Poder y dinero/Víctor Sánchez Baños
El tema de la reforma energética ha hecho ya su aparición en el horizonte nacional, justo cuando el debate sobre la transformación laboral ha entrado en su etapa final.
Pero por más que se quiera hablar de un “paquete” de reformas, la verdad es que el eje de todo el programa neoliberal radica en la agenda energética y fiscal.
El ajuste en el mundo laboral, importante como es, fue siempre considerado como la parte más sencilla de la agenda del nuevo gobierno. En el tema energético hay demasiadas líneas de riesgo. Y no se trata tan sólo de las banderas que la oposición habrá de levantar para atacar al PRI. La transformación del sector es tan compleja, que las posibilidades son varias. Y todas tienen su contenido de riesgo,
Primero, resulta obvio que el tema energético, si en verdad es que se quiere una transformación seria, debe incluir no sólo a PEMEX, sino que deberá llegar también a la CFE y todo lo que ello representa.
Es así que primero, se deberá determinar qué es lo que se quiere hacer con PEMEX y hasta dónde y cómo se deberá llevar a la práctica la transformación.
Los debates en torno a la reforma laboral dejaron ver, con toda claridad, que se pueden llevar a la práctica reformas constitucionales. Pero también mostraron que ello requeriría de una labor enorme y de costos políticos elevados.
Para PEMEX se quiere inversión. Y por supuesto, se analiza la posibilidad de cambios constitucionales. Pero hacer de Petróleos Mexicanos una empresa con características diferentes a las actuales obliga a decisiones difíciles.
Si se quiere que PEMEX cuente con capital privado, habrá que cambiar la estructura. Y al hacerlo, habría que enfrentar el enorme reto de los pasivos de la paraestatal que ni son pocos, ni son sencillos de manejar. Recurrir al expediente de más deuda sería una idea que en plazos cortos tendría facturas elevadas. Y por ello el cambio así no es del todo bien visto.
Pero como hay que cambiar, se habla del recurso de las “filiales”, tema que puede cubrirse sin tener que abrir grandes debates en el Congreso y que, de muchas maneras puede resolver el tema, por más que no sea todo lo que los capitalistas esperan del nuevo gobierno.
Para la CFE la situación es prácticamente la misma. Se puede abrir el esquema, que en mucho se ha hecho ya, para que capital privado explote el mercado. Al menos el que se considera un mercado apetecible para el capital.
Pero los cambios son inevitables. Y tan lo son, que en el PRI se trabaja con firmeza, en la modificación de sus documentos básicos, para eliminar conceptos en los que se establece el compromiso con todos los postulados que hasta hoy han sido bandera de los discursos priístas.
Habrá claro está, mensajes de defensa de la propiedad de la nación, pero se suavizarán las posturas, de tal manera que se acepte capital en un sector que hasta muy tiempo, resultaba intocable para el priismo.
Se hablará como se hace, de los derechos de los trabajadores, pero se apoyará la reforma laboral. Se hablará de la necesidad de la canasta básica, pero se dejará de lado el tema del IVA como se tiene hoy en día.
En fin, habrá reformas y cambios en las líneas políticas.
Y a querer o no, los priístas se ajustarán al programa neoliberal y, les guste o no, están destinados a aplaudir los cambios, a pesar de que con ello lo primero que modifiquen sea su historia.
QMX/nda