Poder y dinero
El presidente Enrique Peña Nieto afirmó al cumplir sus primeros cien días en el centro del poder, que no llegó a la Presidencia para administrar a la República, sino para transformarla. Y el compromiso no es algo menor.
Por el momento, la primera parte del sexenio, que transcurre como es costumbre en estos casos, entre las expectativas de todos y las presiones de muchos, el gobierno ha logrado puntos importantes. Pero ni con mucho, ha logrado algo que pueda considerarse como una “transformación” del país.
Se tiene claro está, el campo de los acuerdos políticos, que importante como es, no significa que no existan conflictos internos en todos los partidos. Se tiene una cruzada contra el hambre, que buscaría atacar un problema muy serio en el país, pero que tampoco ha logrado convencer a todos y que sí en cambio, ha sido duramente cuestionada por considerar que tiene un corte electoral.
Así, las palabras del presidente de la República no tendrían un soporte real en lo que se ha hecho. Y por ello, tendrán que ubicarse en lo que está por llegar.
Y no se requiere de mucho para entender que lo que el futuro nos depara tienen que ver con los cambios en el terreno de las telecomunicaciones, y como todo mundo entiende, en el campo de las finanzas, con la reforma fiscal, y en el del petróleo con la reforma energética.
Por lo pronto, es en el renglón de las telecomunicaciones en donde se espera el primer gran paso de la “transformación” del país. Y el tema tiene muchas aristas.
Es claro que el gobierno ha mostrado su voluntad de ir al cambio en este asunto. Pero también lo es que las partes involucradas no han estado del todo de acuerdo con un cambio que, en pocas palabras, les resta poder.
Las televisoras por un lado, y las telefónicas por el otro, han dejado sentir su molestia por la posibilidad del cambio. Tendrían que ceder poder, para aceptar la competencia. En televisión con nuevas cadenas y en telefonía con la pérdida de controles que por el momento, dejan el campo a una sola compañía como gran rector de todo el espectro.
Pero, y aquí es donde las cosas adquieren importancia, una cosa es promover un cambio, y otra, muy diferente, realizar la transformación.
Cambiar significa que la competencia se haga realidad. Con nuevos jugadores y con precios más aceptables, algo se habrá logrado. Pero transformar significaría ir directamente al fondo del problema. Esto es, no sólo colocar nuevos jugadores en las mesas, sino que el reparto del juego corresponda en realidad a un juego en el que los beneficios sean para loa ciudadanos.
Y en el caso de las televisoras, por ejemplo, un renglón especial sería la reglamentación de todo lo que es una concesión. Los refrendos de una concesión ¿cómo se regularán? Para transformar, hay que abrir el esquema. Para cambiar, sólo se requiere imponer ciertas líneas, y dejar a los beneficiarios de hoy en día, con las ventajas de la “propiedad”.
El discurso del presidente Peña Nieto al cumplir cien días de iniciada su gestión, es importante. Pero realmente habrá dado un paso hacia adelante en el momento en que la “administración” se convierta en el cimiento de la “transformación”.
Telecomunicaciones es el primer escalón. Y debatido el tema, entonces se tendrá claridad sobre lo que puede venir en los terrenos fiscal y energético.
Si los grupos fácticos fueron vencidos, como sería lo obvio en una transformación, o si todo terminó justo en donde arrancó. En cambiar para que nada cambie.
QMX/nda