Abanico
Barack Obama llega a México y como es costumbre cada que los presidentes de Estados Unidos y México se reúnen, el poder de la Casa Blanca se deja sentir en todo su esplendor.
No se trata tan sólo de las presiones que en estos días se han dejado sentir con “revelaciones” presentadas por los medios de comunicación estadounidenses sobre las “fallas” y “problemas” del gobierno mexicano. No se trata del hecho de la más que oportuna captura por parte de México del suegro del “Chapo” Guzmán. No es solamente el hecho de que, a base de planteamientos no oficiales se trate de imponer una agenda o de esquivar temas que a Estados Unidos no le interesan por el momento.
El problema radica en que, las administraciones nacionales no tienen el poder suficiente como para poder enfrentar el peso de Washington. Y entonces, como es normal en este tipo de eventos, todo queda ubicado en la línea de las necesidades e intereses de nuestros vecinos al norte.
Barack Obama se siente con el derecho, si no es que el poder absoluto, como para señalar abiertamente que no “prejuzgará” a la administración mexicana en torno a las nuevas estrategias de combate a la delincuencia organizada. Y al mismo tiempo, deja ver que el tema del control de armas que para México es tan importante, ni siquiera se encuentra en la línea de sus objetivos.
Y ese es el verdadero punto de importancia de la nueva reunión entre presidentes de México y Estados Unidos. La posibilidad de que Enrique Peña Nieto pueda o no, hacer que el tema del tráfico de armas sea importante.
Estados Unidos quiere hablar de las reformas. Y aquí México tiene un problema. La agenda ha tenido que modificarse por el tropezón sufrido por el Pacto por México que se tradujo en el congelamiento de la reforma financiera.
Para Estados Unidos la señal es simple: el gobierno mexicano tiene problemas en el avance de sus cambios estructurales.
México quiere hablar de la “enchilada completa”, pero Estados Unidos no tiene un proyecto que pueda mostrarlo en la práctica. Y elude y matiza el punto. Puede ser motivo de grandes discursos, pero la realidad tendrá que esperar un poco más.
México desea hablar de la violencia. Pero no quiere entregar, como lo hicieron los gobiernos del PAN, todo el control de la estrategia en contra de los cárteles de la droga, a nuestro vecinos. Ellos hablan de manera no oficial, de los “temores” que eso despierta. Y lanzan la señal de que las reacciones oficiales se registrarán en cuanto se conozca a detalle el proyecto mexicano. El gobierno peñista pone la captura del suegro del “Chapo” en la mesa. Y Estados Unidos ni siquiera lanza una señal de agrado.
La visita de Obama deja ver el “protocolo” de siempre en este tipo de eventos. Y como siempre, los temas importantes son los que la Casa Blanca quiere que sean importantes.
Por lo tanto, la pregunta es simple. México cambió la estrategia del combate a la delincuencia. Pero ¿puede hacer que Estados Unidos modifique su postura en lo que al tráfico de armas se refiere?
Si Enrique Peña logra un cambio en ese sentido, el gobierno mexicano tendrá realmente importantes avances en el combate a la delincuencia. Si no, todo lo que se habrá logrado serán nuevos discursos y nuevas presiones. Nada más.
QMX/nda