Doble rasero del populismo: Trump, AMLO y la manipulación de los nombres
La visita de Barack Obama a México arrojó como gran resultado, la euforia del gobierno de Enrique Peña. Se habla de un éxito total y del inicio de una “nueva relación” entre nuestro país y los Estados Unidos. Y ello obliga a pensar en las posibilidades de esa “nueva relación”.
Para nadie es un secreto que el gigante estadounidense enfrenta serios problemas de corte financiero. Y que para solucionarlos requiere, se acepte o no, de que México sea un socio mucho más activo y eficiente. Y para ello, nuestro país tiene que entrar, a la brevedad, en el terreno de los grandes cambios en el terreno legal con ajustes, ya constitucionales, ya sólo de leyes reglamentarias.
Por ello el “cambio” en el contenido de la agenda bilateral. Y por ello el que se haya decidido colocar al problema de la delincuencia organizada, como “parte” de los temas y no como el eje de la relación.
De esta manera, México tiene que apurar los cambios. Y debe acelerar la profundidad de los mismos. Y a cambio, los Estados Unidos deberán entrar de lleno en el tema de la migración. Y lo harán con un cambio importante en la visión. Se pasa de la “enchilada completa” del gobierno de Vicente Fox, a una decisión que permita el avance económico, por más que pueda de alguna manera, presionar el aspecto de la permanencia en Estados Unidos de parte de los migrantes.
México tiene que entrar de lleno en el terreno de los cambios en el campo energético. La visión no requiere de mucho para entenderse. O se hacen cambios, o en plazos muy cortos nuestro país entrará en un terreno de dependencia tecnológica muy peligroso, sin importar qué tanto se tenga de petróleo.
Pero en el fondo, el reto a resolver es mucho más serio que la simple solución financiera, por seria y profunda que esta pueda ser. Frente a la consolidación de los bloques económico en el mundo, las naciones que firmaron el Tratado de Libre Comercio tendrá que decidir si mantienen las cosas en el punto en el que se encuentra, o avanzan con seriedad hacia una verdadera integración, de corte similar a los hechos por los Europeos.
Cuando México abandonó el sistema de aranceles, conocido como GATT, entró de lleno en el campo de la competencia y la transformación. Pasó al terreno del TLC y todo hacía pensar que se caminaba a la lucha por alcanzar los famosos “niveles de convergencia” necesarios para dar vida a una integración más profunda.
Pero las cosas se entramparon cuando Ernesto Zedillo asumió el poder. Las decisiones se dejaron de lado y con los dos gobiernos del PAN las cosas simplemente se abandonaron, con pérdida en muchos terrenos que ahora deberán recuperarse para poder dar vida a un proyecto más serio.
Por supuesto, entre México de un lado, y Canadá y Estados Unidos del otro, hay grandes distancias. Pero si el objetivo es avanzar en la creación de un mercado norteamericano, veremos en tiempos más o menos cortos, como se trabaja para alcanzar por ejemplo, niveles similares de inflación. Y si vemos como la paridad baja y como las reservas se consolidan, no es necesario ser un experto para entender hacia donde se camina.
Así, sólo falta conocer realmente el contenido de la llamada reforma financiera y después de la reforma energética para aclarar el panorama y saber cuáles son las metas que se quieren alcanzar. Y con el arribo de los cambios a las leyes reglamentarias en materia educativa veremos el sentido sobre el que se quiere recorrer la distancia hacia esas metas.
Por supuesto, a todo esta falta por agregar la tensión político social que despertarán. Cualquiera puede entender que ese es el verdadero campo de batalla. Y como tal, obligará a los partidos a asumir definiciones.
Definiciones de fondo realmente.
QMX/nda