las autoridades no mueven un dedo para encontrarlos. Existe una barrera y la atención se centra en las mafias, en la prostitución, en la delincuencia común pero ¿y esas familias a las que al parecer nadie escucha? Se dedican horas y horas en los medios electrónicos de comunicación para la exhibición de nimiedades y hasta de estupideces que no sólo se hablan sino que se muestran y, sin embargo, no hay un solo canal que dedique por lo menos 30 minutos a dar todos los datos que se requieren para la localización de los infantes.
El caso de la niña que con engaños se llevaron de Texcoco y que apareció en El Salvador y de lo que del caso se conoce, da lugar a que se emprendan de inmediato una serie de acciones y se le de justo valor a ese anuncio sobre el desconocimiento de su paradero con todo y fotografía que fue lo que llevó a su identificación y a la llamada a un tercero que, finalmente, avisó a la policía y siguieron el rumbo por todos conocidos. Es de celebrarse que esa niña ya esté con sus padres y que con ese retorno se siembren esperanzas en aquellos que tienen años y años buscando a los suyos.
Es absurdo que teniendo tantos antecedentes sobre lo que llega a suceder con los menores y adolescentes en las terminales aéreas no se pida un solo documento en los mostradores de las líneas de aviación. Basta con cualquier credencial si el niño va a la escuela, pero si el adulto con el que viaja tiene cara confiable ni siquiera ese documento exigen cuando deberían pedir la cartilla de vacunación, el acta de nacimiento, el CURP, en fin todo aquello que permita garantizar que viajan con sus padres o con sus familiares. Les preocupa más que tengan la edad que dicen tener cuando se paga un precio menor por el boleto que todo lo que encierra la posibilidad de que estén siendo robados.
Y una situación similar o peor sucede en las terminales de autobuses. Ningún documento. Se escucha el grito para abordar y se le indica a todos los que viajan con niños que se apresuren para que ocupen lugares en los cuales se encuentren cercanos, pero eso de pedirles un solo documento que compruebe que son consanguíneos o familiares –el nombre de los abuelos aparece en el acta de nacimiento- o una carta que autorice al adulto a viajar con el menor, con una firma que pueda ser comparada con la que aparece en la credencial de elector del firmante, que debe ser el padre o la madre cuyos nombres también se checan en el documento que registra el nacimiento, de eso nada. Hay que abordar de prisa porque todos tienen el tiempo contado.
Las autoridades de Migración ya deberían tener los resultados de una investigación que permita conocer cómo sacaron a la niña del país, cómo cruzó la frontera, cómo pudo ingresar a El Salvador sin documentación. El silencio reina por parte de la autoridad, la indolencia, también. Sabido es que estos traslados no sólo son hacia el Sur, sino también hacia el Norte y habría que preguntarse hasta dónde se extienden esas redes que les permiten llevar de un país a otro a esos menores sin que exista un solo documento auténtico para poder obtener una visa y los permisos de salida y entrada correspondientes.
Se instalan retenes en las carreteras y la orden es revisar, buscar hasta encontrar que no se transporte drogas o armas ¿y los niños? Es inexplicable que cuando viajan uno o dos adultos con un solo menor no se pida ninguna documentación, no se interrogue a los menores para medir su grado de nerviosismo, su familiaridad con quienes van con ellos. Según nos narraron azafatas de líneas aéreas, no han sido pocas las ocasiones en las que se percatan de la intranquilidad de los menores y la falta de control de los adultos que los llevan sobre lo que es necesario para que se calmen, para que vayan contentos. Ante esta situación dan aviso en tierra a las autoridades para que se encarguen de investigar lo que puede estar sucediendo y de esa manera han logrado evitar que se los roben aunque desconocen el destino de quien cometió esa infamia y de esos casos no se sabe porque las aerolíneas cuidan el no hacer fama de transportar a estos delincuentes.
Campañas van y vienen que hablan de la necesidad de nutrir a los niños, de que asistan a la escuela, de que cuenten con un mejor futuro; otras buscan la salud y es a través de medicina preventiva y cuidando que no caigan en deshidrataciones que se centran los esfuerzos casi en la misma dimensión con la que se llevan a cabo las de la vacunación; se legisló sobre los derechos de los niños; una y otra vez se repite que deben alejarse de las drogas y ensayan operativos mochila y otras acciones para evitar que puedan transportarlas en las escuelas o que desde muy pequeños sean utilizados para venderlas; todo eso está bien pero nunca se habla de todos los que se han robado, de los desaparecidos, de la venta que hacen de sus personas y de sus órganos, del establecimiento de medidas para evitar estas situaciones y menos aún reportan cercos que impidan que puedan salir del país sin la documentación oficial y en este descuido que más bien parece importamadrismo están inmersas todas las autoridades federales.
El “viejo del costal” no ha desaparecido. Alumnos y descendientes de este personaje se han multiplicado y de nuevo aparece la complacencia de las autoridades, su indolencia, su mejor socio. ¿Hasta cuando?… Lo invitamos a visitar nuestra página www.liliaarellano.com en donde podrá escuchar los programas radiofónicos de “Estado de los Estados”, que se transmiten por Radio 620 de la Cadena Rasa, así como presenciar los programas televisivos peninsulares “Estado de los Estados” y “Fuego Cruzado”, que se transmiten por canal 10 de Cancún y 100 en caja digital, canal 29 de Mérida y 117 en caja digital, y canal 9 de Campeche del sistema de cable. Esperamos también sus comentarios en el correo [email protected]; así también en Facebook con (Lilia Arellano) o twitter: @Lilia_arellano1.
QMX/la