
De frente y de perfil
La decisión de quitarle a Ernesto Cordero el liderazgo de los senadores del PAN tiene efectos colaterales importantes. No es tan sólo la desesperación del gobierno federal para retirar escollos a su proyecto político, o la necesidad de Gustavo Madero por consolidar su posición ante la batalla interna que a finales de año habrán de librar los panistas para saber quienes se apoderan del control del partido.
El efecto nada oculto pero poco tomado en cuenta hasta el momento, es la derrota política de los priístas en el terreno de los acuerdos y el diálogo con las oposiciones.
Es obvio que en el Senado, el gobierno de Enrique Peña fracasó en su afán de alcanzar acuerdos con los partidos de oposición. Es claro para todo el que quiera verlo, que en la Cámara Alta la oposición, especialmente la panista, había arrinconado al grupo parlamentario encabezado por Emilio Gamboa.
Basta con recorrer la lista de debates realizados de septiembre a la fecha, en los do períodos de sesiones de la actual Legislatura, para entender que el grupo del PRI no sólo no logró nada, sino que para el futuro inmediato se enfrentarían retos aún más complicados.
El PAN, con el respaldo del PRD, había logrado detener el proyecto de reformas a la administración pública y había modificado las reformas educativa y de telecomunicaciones. Amenaza además, con crear un debate muy complicado, en el terreno económico al impedir un período extraordinario de sesiones para debatir el proyecto de reforma financiera.
Al detener ese proyecto, el grupo de Ernesto Cordero llevaría la discusión a un retraso en el calendario oficial, pero además lo sumaría a las discusiones de las reformas fiscal y energética. Con lo que obligaría al gobierno de Enrique Peña a pagar costos políticos muy elevados.
No debe olvidarse que, además, están pendientes, discusiones sobre las leyes secundarias en materia de educación y de telecomunicaciones, sumadas a todas las modificaciones que la reforma financiera habrá de requerir.
Ante ese escenario, el gobierno entendió que Emilio Gamboa no podría lograr los acuerdos necesarios para alcanzar las metas programadas. Y lejos de tomar medidas que dañaran o pudiera dañar, su imagen de “efectividad”, se respaldó a Gustavo Madero para que fracturara a la bancada del PAN.
Así, el gobierno podrá alegar que nada tiene que ver en el problema interno de Acción Nacional. Tendrá los votos necesarios para sacar adelante sus proyectos y no se verá en la necesidad de realizar ajustes en su grupo político.
El problema sin embargo, no queda resuelto. Una cosa es tener los votos necesarios y otra muy diferente, el tener acuerdos.
Gustavo Madero se ha convertido abiertamente, en un apéndice del gobierno. Y todo mundo lo sabe. A partir de ahora, la pregunta es ¿qué tanto cederá el gobierno para mantener al actual dirigente del PAN en su cargo?
Esto es, una vez que el gobierno tenga los votos que requiere en el Senado sin tener que encontrar un líder eficaz en sus filas para reemplazar a Emilio Gamboa, ¿cuál será el valor del PAN en lo general y de Madero en lo particular?
Y del mismo modo, una cosa es apoyar a Madero para derrocar a Cordero y otra, muy diferente, lograr que los panistas estén de acuerdo. ¿Se podría detener una lucha interna en el PAN para perder legitimidad en la toma de decisiones?
QMX/nda