
Cónclave de 3 batallas: geopolítica, sinodalidad y resistencia
En líneas anteriores hablamos un poco o tal vez un mucho de las esposas “Tudor”, de lo que sucedía en aquellos tiempos que hoy se antojarían remotos a no ser porque las ceremonias, las fastuosidades, la frivolidad, los grandes lujos siguen siendo los mismos. Los edificios de grandes columnas que rodean la Plaza Mayor en el Vaticano son el mejor marco para que se revivan aquellos días y la primera misa de quien solo es Francisco, devolvió al clero su posición de gran intermediario en las cuestiones políticas más mundanas.
El saludo entre el Papa y Jefes de Estado, sus homólogos y los Presidentes tuvo ya su gran dosis de intervención. Cristina Fernández de Kirchner, con quien el entonces Arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario tuvo fuertes y no poco graves enfrentamientos, ahora recibió un beso, en la mejilla, donde se dan los que llevan otras cargas y de entre ellas ninguna que tenga que ver con lo bueno o con el perdón y eso históricamente está comprobado, y se revive cada semana que como la que se aproxima se lleva a cabo en la representación de la Pasión de Cristo. Claro que la presidenta de Argentina no podía dejar pasar la oportunidad y le solicitó que le ayudara con el asuntito de Las Malvinas.
Tal parece que doña Cris no está enterada o tal vez nunca se enteró de las relaciones de la Iglesia Católica con los ingleses y del surgimiento de los Anglicanos y que todo tuvo su comienzo con Catalina de Aragón, la primera esposa de Enrique VIII, del Rey que cambió totalmente la historia de ese país. Sin duda que ha sido fascinante la historia de los Tudor, la de la Inglaterra de los monarcas absolutos y de la influencia Papal en las decisiones, lo cual en estos días y como si tuviera varita mágica pretendió resucitar la argentina. Y es que en esos tiempos el clero tenía que ver hasta en las virginidades, en nuestros días, con las concepciones.
La llegada de Francisco al Papado despertó un sinnúmero de comentarios. Por mi parte y desde la primera impresión estoy cierta de que es un gran político, un hombre de letras y conciliaciones y que esa fama que tiene de humilde se esfuma a cada mención que de ella se hace y lo convierte, como a todos los seres humanos, en un sujeto que fácilmente cae en la autocomplacencia. Ahora que, de ese punto a esperar a que la Iglesia retome su papel más importante, el destinado a llevar de la mano a los feligreses en el cumplimiento de mandatos que siendo divinos tienen una gran dosis terrenal, una que nos permite, si se cumplen, vivir en paz y en armonía, falta un camino muy largo.
Porque dentro de los reconocimientos que le falta hacer a los clérigos, a la jerarquía católica, es la que se refiere a la parte de culpabilidad que arrastran ante la pérdida de valores, de ética, ante la mala conducta de cientos miles de creyentes no solo mexicanos sino de otras latitudes. De la hambruna que azota a millones de seres humanos también tienen una proporción de responsabilidad. La Iglesia se ha permitido el lujo de entrar al pensamiento, a las acciones, a la vida privada de cada uno de sus fieles y sin embargo por andar haciendo política, de la que tiene relación directa con el gobierno, se han olvidado de la evangelización, de predicar con el ejemplo, del servicio que prometieron.
Ser sacerdote es una decisión personal. Aceptar las reglas del ingreso, también. Ninguno puede llamarse engañado porque desde el primer día de ingreso al Seminario, sea de la orden que sea, saben que habrá un voto de castidad. Estar o no de acuerdo con él no es justificante para que se viole una promesa y para que quien lo haga se luzca ante el mundo como un representante de Jesús. Las ambiciones de poder han estado presentes en el Vaticano en toda la historia de la humanidad, en todas las formas de gobierno y el nuestro no ha sido la excepción. Ya lograron votar y ahora se sabe que el compromiso con el priismo moderno es lograr ser votados o sea que pueden ingresar incluso como candidatos ciudadanos y utilizar el pulpito para hacer campaña, independientemente de que en breve contarán con su estación de radio y televisión restringida.
Son pocos los curas de hoy que visitan los hogares, que se sientan a platicar con las familias, que conviven con sus feligreses y no se ocultan en los recintos que les sirve de casa. Poco se les ve en los hospitales generales y cuando son llamados ya sea a éstos o a los privados va la cuota de la visita por adelantado. No es sencillo lograr que lleguen a dar los Santos Oleos a un domicilio particular, alegan que la inseguridad es mayúscula y no les gusta arriesgarse. En los pueblos y en las rancherías por supuesto que ya no suben al caballo y se van a prestar auxilios espirituales.
Los hay, dice Santiago Santamaría, periodista muy viajado, que están haciendo labor en el África, en regiones inhóspitas, combatiendo incluso epidemias y fiebres. Llevando auxilio a muchos rincones del planeta y haciendo valer la palabra de Dios y las enseñanzas de Jesucristo. Y ¿qué no era esa su misión? ¿qué tiene de extraordinario si esa fue su decisión y con promesa de por medio? Eso lo que implica es un gran respeto y reconocimiento a sus personas pero forma parte, sin duda alguna, del compromiso adquirido. Lo contrario es lo que ha llevado al clero al hundimiento, a quedarse cada vez con menos feligreses, a tener ya como único apoyo económico al Continente Americano.
Porque ahí está la otra cara de la moneda, la que se refiere a los ingresos y a los lujos del Vaticano en donde, desde el balcón, se habla de los pobres con la barriga bien llena. Se habla de todas las acciones que poseen en distintas empresas a través del Banco Ambrosiano y al respecto no podemos menos que recordar las palabras de un célebre Arzobispo mexicano al señalar que el dinero sucio, una vez que entra a las urnas de la Iglesia, se purifica. Más allá de las dudas sobre la existencia de Dios o las virginidad de María está lo que rodea a los hombres de la Iglesia, sus acciones, lo que puede verse, porque de lo otro, con solo tener fe es suficiente.
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