
Juego de ojos
En espera de que sus presiones y chantajes le rindan frutos, Miguel Mancera decidió elevar el grado de lejanía con Rosario Robles, sin entender que los ataques y críticas a la cruzada contra el hambre son, se quiera o no, golpes directos al gobierno de Enrique Peña.
Atrapado por las presiones del perredismo que busca eliminar a la señora Robles del escenario político a incapaz de poner en marcha acciones de fondo que le fortalezcan realmente, Miguel Mancera cedió ante las exigencias de sus aliados.
Y así, se mantuvo al margen de la frustrada reunión de las autoridades capitalinas con la titular de la SEDESOL programada para el lunes pasado. Mancera colocó a Héctor Serrano, secretario de gobierno, como su representante a dicha reunión. Y Rosario Robles respondió designando a un representante.
Mancera eleva el desprecio e insulta políticamente a la señora Robles con el alegato de que Serrano se encuentra al mismo nivel que la funcionaria federal, lo que además de que deja ver su incapacidad para entender los niveles de gobierno, pone de manifiesto que el desprecio al único programa que el gobierno federal tiene en marcha, es absoluto.
Mancera pretende cubrirse las espaldas con el señalamiento de que para el gobierno del DF no corre prisa el inicio de la Cruzada, ya que hay programas similares que desarrolla su administración. Esto es, para evitar que el gobierno de Peña Nieto tenga oportunidad de acercamiento con los capitalinos, el GDF simplemente cierra la puerta, critica los programas, cuestiona a la encargada de ellos y deja para “más adelante”, el diálogo con la administración federal.
La verdad en todo esto es que Miguel Mancera prefiere distanciarse con el gobierno federal para evitar problemas con las tribus que le dieron apoyo para alcanzar el gobierno. Prefiere impedir la entrada de los programas sociales implementados por el gobierno de Enrique Peña, para mantener vigente el clientelismo perredista que ejerce un férreo control electoral en el Distrito Federal.
Y prefiere por supuesto, demostrar su “valentía política” con una falta de respeto no a la titular de SEDESOL, sino al titular del Gobierno Federal, al señalar que Rosario Robles y Héctor Serrano tienen “el mismo nivel”.
Todo con tal de no perder el respaldo de los grupos que desde el perredismo controlan buena parte del gobierno del Distrito Federal y mucho de las decisiones político financieras que se toman en la capital del país.
Mancera ha dejado ver con toda precisión que sus intereses nada tienen que ver con las demandas de la mayoría. Su afán de alcanzar posiciones políticas que le ayuden en el momento adecuado a ser la “figura” política más importante de la izquierda es evidente.
Y para lograrlo está dispuesto a lo que sea.
Así, si piensa que poner en entredicho el programa estrella de Enrique Peña Nieto le sirve en su carrera política, simplemente lo hace. Y si supone que servir a los deseos de venganza de los grupos que le apoyan y que quieren destruir a Rosario Robles, no lo piensa dos veces.
Por supuesto, en todo esto nada está destinado a servir a los capitalinos. Esa es la parte de todo el proyecto de Mancera que no importa. Ya se verá como resolver ese problema mediante el clientelismo que hoy sirve para bloquear el avance de la cruzada contra el hambre.
QMX/nda