Libros de ayer y hoy
A dos meses de iniciado el sexenio, los frentes de batalla parecen ser demasiados, y las respuestas, cuando las hay, se quedan en el terreno de la medianía. Y poco a poco, el romance entre la opinión pública y el accionar del nuevo gobierno, parece diluirse.
El equipo de Enrique Peña Nieto lanzó su apuesta incluso de convertirse en gobierno. Con la idea de tener todo listo para desde el inicio lanzarse a los “cambios”, se propusieron reformas a la administración pública y al IFAI. Pero ambos proyectos quedaron atrapados en la incapacidad priísta en el Senado de la República. Y el primero de los proyectos citados está hoy en el terreno de la Suprema Corte, para que se discuta si lo que aprobaron los senadores, que no fue lo que propuso el actual presidente es o no constitucional.
Siguió el asunto Cassez. Y el gobierno se atascó con el fallo de la Corte. La supuesta secuestradora francesa fue puesta en libertad gracias a las violaciones a leyes y derechos cometidos por el grupo comandado entonces, por Genaro García Luna. Y hasta el momento, no hay nada que indique que la ley se aplicará a los responsables de todo este enredo.
Del mismo modo, apenas iniciado el gobierno la Procuraduría General de la República informó que no tenía pruebas para sostener los dichos de dos delincuentes que llevó a la cárcel a un grupo de destacados militares, encabezados por Tomás Angeles. Pero al mismo tiempo, nada se ha hecho por poner en libertad a los inculpados sin pruebas, y menos aún por sancionar a quienes cometieron esta injusticia.
Para el gobierno los primeros dos meses de su gestión parecieron ser de retos más o menos sencillos de resolver. Pero los conflictos políticos son demasiados.
Se anunció un proyecto para abrir el esquema de telecomunicaciones. Y desde entonces, es clara la batalla que se libra. Todos en contra del gobierno. Unos para que todo siga igual, y otros no sólo para que se acelere la apertura, sino para que sea mayor a la anunciada
Del mismo modo, con una larga serie de opiniones encontradas en lo que podría ser o debería ser, el tema de la reforma fiscal dejó al gobierno en una posición por demás incómoda. Los grandes grupos económicos, por medio de sus voceros o de sus miembros destacados, han dejado ver que no es posible aceptar que se les cobre en impuestos, más de lo que pagan. En otras palabras, apoyan las reformas, siempre que ello no les signifique molestias.
Curiosamente, son los mismos que apoyan al gobierno en campos como el educativo. Pero queda claro que en ese terreno tienen grandes esperanzas de modificaciones que les permiten acceder a negocios de muchos miles de millones de pesos por año.
Aliados de un día y enemigos de siempre, los partidos políticos de oposición, han logrado arrinconar al gobierno. Perdedores claros en las pasadas elecciones, el PRD y el PAN han encontrado en el Pacto por México, la veta de oro político anhelada.
Así, para que el proyecto del gobierno avance, el PAN presiona para que las críticas al pasado no se hagan. Y menos aún para que pueda presentarse, en un momento dado, acciones que lleven a la aplicación de responsabilidades sobre los funcionarios del pasado inmediato. Y el PRD como siempre, quiere comprometerse, pero sin tener que pagar los costos de ello.
Y ambos desean poner a los priistas de rodillas. Han convertido el calendario electoral en parte de las negociaciones del Pacto. Y entienden, o quieren que se entienda, que para que el Pacto tenga credibilidad, el PRI debe perder.
Así, sellan alianzas entre ellos para enfrentar al partido mayoritario. Pero amenazan al gobierno con romper el Pacto si llegan a considerar que en los comicios hay anormalidades.
Total, el gobierno se encuentra atascado en sus propios proyectos. Y ahora o cede ante sus rivales para destrabar las cosas, o se resigna a ver como el Pacto se evapora y la agenda política se convierte, otra vez, en el campo de batalla en el que todos, sin faltar uno sólo, luchan sólo por sus intereses y dejan al país al garete.
QMX/nda