Libros de ayer y hoy
Si como parece, el señalamiento de Miguel Mancera de que sus funcionarios dependen de los resultados es un aviso de que habrá ajustes en su gobierno y con ello, un intento por “renegociar” con las diferentes tribus existentes al seno de la izquierda capitalina para recobrar el equilibrio de gobierno, habrá que esperar muy poco para saber si el cambio de estrategia funciona.
Mancera es, se acepte o no, el político de menor nivel que ha llegado bajo las siglas del PRD, al poder en la ciudad de México. Difícil sería comparar, o tratar de hacerlo, la trayectoria por ejemplo, de Cuauhtémoc Cárdenas con el actual jefe de gobierno. Otro tanto sucedería en el caso de AMLO o, incluso, con el de Marcelo Ebrard.
Miguel Mancera no tiene tras de sí, una trayectoria política importante. No ha desempeñado cargos públicos como para suponer que la ruta del aprendizaje se cubrió de manera acertada. Así, cuando desde el poder, decidió no compartir todo lo ganado con los grupos que le habían llevado al poder, las columnas del equilibrio político en la ciudad capital se tambalearon.
Contra todo lo que se quiere hacer creer, Mancera puede tener una votación muy importante tras de su elección. Pero a seis meses de los comicios, los resultados dejan ver que una cosa es popularidad y otra, muy diferente, capacidad.
El jefe del gobierno de la ciudad ha reconocido, con una enorme lentitud, sus limitantes. Y ha entendido que hay líneas de poder que no están bajo su estandarte. Es más, parece haber llegado a la cuenta de que buena parte de los problemas que hoy enfrenta y que amenazan con desbordarle, se originan precisamente en la ausencia en el grupo de poder, de las fuerzas a las que había decidido marginar desde el inicio de su gestión.
Ahora, ha lanzado una señal que se puede interpretar como el aviso de que podría realizar cambios en su gabinete y que, con ello, se podrían efectuar algunos reacomodos en las fuerzas de la izquierda capitalina.
El problema es que Mancera ya marcó demasiadas distancias con demasiados grupos.
Ya se declaró apartidista. Ya negó ser de izquierda. Ya rechazó los acuerdos de fondo con el gobierno federal. Ya marcó a su estilo, la “sana distancia” para con el PRD. Y lo que es más serio, mostró tener una inclinación abierta, por crear un grupo más que de capaces, de amigos.
Ahora, con la crisis en las manos, Mancera quiere, o al menos parece que quiere, recomponer las cosas. Y habla de ajustes, o de la posibilidad de ello, como en espera de las respuestas de los grupos antagónicos, para saber si hay posibilidades o no, de alguna renegociación.
Pero para Mancera las cosas no serán tan sencillas. Incluso si logrará una recomposición de las fuerzas, habría que preguntarse cuáles serían las líneas de su administración.
Si ya marcó su distancia con la izquierda, ¿cómo manejaría la política social?. Si quiere tener cerca a los grupos del PRD, ¿con cuál de ellos tendría mejor disposición?
Y mucho más interesante, ¿cuál sería el mensaje de fondo para los capitalinos?
A seis meses de distancia, su discurso más importante está relacionado con las diferencias con el pasado reciente en el DF. Pero si hay nuevos acuerdos, ¿qué se ofrecerá a la capital del país? ¿Y con quién?
Y si no hay acuerdos, ¿qué se hará para controlar a los inconformes? Hasta el momento, Mancera no ha encontrado la fórmula adecuada. Y su gobierno no camina. Dígase lo que se diga.
QMX/nda