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CIUDAD DE MÉXICO, 8 de abril de 2017.- De acuerdo con estudios efectuados por Carolina Escobar y sus colaboradores del Departamento de Anatomía de la Facultad de Medicina (FM)de la UNAM, las personas cuyos ritmos circadianos están alterados son más proclives a desarrollar una adicción, ya sea al alcohol, las drogas o los alimentos ricos en carbohidratos.
De acuerdo con un comunicado de la casa de estudios, los ritmos circadianos son cambios físicos, mentales y conductuales que experimentan los seres vivos durante un ciclo de 24 horas y que responden, principalmente, a la luz y la oscuridad en el ambiente.
Algunas costumbres de la vida moderna, como desvelarse y no dormir las horas necesarias, o comer no sólo de día, sino también en la noche, potencializan su alteración.
De día nuestro cuerpo está en modo activo: el corazón late más fuerte, la respiración es más intensa, el aparato digestivo funciona normalmente porque dispone de comida, y de noche cambia a un modo de descanso: dormimos y se liberan hormonas que nos ayudan a reparar los tejidos y a eliminar desechos metabólicos, entre otras funciones.
“Es decir, ningún órgano tiene una actividad igual a lo largo de las 24 horas; hay momentos en que presenta mucha actividad, y otros, muy poca. Éstos son los ritmos circadianos”, explicó Escobar.
Para que nuestro cuerpo funcione bien, todos los órganos, con sus respectivas funciones, deben estar coordinados en modo activo o en modo de descanso. Si se desorganiza esto, puede suceder que de día algunos estén activos y otros quieran descansar, o al revés, que de noche algunos estén descansando y otros quieran estar activos.
“Esta desorganización genera una falta de coordinación que lleva a que las funciones no se realicen de manera eficiente, y en el momento en que una función de reparación nocturna no se realiza correctamente, nuestro rendimiento a lo largo del día será malo y con el tiempo podremos deteriorarnos y enfermarnos, o perder el control sobre nuestras respuestas al entorno social y desarrollar una adicción”, ejemplificó.
Debido a esta alteración de los ritmos circadianos, grandes sectores de la sociedad moderna se enferman por cansancio crónico, muestran irritabilidad, sufren depresión y desarrollan obesidad, porque comen de noche; incluso se cree que la aparición de algunos tumores cancerosos podría deberse justamente a la falta de reparación nocturna.
Escobar y sus colaboradores se han interesado en los problemas de salud y de conducta que se observan en la sociedad moderna como consecuencia de esa alteración. Por ello, han desarrollado en su laboratorio modelos experimentales que les permiten estudiarlos.
“Hemos trabajado con ratas jóvenes. No las dejamos dormir, las desvelamos y forzamos a estar activas; de esta manera pudimos ver que durante el desvelo les dio por comer, sobre todo alimentos ricos en carbohidratos, lo cual las hizo engordar y adquirir síndrome metabólico, que predispone a desarrollar diabetes, gota y enfermedades cardiovasculares.
“Con este modelo remedamos un poco lo que sucede con la población joven humana y cuáles son las consecuencias de la alteración constante de los ritmos circadianos. Este trabajo ya lo terminamos y está sometido a evaluación para su publicación”, anunció.
En relación con este tema, hay dos tipos de personas: las matutinas, es decir, aquellas a las que se les facilita levantarse temprano y empezar sus actividades; y las nocturnas, que se les dificulta levantarse temprano, pero que pueden estar activas hasta altas horas de la noche.
“En el grupo de personas nocturnas se ha descrito una mayor propensión a desarrollar enfermedades metabólicas y a consumir alcohol y drogas, posiblemente por el desajuste de sus ritmos circadianos con el ciclo luz-oscuridad”, informó Escobar.