
La IA acelera la creación de medicamentos: ¿el futuro de la medicina?
Es difícil apartarse del tema político y es que los tiempos actuales obligan a que esta referencia esté permanentemente en nuestro vocabulario. Cuando se comenta sobre la escasez que ya se vive de ciertos productos alimenticios, de la importación de éstos y sobre todo de los altos precios, de inmediato surge un hecho irrebatible: no hay en el país una política clara de oferta y demanda, se ha dejado al libre mercado y con ello se ha fomentado abierta y legalmente la intermediación con altas, muy altas utilidades, no hay pues una política pública al respecto y parece que aun y siendo éste renglón un referente de todos los días en los hogares de millones de familias mexicanas nada se dice al respecto.
Cuando se habla de enfermedades, de medicamentos, de la posibilidad de pagar impuesto por las medicinas, de inmediato salta la falta de políticas públicas en salud, de la ineficiencia demostrada por el gobierno para dotar a los mexicanos de los servicios que garanticen la salud de la población. Ni que decir al abordar el tema de las escuelas, la mayoría de las ocasiones ligadas al mercado laboral, a la falta de una preparación adecuada para nuestros infantes y jóvenes que pueda enfrentar con éxito la que reciben en otros países no solo de América sino de Europa. Es justo cuando salta que no existe un proyecto, una política educativa.
Al hablar de seguridad y hasta de valores familiares también se hacen presentes las fallas, los errores en la política. Porque en eso de la política y cuando se trata de la que mueve las decisiones importantes para el país y sus habitantes, entra hasta la diversión y ni que decir de la cultura, del deporte; se mete como el salitre, en todas las casas, en los departamentos, en las grandes residencias. Así pues resulta de lo más difícil librarse de la política, de sus temas, de su impacto en el diario acontecer de la ciudadanía.
De ahí que ya se tenga que ver con lupa a quienes se postulan como candidatos para ocupar puestos de elección popular; debe mirárseles sin hacer de lado ninguna crítica, sin dejar para después los comentarios, hay que hurgar en su pasado sin ninguna misericordia, interrogarlo a profundidad sobre los motivos que lo llevan a pretender ocupar el cargo, hasta donde llega su intención de servicio y hasta donde la de servirse y ser muy, pero muy puntillosos en eso de las fortunas personales, en el cómo viven, a dónde viajan, cómo se conducen familiarmente y llevar muy bien las cuentas sobre sus percepciones salariales y el crecimiento de su patrimonio familiar.
Hay que estar muy pendientes de cómo se agrupan, del equipo al que pertenecen, de quienes los rodean e investigar también a los amigos, a los que habrán de acompañarlo en sus quehaceres en algunos cargos de importancia. Y vea que hay ejemplos del por qué debemos hacer todo lo anterior y hasta nos van a sobrar, porque no es válido que se hable sin nombres, sin poner sobre la mesa a quienes se han aprovechado de la confianza que les fue depositada a través del voto para sentirse y hacerse dueños y amos de vidas y haciendas.
Un ejemplo de cómo es cierto el dicho “peléense las comadres y sálganse las verdades” lo tenemos en las acusaciones que se lanzan Gregorio Sánchez Martínez y Julián Ricalde. Lo cierto es que ni a cuál de los dos irle aunque si habrá que reconocer que los que han perdido son los auténticos militantes de la izquierda, los que creen que el cambio hace mejores los presentes, a los que todavía confían en que existen otros proyectos que pueden llevar a los ciudadanos a un estándar de vida mucho más parejo. Ambos han dejado ver el tamaño de sus mentiras y de las promesas de campaña no cumplidas, lo que revela su ambición de obtener el poder no sólo por lo que significa su ejercicio sino por las ventajas económicas que representa.
Uno hizo negocio hasta con los “dragones” y engaño a los ciudadanos vilmente, el otro lo supo y se lo guardó porque pretendía llegar al poder, ser el sucesor y cuando vio que nada pasó pues la lección le quedó más que bien aprendida y la danza de millones de pesos que aparecen y desaparecen, que presuntamente se aplican y no se ven, sigue vigente. Aunque lo que si se ha visto en ambos es el progreso económico. Hay lujos que don Julián ni siquiera soñó que podría algún día darse y ya son una realidad, forman parte de su vida cotidiana y ambiciona más, los que pude conseguirse si escala políticamente, si logra convencer a sus grupos, a los que también en el pasado se hicieron cómplices de los saqueos, de que es el que más les conviene porque es el que mejor los entiende, en sus deseos de incrementar sus patrimonios y de manejar el poder.
A quienes dentro de esos grupos se manejan con honestidad, viven como la mayoría de los ciudadanos que laboran entre 8 y 10 horas diarias, que solo conocen de las vacaciones que pueden pagarse con sus respectivos sueldos, los llaman retrógradas y pendejos. Ellos son los inteligentes, los hábiles, los conocedores, los grandes políticos, los de altura, los que lo mismo pueden firmar alianzas con ideologías contrarias que “llegar a grandes acuerdos” como aceptar incrementar impuestos, vender los terrenos propiedad del municipio, endeudarse, contratar “aviadores” o grupos para hacer política pagados con el dinero de los impuestos de los ciudadanos y hasta marcar el tamaño y la periodicidad con la que solicitan “dádivas” que no llegan a las arcas de las tesorerías.
Quienes tienen en su haber varias uniones conyugales no son tampoco hombres estables, no tienen familias ejemplares, sus hijos tampoco han conocido de la seguridad de un techo conformado por una parentela que tenga proyectos y formación similar y que pueda ser esa su mejor herencia. Con ese fardo a cuestas, con insatisfacciones personales peligrosas, no parecen ser los más aptos para gobernar, para decirle a la población qué tiene permitido y qué no y es ahí en donde se revelan porque no quieren ni siquiera cumplir con sus labores más primitivas: que la luminarias estén prendidas, que los parques estén limpios, hacerse cargo de la recoja de la basura, de la instalación apropiada de comercios y de los mercados. De eso no quieren saber ni media palabra y sobre la seguridad, de eso que se ocupen los policías como de los incendios los bomberos, para ellos es la política de altura.
Tal vez usted ya identificó a muchos más personajes que los mencionados, sobre todo si vive en Othón P. Blanco o ya lo vivió en Tulum o lo está padeciendo en Felipe Carrillo Puerto o sabe de la feria de vanidades en Lázaro Cárdenas o está atrapado en Isla Mujeres con todo y caciques de por medio o sabe lo que significa la pésima administración, la que lleva a vender patrimonios como sucede en Cozumel o ya tiene una idea de la manipulación que se vive también en José María Morelos. Y no se trata de ponerse a llorar y mucho menos de echarse a correr, simplemente hay que abrir muy bien los ojos, de dejar la comodidad que brinda mantenerse alejado, ser abstencionista y asumir la responsabilidad de seleccionar a nuestras próximas autoridades.
Es en esa forma que tenemos de evadir esta responsabilidad en donde radica la fuerza de estos grupos que tanto daño ocasionan a los ciudadanos, a sus familias, al entorno; es así como hemos logrado llegar a un sitio de honor cuando de corrupción en el mundo se habla. Debemos tomar en cuenta, creo yo, que vivimos en un paraíso al que la madre naturaleza dotó de grandes bellezas, está también la riqueza cultural, la gastronómica, es por otra parte un universo de posibilidades para el progreso, no hay que desperdiciarlo siendo omisos, dejando que otros con pensamientos, acciones y formaciones diferentes a los de la mayoría intentes seguir manejando nuestras existencias. A los toros, dicen, hay que agarrarlos por los cuernos, lo cual se facilita si en lugar de toros nos topamos con puros bueyes ¿no cree usted?
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